Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Andrés Mora Ramírez
Agotadas las opciones políticas del
establishment y ante el inminente giro fascista en el desarrollo imperialista
de los Estados Unidos, ¿será la presidencia de Trump el catalizador para una
auténtica rebelión democrática y para la construcción de alternativas
posneoliberales, surgidas desde el corazón de una sociedad estadounidense más
consciente de las verdaderas causas de su crisis y de sus responsabilidades
nacionales y globales?
Donald Trump, esa
grotesca metáfora del capitalismo y de la cultura machista, patriarcal,
xenófoba y racista que subyace en las profundidades del mundo libre; ese
reflejo deformado y amenazador en el que se miran, asombrados, millones de
hombres y mujeres en la Roma americana, será el próximo presidente de los
Estados Unidos.
Contra todos los
pronósticos de los opinadores y analistas del mainstream; desafiando la
poderosa matriz propagandística que activaron las usinas del poder mediático
global para llevar a la Casa Blanca a la candidata del establishment y
consentida de Wall Street, y aún contra la élite del Partido Republicano; pero,
al mismo tiempo, moviéndose siempre bajo las reglas electorales de la
democracia burguesa –a la que no va a desafiar, a pesar de la retórica agresiva
que utilizó para cazar votos-, el triunfo del magnate fanfarrón expresa a
plenitud la degradación política, cultural y espiritual de la principal potencia
militar del mundo, hoy incapaz de enarbolar muchos de los principios que están
en la raíz de su mito fundacional. Que no se pueda decir nada mejor de la rival
de Trump en la contienda del 8 de noviembre, da una idea cabal de la
profundidad de la crisis en la que se encuentra la sociedad norteamericana.
Sin embargo, no
debiéramos dejarnos llevar por la sorpresa de un resultado que entraba
perfectamente en el juego de posibilidades, por más que las proyecciones de
casi la totalidad de las encuestas y el lodazal de la campaña salpicó en todas
direcciones, se empeñaran en presentarle a los electores, y al mundo entero, la
imagen de una victoria arrolladora de la candidata demócrata Hillary Clinton.
La elección de Trump se explica más por factores culturales, sociológicos, que
no siempre logran salir a la luz de la discusión pública, pero que gravitan con
fuerza en la vida de quienes deben enfrentar, día tras día, la desesperanza, el
desempleo, los salarios que no alcanzan para adquirir el paraíso del consumo, y
en general, la falta de oportunidades de movilidad social que son el resultado
de la aplicación de las políticas neoliberales en los Estados Unidos.
“La fuerza de
Trump en los estados industriales [los más afectados por la crisis económica]
fue clave en generar un apoyo masivo entre trabajadores, resultado de su
constante consigna contra los acuerdos de libre comercio, sobre todo el tratado
con México y Canadá. En parte, esto es la cosecha de tres décadas de políticas
neoliberales aplicadas dentro de Estados Unidos, parte de lo cual fue atacado
por el magnate”, explicó David Brooks. Ni siquiera la alianza entre jóvenes,
afrosdescendientes, mujeres y latinos, a la que apeló Clinton, logró “derrotar
la apuesta de Trump sobre los blancos, sobre todo los no jóvenes, y un reducido
sector latino conservador y antimigrante”. Como dice el periodista argentino
Martín Granovsky, “los latinos no fueron lo suficientemente activos y los
varones blancos, en cambio, votaron con ganas: sintieron ganas de ir a votar y
lo hicieron. Fueron protagonistas de la guerra interna que les propuso Donald
Trump. Pusieron su rabia en las urnas”.
Esa rabia
expresa, fundamentalmente, los miedos exacerbados por el discurso incendiario
de Trump, el hartazgo con la clase política dominante y su modus operandi
–siempre al servicio del poder corporativo-, que Clinton representó sin
ruborizarse, y el profundo malestar con el neoliberalismo y sus inevitables
consecuencias de exclusión y desigualdad social, que han hecho añicos el sueño
americano para amplios sectores de la población.
Howard Zinn, ese
valiente y crítico intelectual, autor de A people’s history of the United
States(traducido como La otra historia de los Estados Unidos), escribió: “La
idea de los salvadores ha sido incorporada en toda la cultura, más allá del
fenómeno político. Hemos aprendido a mirar a las estrellas, a los líderes y
expertos en cada campo de manera que renunciamos a nuestra propia fuerza,
rebajamos nuestras propias habilidades y nos eliminamos nosotros mismos. Pero de
vez en cuando los americanos rechazan esta idea y se rebelan”.
Agotadas las
opciones políticas del establishment en sus versiones pretendidamente
progresistas (Obama y Clinton), descarrilada la única opción capaz de inspirar
la esperanza (Bernie Sanders, saboteado por su propio partido) y ante el
inminente giro fascista en el desarrollo imperialista de los Estados Unidos,
¿será la presidencia de Trump el catalizador para una auténtica rebelión
democrática y para la construcción de alternativas posneoliberales, surgidas
desde el corazón de una sociedad estadounidense más consciente de las
verdaderas causas de su crisis y de sus responsabilidades nacionales y
globales?
América Latina
demostró al mundo que es posible resistir y vencer al neoliberalismo, aunque
ello suponga enfrentarse a poderosos intereses y librar largas y cruentas
batallas. No hay garantía de victoria final, pero en esa lucha van las
esperanzas de un futuro distinto, con más justicia social y solidaridad. Ojalá
los estadounidenses valoren lo sucedido, se organicen y emprendan la marcha por
los caminos de la reinvención de su democracia.
y Twitter: @escuelanfp
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