Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Entrevista
a Silvio Rodríguez
“Hay algunos que consideran que ventilar
públicamente nuestros problemas es hacerle el juego al enemigo. Yo considero
que el juego se lo hacemos si ocultamos los problemas”
Hijo de Argelia y Dagoberto, Silvio Rodríguez es
uno de los trovadores más emblemáticos de lo que se dio en llamar el Movimiento
de la Nueva Trova en Cuba, y quizás también –en palabras de Mario Benedetti–:
“uno de los poetas más talentosos de su generación”.
Nacido el 29 de noviembre de 1946 en San Antonio
de los Baños, pueblo donde “una loma y un río” le fueron vecinos y que perpetuó
en El papalote, Yo soy de donde hay un
río, Trovador antiguo y Anoche fue la
orquesta, en estos días cumple 70 años y por esta razón, en exclusiva para Correo
del Alba, le hemos preguntado acerca de la vida y otras cuestiones.
¿Cuánto ha
influido en su vida y trayectoria artística el provenir de una familia modesta
de provincia?
Son mis orígenes, y por eso están en
mis canciones; incluso están en algunas más que las que usted menciona. Por
ejemplo: En mi calle, Llegué por San Antonio de los Baños, Me veo claramente, y todavía algunas
otras.
En el
estribillo de una de ellas ha dicho “guajirito soy”, ¿qué le significa eso?
El origen de la palabra es otro, pero
en Cuba se le llama guajiro a la gente que nace y trabaja en el campo. Es como
decir campesino pero de forma más entrañable.
Durante su
infancia y adolescencia fue un devorador de literatura de ciencia ficción y un
ávido consumidor de cine del mismo género.
He defendido la ciencia ficción por
ser un género un tanto subestimado, a pesar de haber dado a grandes escritores
y muy importantes obras. Pero más bien empecé leyendo libros de aventuras. El
placer de leer me fue llevando a los clásicos universales y después recalé en
la literatura latinoamericana.
También se
inclinó por las artes plásticas, matriculando en la Academia de San Alejandro
en La Habana, ¿cuándo comenzó a cultivar su afición por el comic y por qué
decidió laborar en eso?
A los 15 empecé a estudiar y a
trabajar en el semanario Mella.
Inicialmente entintaba algunos dibujos a lápiz de Virgilio Martínez, pero terminé
a cargo de una página que se llamaba: El
Hueco, una historieta muy profunda. Luego seguí dibujando, emplanando y
diseñando en publicaciones de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, durante mi
servicio militar. Después me desmovilicé y empecé a dedicarme solamente a hacer
canciones.
¿Continúa
dibujando?
A veces garabateo un poco.
¿Cree que hay
puntos de “contacto” entre el arte plástico y el musical? (Lo pregunto porque
de inmediato se me viene a la mente la canción Viñeta, donde sus andanzas resultan auténticas imágenes).
Creo que las imágenes que hay en mis
canciones en parte se deben a que primero fui dibujante. Siempre he sido un
gran admirador de las artes plásticas.
Volviendo a lo
“fantástico”, le ha cantado al “espacio”, reclamando en una ocasión que “quiere
ser cosmonauta”, ¿esa afición por el mundo exterior proviene de su primera
infancia? ¿Le sigue apasionando la astronomía y la física?
Los mundos “exteriores” suelen ser
muy interesantes, como también los interiores. Me siguen gustando la
astronomía, la física, la biología y en general las ciencias. Y por supuesto
las letras, el cine, la danza, todas las artes.
¿Cuándo y por
qué se decidió a hacer canciones? ¿Cómo eran sus primeras composiciones y qué
temáticas abordaban? ¿Recuerda cómo tituló la primera?
La primera la hice jugando, en el semanario Mella, se llamaba El rock de los fantasmas; Virgilio la cantaba muy bien. Después, en
el ejército, empecé a tocar la guitarra y aparecieron otras canciones; allí
empecé a inclinarme a componer canciones, en la medida en que la vida militar
me lo permitía.
¿Cuándo se sube
por primera vez en un escenario para cantar sus canciones?
En los Festivales de Aficionados de las Fuerzas
Armadas. Tenía un dúo con un compañero llamado Luis Gómez.
Al día siguiente a mi desmovilización del ejército,
el 13 de junio de 1967, debuté en un programa de televisión llamado Música y estrellas. Faltaban meses para
que conociera a Pablo y a Noel. Unas semanas después de mi debut en tv, hice mi
primer concierto, junto a los poetas de El
Caimán Barbudo, en un homenaje que ellos le hacían a la trovadora Teresita
Fernández.
¿Cómo evalúa
su incursión en televisión –tanto en Música
y estrellas como en Mientras tanto–?
