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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...

Los actos de linchamiento y la inseguridad ciudadana

Por: Héctor Luna Acevedo
Desde una historia social y jurídica, el "linchamiento", definido como una práctica de violencia, tiene relación con la historia de la humanidad en diferentes periodos. Desde la antigüedad se identifican castigos corporales violentos, cometidos por autoridades políticas o eclesiásticas, y que estuvieron legalizadas y legitimadas por instituciones de poder, como la Iglesia y las Monarquías, las que desarrollaron sistemas de tortura, tales como latigazos y otros suplicios que provocaban la muerte de la víctima juzgada por un tribunal o corte. Un ejemplo es la Santa Inquisición, en la Edad Media, que fue el tribunal de la Iglesia Católica y que cometió una serie de atrocidades contra la humanidad, utilizando la tortura como un modo de castigo.
La justicia medieval se auto-fundamenta en la teología judeocristiana que concibe al cuerpo como lugar de origen del pecado; se decía que, para que el cuerpo se salve, debía pasar por un suplicio que permitiera la purificación del alma, es decir, sólo así se disolvía el pecado. En dicho contexto, no existía la separación entre religión y justicia o religión y Estado, lo que en la práctica se expresó en el ejercicio de una justicia dogmática, justificada por la teología tomista, y que derivó en castigos corporales contra personas inocentes que, fueron acusadas de brujas y herejes por proferir afirmaciones "científicas", que para la iglesia significaban una ofensa, aunque con el transcurrir del tiempo fueron la base para comprender la ciencia moderna. Esta realidad cambia, primero, con los avances de las ciencias naturales (astronomía, física, química); segundo, porque la filosofía racionalista desestructura la teología medieval, deslegitimando los poderes políticos monárquicos, que luego van a ser destruidos por la revolución francesa de 1789, evento que propicia la proclama los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Cabe mencionar que, etimológicamente, el término linchamiento proviene de los ajusticiamientos que se dieron en el siglo XVIII en Estados Unidos, durante la guerra de independencia norteamericana, cuando el juez Charles Lynch ordenó la ejecución de personas leales al imperio británico, sin que hubieran pasado por un juicio.
Por tanto, el término linchamiento corresponde a prácticas que están fuera de un proceso jurídico legal estatal, en todo caso expresa la forma arbitraria de hacer justicia frente a un delito o falta grave.
Para una comprensión objetiva del tema, es importante reiterar definiciones sobre el "linchamiento", ya que actualmente las ciencias sociales estudian estos hechos como parte del incremento de la inseguridad ciudadana y de acciones delictivas que suceden en América Latina; así mismo, Bolivia no está exenta de esta realidad.
El linchamiento se caracteriza por la ejecución de acciones colectivas de violencia extrema en sectores urbano populares y semi-urbanos, los cuales se sienten desamparados por las instituciones encargadas de prevenir la inseguridad ciudadana y actúan por cuenta propia.
El linchamiento es parte de un problema macro social y consecuencia de la inseguridad ciudadana, violencia, pobreza extrema, lo que genera en la sociedad civil poca credibilidad en autoridades policiales, y a esto se suma la ineficiencia en la aplicación de políticas de seguridad ciudadana por parte del Estado. En otros términos, la sociedad se encuentra en una situación de desigualdad, económica, política y social, todos ellos son factores potenciales para que los sectores sociales desfavorecidos por el Estado, o que están al margen de las políticas estatales, se encuentran hoy en día propensos a sufrir hechos delictivos que ponen en riesgo sus derechos y garantías para sobrellevar una vida digna.
Esto se manifiesta en zonas de áreas urbanas y semi-urbanas de El Alto, Cochabamba y Santa Cruz. En estas áreas, los hechos delictivos son pasibles a ser respondidos con una violencia colectiva. Se trata de áreas urbanas de reciente poblamiento, donde existe insuficiencia en la cobertura en los servicios básicos, agua, luz y, sobre todo, seguridad ciudadana; por ejemplo, la falta de iluminación en algunas zonas de la ciudad de El Alto ofrece condiciones para que los actos delictivos proliferen. Ante esto, la presencia de la policía y sus medios logísticos resultan ser insuficientes.
Los actos considerados como linchamientos se caracterizan por la participación de un grupo de vecinos o pobladores que imponen justicia de manera discrecional. En ese orden, la población urbana popular asume por cuenta propia la decisión de castigar físicamente a supuestos culpables de un hecho delictivo, lo cual tiene como desenlace final, en algunos casos, el fallecimiento de una o varias personas acusadas de cometer un delito.
El problema de los actos de linchamiento expresa, por un lado, la deslegitimación de las instituciones estatales, en concreto de la Policía y la Justicia. En relación a la Policía, de un tiempo a esta parte, los efectivos del orden público están siendo cuestionados por la sociedad civil rural y urbana, y, en algunos casos, acusadas de ser cómplices, por ser benevolentes con las personas acusadas de un delito. En relación a la justicia, según los medios de prensa, se identifica un problema de acceso a la justicia de parte de sectores sociales rurales y urbano populares, por un desconocimiento de los mecanismos jurídicos legales que les permita sentar una denuncia ante una autoridad competente. A esto se añaden otros factores que son recurrentes, como la excesiva burocracia, los costos económicos y la desconfianza, que son variables que determinan las condiciones precarias de un acceso real a la justicia.
En los sectores urbano-popular y rural, también se identifican factores socio-culturales que influyen en las formas de resolución de conflictos frente a hechos delictivos, aunque esto no representa una justificación para actuar en forma violenta ante una persona acusada de un delito. En los hechos, estos fenómenos sociales violentos, estarían siendo motivados por la indignación colectiva de un grupo de vecinos y/o comunidades campesinas, cuando éstos se sienten víctimas de un robo, o atraco, que les provoca una reacción violenta e incontrolable y que termina en un desenlace fatal.

La justicia estatal también aparece como una institución deslegitimada, sobre todo en contextos urbanos, ya que los jueces son cuestionados por liberar a personas acusadas de un delito. Esta situación agrava la desconfianza de la sociedad civil en el rol de los jueces y fiscales, por no garantizar un proceso judicial que sancione a los culpables conforme al ordenamiento legal del Estado.

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