Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Muchos expertos ya anuncian que el agua potable será el oro
del futuro. Y ningún ciudadano de la zona Sur de La Paz pone en duda la
afirmación. El hecho de carecer del preciado elemento por cerca de una semana
nos ha convertido —súbitamente— en preocupados habitantes de un planeta que se
enfrenta al cambio climático que (hemos descubierto) aparece no solo como
problema en la Tv, sino que también toca a nuestras lindas casitas de clase
media.

Según el Censo de Población y Vivienda de 2012, 2 millones
de personas en Bolivia no acceden al agua potable. Y a pesar de los esfuerzos
de Mi Agua y la inversión de cerca de Bs 8.000 millones, algunos departamentos
como Cochabamba (69%), Beni (52%) y Pando (46%) todavía no alcanzan metas de
cobertura aceptables.
El calentamiento global ya está alterando las condiciones de
vida del planeta y si se sigue con esa tendencia, las consecuencias serán muy
graves para todos los seres vivos. Por todo ello, es un error que en Bolivia al
hablar de la escasez del agua nos limitemos a culpar a EPSAS, al desperdicio
del Carnaval o a Dios, que no nos envía lluvias. Tenemos necesariamente que
incluir en el análisis la responsabilidad en los desmontes, los chaqueos, las
quemas y sobre todo al uso indiscriminado del agua por parte de la minería.
Recordemos que, según datos recogidos por el INE en el Censo
Agropecuario, un 40% del agua que abastece a las comunidades rurales del país
está afectada por contaminación. Este problema obedece a varios factores, entre
los que destacan la basura doméstica, las aguas servidas, los productos
agroquímicos, los desechos industriales y los relaves de la minería.
Por otro lado, el proceso de deforestación en Bolivia
durante los últimos 20 años se ha triplicado, con un promedio de pérdida de más
de 100.000 hectáreas anuales. La deforestación es sin duda la causa principal
del calentamiento global y su incremento hace que se produzcan cambios en el
ciclo del agua y aumente la sequía. Según los medioambientalistas, para
proteger el clima hay que proteger los ciclos de la naturaleza centrándonos en
los bosques, ya que éstos generan un microclima que ayuda a conservar las
estaciones.
La crisis ambiental nos debería hacer entender que, más allá
de nacionalidades o identidades de clase o regionales, somos una comunidad
humana que es interdependiente ecológicamente. Lo que contamina uno de nosotros
afecta a todos. Como ya se dijo desde la cumbre de Tiquipaya, las consecuencias
del cambio climático afectan a todo el planeta sin importar fronteras, pero,
irónicamente, son las naciones más pobres las que sufren los efectos más
devastadores. Pensemos en todo esto mientras esperamos que EPSAS nos
proporcione unas horas de agua esta semana.
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