¿Fue un estímulo para su posterior carrera musical? ¿Pensó alguna vez dedicarse
a la tv?
Para mí fue una gran suerte que el
extraordinario pianista y director orquestal Mario Romeu se fijara en mis
canciones y me pusiera ante las cámaras de la televisión. Esto ocurrió porque
Guillermo Rosales me llevó a casa de Mario, para que conociera a su hija,
Belinda, que también hacía canciones. Todos estos sucesos ayudaron mucho a mi
proyección posterior porque me dieron a conocer, pero nunca pensé en dedicarme
a la televisión.
¿Cuándo y cómo
nace la nueva trova cubana? ¿A quién se le ocurre denominarse “trovador” o
quién los denomina “trovadores”?
En los 60s, en Cuba, a los que
hacíamos canciones y las cantábamos se nos llamaba “compositores e intérpretes”.
Después se nos dijo “cantautores”, que fue un término tomado del festival de
San Remo, en Italia. Pero yo siempre pedía que me llamaran “trovador”. Era una
forma de solidarizarme con los trovadores, que eran los músicos que menos
cobraban y estaban marginados de los medios. Otros compañeros también se
identificaban con eso. Los periodistas, por su parte, nos iban poniendo
nombres, según las modas y sus gustos. Lo mismo nos decían “cantautores” que la
“joven trova”, y también nos llamaban “nueva trova”.
En 1972 se oficializó lo que fue nombrado
como Movimiento de la Nueva Trova. Recuerdo que nosotros mismos nos reíamos de
ese nombre porque sabíamos que pronto dejaría de ser considerada “nueva”.
¿Cuál fue su
experiencia musicando filmes del Instituto Cubano de Arte e Industria
Cinematográficos (ICAIC)? A la luz de los años, ¿cuál fue el real impacto del mítico
Grupo Experimentación Sonora (GES) del ICAIC?
El GES reunió a muchos talentos
desconocidos, o poco conocidos, y después casi todos se fueron destacando como
individualidades. Allí tuvimos la oportunidad de estudiar con grandes maestros.
Leo Brouwer fue fundamental porque hizo el plan de estudios y personalmente nos
enseñó muchísimo. Leo, que es un genio, tiene una forma propia, abreviada, de
enseñanza, gracias a ser autodidacta. Ha sido capaz de condensar cosas que
académicamente resultan mucho más extensas y complejas. Ese conocimiento
sintetizado lo puso a nuestra disposición y cada cual atrapó lo que pudo.
También contamos con otros dos
excelentes maestros: Frederic Smith, un norteamericano genial, aún no
descubierto, y Juan Elósegui, un músico de la Orquesta Sinfónica Nacional que
nos enseñaba solfeo a los que no sabíamos. Elósegui fue fundamental para mí
porque gracias a él pude escribir mis canciones y orquestar un poco.
A fines de
1969 se enrola en la Flota Cubana de Pesca, que le lleva a las costas
africanas. Allí compone 62 canciones, ¿qué lo motivó a realizar esa travesía?
Cosas de muy diversa índole, que podrían
resumirse en que nací isleño y quería ver lo que había después del horizonte.
Pero, ¿pudo
dimensionar –en el viaje o al retorno– la trascendencia de esa expedición
creadora que le permitió componer canciones como Playa Girón o Al final de
este viaje?
Ni antes ni después he vuelto a pasar tantos
meses en tan óptimas condiciones para la creación. Eso lo explica todo.
En aquella
época tuvo algunos incidentes con funcionarios de distintos organismos de
gobierno que le reprocharon algunas de sus formas de asumir lo artístico y
también la crítica, ¿cuál es la relación que debe haber entre el arte –en su
caso la canción– y la política y los organismos políticos en una revolución
socialista?
Era la primera década de la Revolución y creo que
todos estábamos aprendiendo. También había mucha hostilidad contra Cuba y eso
creó un instinto de supervivencia acaso un poco desmesurado. Por supuesto que
también había oportunismo, gente más papista que el papa, fuera para guardar
las apariencias o para destacarse. Pero
no me gusta analizar las complejidades esquemáticamente, como si estuviera
dictando recetas. Mucho menos pretender dictaminar como se debe ser. Cada persona,
cada artista debe ser dueño de escoger cómo es su relación con lo que le rodea.
Esa es una responsabilidad y un derecho inalienable de cada cual. Yo había
tomado partido por la Revolución por causas de mucho más peso que mi suerte
personal, y así me mantuve.
Entrevista realizada por: Javier Larraín Parada
(Prof. de Historia y Geografía, Fundación
PINVES Bolivia)
Fotografía: Centro Pablo de la
Torriente Brau, La Habana, Cuba.
Tomado
de: http://www.correodelalba.com/
y Twitter: @escuelanfp
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