Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Federico Escobar Zapata,
(Penitenciaría de San Pedro, La Paz,
1964)
Nací en Oruro, el 26 de noviembre de 1924. Mi padre fue obrero del ferrocarril Machacamarca - Uncía; se llamaba Francisco Eleuterio Escobar, mi madre Nieves Zapata Vda. De Escobar. Mi padre nació en Tiwanacu y llegué a conocer a mis abuelos que desde aquella región se trasladaban a La Paz con
sus burros llevando mercancías. Mi abuelita, madre de mí madre, era muy viejecita, que me exigía no dar tregua al estudio y me llevaba a la misa con frecuencia, decía ella, que era para no aumentar las penurias de nuestro hogar. Mi padre murió trágicamente en un accidente ferroviario: chocó la manilla, en la que iba, con
el tren. Yo y mis hermanos menores; Primitiva, Martha, Emilia, Demetrio y Elena quedamos huérfanos, bajo el cuidado de mi
madre. Este hecho pasó en el año 1937 cuando estudiaba en Oruro.
En Machacamarca - donde pasé toda mi niñez,
estudié en la escuela Primaria, mi profesor fue don Leónidas Lazarte.
Secundaria estudié en el Colegio Nacional Bolívar de Oruro y mis
maestros fueron los señores: José Encinas Nieto, Daniel Jiménez, Humberto
Cartagena, Manuel Sanzetenea, José Rodríguez Narváez, la señorita Marina Zuleta
y como Director el señor Bullaín, a los que siempre los recuerdo en cada
instante de mi vida por su responsabilidad y alto sentido en la conducción de
la juventud.
Minero desde los 17 años
Comencé a trabajar desde el año 1941 en el interior de la mina Siglo
XX. Fui timbrero, carrero,
chasquiri, perforista, enmaderador,
almacenero ayudante secretario y por último, secretario. Me despidieron de
Catavi en el año 1947 con
una indemnización de $b 14, con el título de agitador, juntamente con el compañero Irineo Pimentel, que ya en ese entonces tenía su
esposa Trabajé en el ingenio de Machacamarca, de donde me retiraron el año
1948, a los pocos días de haber contraído
matrimonio. Luego en Colquiri, de donde nuevamente me retiraron en 1950.
Después de la guerra civil, por haber participado en la huelga del año 1949. En
Oruro conseguí trabajo en la fábrica de fideos "Ferrari Ghezzi", como
barquillero y laboraba 12 horas diarias. Me retiré para trabajar en Huanuni
donde fui admitido por ser deportista. Regresé a Siglo XX - Llallagua el año 1952, acogiéndome al Decreto de Reocupación que
establecía que todos los retirados por asuntos sociales y políticos podían
retornar a las empresas de donde fueron despedidos.
La influencia de la madre
Mi madre tuvo una gran influencia en mi vida. Comprendía y enfrentaba
con valentía todos los problemas del hogar, las penurias de mis 5 hermanos, la
mayoría de ellos de corta edad; puesto que al habernos dejado nuestro padre,
pasábamos momentos muy difíciles. Yo tuve que dejar los estudios para acompañar
a mi madre en los negocios de queso, patos y carne de cordero, que los
obteníamos a tres leguas de Machacamarca, del lago Poopó. Nos trasladábamos a
pie con un burrito por delante. Antes de la muerte de mi padre me gustaba
realizar estos quehaceres en épocas de vacaciones.
Y fue en una de esas oportunidades, cuando retornaba con mi madre, con
los burros cargados de queso y otras mercancías, que recibimos la trágica
noticia de la muerte de mi padre. Yó debía viajar entonces de inmediato a
Oruro, para participar la infausta noticia a mis familiares, pero no
tenía ropa negra para llevar el luto. Aparecieron manos amigas y me prestaron
un ternito negro usado. Pasado el entierro mi madre recibió la indemnización y
yó, sin darme cuenta de lo que acontecería en el futuro, exigía que me comprara calzados de fútbol y una pelota.
La injusticia social
Las desgracias no vienen solas,
el negocio del queso ya no era importante, mi madre tuvo que emplearse en la
casa del señor Roberto Arce, subgerente de Catavi, con un sueldo muy bajo, Sb 1.50, y
trabajaba dieciocho horas diarias. Mientras tanto, yo y mis hermanos, vivíamos en
Machacamarca, bajo el cuidado de mi abuelita. Preparábamos patos para venderlos
en la estación del ferrocarril y ese era nuestro único medio de vida. Mi madre
hacía todo lo posible para hacernos llegar alimentos valiéndose de sus
amistades y recibimos la cooperación de la familia Rojas, especialmente de la
señora Maura Bermúdez, también viuda. La pobreza y el sufrimiento de mi familia hizo que adoptara una resolución, ir a trabajar a Catavi. Cuando
ingresé a la mina, mi madre lloró mucho y hablaba de las desgracias que les
sucedía a los mineros, los accidentes, las enfermedades y ponía mucho acento en
las injusticias que cometían con los pobres. En ese entonces yo no sabía ni me
daba cuenta de lo que era la Injusticia Social, para mí era la felicidad total
haber conseguido trabajo v recibir pulpería para poder satisfacer el hambre de
mis hermanitos.
