Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Javier Larraín Parada
A Mario Roberto Santucho y Miguel Enríquez
Agonía de la esperanza
Fue entre el 1 y 12 de junio de 1929, en la ciudad
de Buenos Aires, Argentina, cuando se realizó la Primera Conferencia Comunista
Latinoamericana, a la cual asistieron delegados provenientes de quince países:
Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Cuba, Ecuador, El Salvador,
Guatemala, México, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.
Cuentan los asistentes al cónclave que el “robo de
la película” se dio con la áspera discusión entre el delegado argentino y
miembro del Secretariado Sudamericano del Komintern (1919-1943), Vittorio
Codovilla, y los delegados del Partido Socialista Peruano, enviados por José
Carlos Mariátegui, el obrero textil Julio Portocarrero, y el joven médico Hugo
Pesce, futuro amigo de Ernesto Che Guevara.
Pero, ¿cuáles fueron los puntos de discusión?
Concepciones encontradas –y antagónicas– respecto al antiimperialismo, la
cuestión india, composición del partido y, lo más importante, el horizonte
emancipador, la naturaleza de la Revolución en nuestra América.
Las tesis creadoras y rebeldes del Amauta fueron ampliamente derrotadas,
cayendo sobre el comunismo nativo todo el peso del escolasticismo soviético –a
esa altura estalinista–, cerrándose de golpe un primer ciclo
comunista-revolucionario nuestroamericano, donde las ideas de hombres como
Julio Antonio Mella, Luis Emilio Recabarren, José Ingenieros, José Carlos
Mariátegui, entre otros, serán relegadas y reemplazadas por un pacato, mecanicista
y pobre doctrinarismo proveniente de la URSS, que, durante décadas, trocará el “aquí
y ahora” de la lucha por el comunismo, por una concepción etapista de la
revolución, en la que el horizonte de la misma no sería otro que la “lucha por
la liberación nacional”, conduciendo a terapia intensiva a una ya agónica
esperanza.
El sueño de lo posible
Fidel contaba
con sólo 32 años cuando, desde el balcón del Ayuntamiento, en el Parque
Céspedes de Santiago de Cuba, el 1 de enero de 1959 declara: “La República no
fue libre en el 95 y el sueño de los mambises se frustró a última hora. La Revolución no se realizó en el 33 y fue frustrada
por los enemigos de ella. Esta
vez la Revolución tiene al pueblo entero, tiene a todos
los revolucionarios, tiene a los militares honorables. ¡Es tan grande y tan incontenible su
fuerza, que esta vez el triunfo está asegurado!”

La
década del cincuenta sorprende a Fidel como abogado, militante del Partido
Ortodoxo y candidato al Parlamento en 1952, agitando, denunciando y organizando
la resistencia popular contra la dictadura burguesa y pro yanqui de Fulgencio
Batista, trazando y aplicando una
estrategia de alzamiento armado contra el régimen el 26 de julio de 1953,
condenado a 15 años de prisión tras el intento fallido, amnistiado y exiliado,
reorganizando a los patriotas en el exilio mexicano, retornando a la Patria con
82 expedicionarios en el yate Granma, liderando la lucha guerrillera en la
Sierra Maestra; como el político revolucionario y líder de una revolución
triunfante.
Revolución de los humildes
Los
primeros veintisiete meses de la Revolución Cubana transcurren vertiginosamente
para un variopinto gobierno que promulga una profunda Ley de Reforma Agraria
(1959), expropia medianas y grandes empresas norteamericanas (1959-1960),
impulsa una campaña de alfabetización en todo el territorio nacional (1961), al
tiempo que enfrenta sendos atentados como el del sabotaje al vapor La Coubre en
el puerto de La Habana (1960).
A mayor
agudización de conflictos con la burguesía y el imperialismo yanqui, Fidel y la
dirección revolucionaria –depurada de vacilantes– se deciden por avanzar y
avanzar, dar oxígeno a aquella agónica esperanza del Amauta, hacer a un lado los dogmas medievales del comunismo
continental, desafiar las supuestas “leyes objetivas y científicas de la
historia” que aconsejaban limitar cualquier intentona de emancipación humana a
lo puramente “democrático burgués”, y declarar el socialismo en Cuba.
Como ha
hecho notar el filósofo Fernando Martínez Heredia, la revolución socialista de
liberación nacional cubana nació en la calle, en armas, con un pueblo
movilizado para combatir a los mercenarios cubanos que, financiados y
organizados por la Cía, se habían dispuesto a invadir la Isla el 16 de abril de
1961.
En
efecto, en el sepelio de las víctimas del primer ataque aéreo invasor, Fidel
sentenció: “Compañeros
obreros y campesinos, esta es la Revolución socialista y democrática de los humildes,
con los humildes y para los humildes. Y por esta Revolución de los humildes,
por los humildes y para los humildes, estamos dispuestos a dar la vida”.
¿Al centro? El hombre

¡Pero
hay más! La revolución socialista –a su juicio– sería posible porque es “de los
humildes” y “por los humildes”, nunca obra del Ejército Rebelde, ni de los
“barbudos”, ni del Che o Camilo, sino del propio pueblo.
Por
tanto, la tarea de la emancipación humana es colosal: la liberación del hombre
por el propio hombre y en comunión con los demás hombres. En esa misma dirección
es que el Che, desafiando el economicismo marxista del “socialismo real”, pudo
señalar: “Tenemos
que empezar a construir el comunismo desde el primer día, aunque tardemos toda
la vida en llegar al socialismo”.
El
cambio de las relaciones sociales, las instituciones, la materialidad e ideas
en la sociedad nueva, para el líder cubano, deben no ser superiores sino
antagónicas a las de la sociedad pasada, la capitalista; y, por supuesto, deben
tener un único centro: el hombre. O, como dijera José Martí, “la humanidad”.
Correr los límites
Martí y
Fidel, Mariátegui y Che, Lenin y Chávez, porfiadamente utópicos demuestran que
sólo “corriendo los límites de lo posible”, emancipándonos por nosotros mismos,
es factible la construcción de una sociedad justa y sin clases.
En
instantes que parecen no tener precedentes en la historia nuestroamericana, la
emancipación “de los humildes y por los humildes” ha echado andar, será labor
de todos aprehender de la obra de nuestros primeros padres y apuntar fijamente
con el dedo a quienes siempre querrán condenar a la agonía a la esperanza. ¡Sirva
la despedida del Comandante de los pobres de la tierra para continuar la lucha!
(Prof. de Historia y Geografía, Equipo editorial Correo del Alba,
Fundación PINVES Bolivia)
y Twitter: @escuelanfp
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios