Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Claudia Pazan
Dejando
a un lado la polémica legitimidad que una celebración como Halloween pueda
tener en nuestra cultura, la noche del 31 de octubre y el 2 de noviembre, Día
de los Difuntos, tienen como protagonista a un mismo invitado: la muerte.
Los
orígenes de la fiesta de Halloween, importada a los Estados Unidos por
irlandeses y que tiene raíces en la cultura celta, hacían alusión originalmente
al permiso que esa noche (la última noche del año, según su calendario) tenían
los muertos de salir de los cementerios y poseer el cuerpo de los vivos para
resucitar. La idea de disfrazarse de animales cumplía el objetivo de despistar
a las almas de los muertos y la terrorífica decoración debía alejar a los
espíritus malignos de las casas.
La
relación con la muerte y los muertos en occidente es un tabú. De la muerte no
se habla, se silencian los sentimientos que pueda acarrear y se aleja lo más
posible a los niños de cualquier experiencia que los lleve a vincularse con
esta realidad. Interesante es que aun cuando Halloween es el reconocimiento de
una certeza vital como la muerte sea la única oportunidad que muchos niños
tienen de reflexionar sobre ella desplazando la posibilidad de pensar esta
temática bajo coordenadas propias de nuestra cultura.
Más
escalofriante es aún, sin embargo, que la exposición y tratamiento en torno al
tema de la muerte se esté relegando a los mismos dispositivos capitalistas que
invitan al consumo desenfrenado incentivando el mercado de una serie de
artículos y comestibles en torno a dicha celebración, asentando así la
frenética batalla capitalista que hace creer que nuestro consumo no tiene fin, que la vida es
infinita, que el placer no tiene límites.
La
dictadura del placer sensual, el culto al hedonismo y al consumo ilimitado al
que la sociedad capitalista nos llama lleva inevitablemente a tener conflictos
con la finitud, pues la muerte implica además de un no-deseo, también un
no-consumo. Es en definitiva la tensión entre la realidad de nuestra vida
finita en la Tierra frente a la ficción del placer infinito que da el consumo.
Tal vez
sea este el momento de reflexionar y orientar a nuestros niños para pensar el
tema de la finitud de la vida bajo nuevos ejes, más propios y próximos a
nuestras culturas ancestrales y alejado de las ficciones capitalistas que tanto
daño hacen en otros aspectos de nuestra existencia.
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