Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Rafael Puente
El sorprendente triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos tiene su lado lamentable: un presidente racista, machista y grosero, un empresario tramposo y sin escrúpulos pasa a ser ahora el personaje supuestamente más influyente del mundo (si bien en realidad sabemos que las realmente influyentes son las supercorporaciones que no se molestan en ocupar sillones presidenciales). Pero tiene una ventaja política indudable y es que ahora realmente sabemos quién manda en ese país, y a quién ha sido capaz de elegir la mayoría de su población; y es que la ventaja de Trump es que no disimula: denigra, odia y discrimina sin disimulos y, por tanto, sabemos a qué atenernos.
En cambio, la señora Clinton era la clásica política que cuida de su fachada, de su perfil y que pretendía ser la antípoda de Trump. Pero, por eso mismo, resultaba más peligrosa. En los hechos, no sólo se manifiesta permanente aliada de Israel (y por tanto enemiga de Palestina), sino que ella fue la principal responsable de la destrucción de Libia; y no estoy defendiendo a Khadaffi, pero si él se degeneró y traicionó esa revolución, era el pueblo libio el llamado a pedirle cuentas, y no el Gobierno norteamericano.
Y ella fue la principal responsable del golpe militar en Honduras (un país que está sufriendo más que ninguno en nuestro continente, después de Haití por supuesto). Y fue ella la principal responsable de esa meticulosa, paulatina e inexorable destrucción de Siria, que todavía no ha terminado; y digo lo mismo, era el pueblo sirio el que tenía que arreglar cuentas con su presidente dictador y abusivo, y en ningún caso fuerzas extranjeras (y peor todavía, a nombre de un Estado esencialmente inmoral).
Cierto que es deprimente el triunfo de Trump, pero por lo menos ahora está a la vista cómo es ese Estado —o unión de estados— que domina el mundo. Y quede claro que estoy hablando del Estado norteamericano, no del pueblo estadounidense, del que siempre han salido excelentes personas, solidarias, inteligentes, críticas y luchadoras (de ahí salieron los mártires de Chicago, y luchadores como Martin Luther King, y filósofos como Noam Chomsky, y analistas como Michael Moore, y otro montón de gente humana y admirable); pero ese Estado, precisamente por ser el más poderoso, es el más representativo de esa instancia esencialmente deshumanizante que es el Estado como tal, y Trump es su mejor exponente, conviene que lo tengamos claro.
En cambio, la señora Clinton presentaba una imagen engañosa, empezando por la esperanza que generaba la eventual primera presidenta mujer de los Estados Unidos. ¿Desde cuándo el hecho de ser mujer garantiza una consecuencia despatriarcalizadora? ¿O cambió algo la situación de las mujeres en la Gran Bretaña con la señora Margaret Thatcher, o en Alemania con la señora Angela Merkel, o aquí cerca, en Chile, con la señora Michelle Bachelet? ¿Acaso Dilma o Cristina despatriarcalizaron los Estados brasileño y argentino? No, cuando una mujer preside un Estado no es el Estado el que se despatriarcaliza, sino que es la mujer la que se repatriarcaliza. La verdadera despatriarcalización sólo se dará cuando desaparezca el Estado…
Lo mismo podemos decir del racismo colonial. ¿Acaso el todavía presidente Obama ha hecho posible una disminución del racismo en los Estados Unidos? ¿Acaso durante su gobierno la población afroamericana se ha visto menos amenazada y menos ultrajada? Es mejor que en ese país los negros no se hagan ilusiones y que no se hagan ilusiones los latinos, y todo tipo de inmigrantes. Ahora, la elección de Trump sirve para eso, para que nadie se haga ilusiones, porque el nuevo presidente norteamericano no pretende disimular; dice, anuncia y grita lo que realmente piensa la clase dominante de ese país —ya sea la republicana o la demócrata—. A partir de este momento empieza a ser más posible que un día esos dos partidos dejen de ser prácticamente los únicos, y que esa población empiece a pensar mayoritariamente en otras alternativas políticas. ¡Ukhamau!
El autor es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba
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