La organización del sindicato
Como decía, cuando ingresé a trabajar en la mina, y siendo muy joven,
no me pude orientar sobre los problemas políticos. Todo mi tiempo me
absorbía el deporte, el cine v mi preparación personal para el futuro
obteniendo ascenso en los empleos de la empresa. De allí que veía con cierto
escepticismo los esfuerzos de los mineros tratando de organizarse en un
sindicato. Y es así como escuché nuevamente hablar de la Injusticia Social, al igual que mi madre. Entonces me di tiempo - más por curiosidad que
por otra cosa para asistir a algunas reuniones. Los obreros se reunían en un
local de Llallagua y todos los compañeros deseosos de defender sus intereses
sociales ponían cuotas. Escuchaba a unos y otros expresarse censurando la explotación capitalista a los obreros, los bajos jornales y los abusos de los
jefes de sección, principalmente, del Huatapaco Nogales. Ése día
descubrí un nuevo mundo.
Todo me llamaba la atención. Los obreros mineros hablaban la verdad desnuda sobre la vida, exponían sus puntos de vista francamente, sin
temor.
Yo estaba mudo y pasmado de estas cosas que no se conocen en la
escuela o en el colegio.
Y un buen día no tardé en verlos revelarse como
tigres recién despertados.
Yo me encontraba trabajando de timbrero en el
Cuadro Beza y los obreros me dijeron que
les acompañara en su lucha, que la unidad hacía la fuerza. ¡Adelante!, respondí yo. Entonces me
vi mezclado entre mis compañeros d-trabajo, reheleándome también contra las injusticias. Me trasladé
junto a ellos, hasta la bocamina de Siglo XX. En la muchedumbre airada,
nos mirábamos los unos a los
otros y nadie retrocedía. ¡Adelante! ¡Adelante! Todos nos habíamos insubordinado
contra los abusos de Huatapaco Nogales que actualmente ocupa el cargo de
Gerente en Colquiri. Al Huatapaco Nogales lo buscamos por todas partes,
desesperados, y lo encontramos en la Superintendencia de la mina. Uno de mis
compañeros lo golpeó con un barreno en la cabeza y el cuerpo del Huatapaco de
desplomó al suelo sin conocimiento. El señor Roberto Arce consiguió salvarle la
vida pidiendo clemencia a los trabajadores enfurecidos. Fueron desmanteladas las
oficinas de ingenieros y geología. Como
recuerdo de estos hechos el Huatapaco Nogales tiene una cicatriz en la frente.
La masacre de Catavi de 1942
Yo pensé que todo había finalizado, que los ánimos se habían serenado,
pero los trabajadores meses después plantearon aumento de sueldos y jornales, mediante el sindicato de
Llallagua, en el mes de noviembre de 1942. Yó seguía sin comprender muchas
cosas. Por ejemplo, la labor clandestina de los dirigentes y delegados sindicales
y la movilización masiva de los obreros que se reunían detrás del Estadio de Llallagua, secretamente según
ellos. Se hablaba que la Policía y la Sección
"Binestar" seguían los pasos de los comunistas. El comunismo, fue
otra palabra misteriosa que se me presentó para desentrañar su significado en
el futuro.
Los obreros anhelaban que se les aumentara sus jornales manifestando que no les guiaba ningún trajín
político, es decir; negaban la participación de los partidos políticos. Los
trabajadores mineros siempre dicen la verdad, por más que tengan que perder la cabeza.
Y yo, como parte de la masa minera di la razón a mis
compañeros y resolvimos días antes del 21 de diciembre de 1942, trasladarnos a
la Gerencia de Catavi para exigir justicia destrozando una vez por todas las
calumnias que se decían contra nosotros. Previniera madre de lo que iba a
ocurrir porque había visto desplazarse a las fuerzas del ejército y me llevó al
kilómetro 93, cerca de Uncía. Escuchamos el estampido de los tiros, pero yo no
me daba cuenta de lo que estaba aconteciendo. Cuando regresé al campamento con
mi madre conocí la nueva palabra: "masacre". Al pasar por la policía
vi un tendal de muertos. Los trabajadores
enfurecidos de la violencia utilizada por el ejército y el señor Patiño incendiaron una ambulancia. Esta masacre no ha sido relegada al
olvido, está descrita en las páginas de la novela "El precio
del estaño" del escritor, Néstor Taboada Terán. Pasaron los días y nadie
ingresaba al trabajo y proseguíamos en "huelga",
otra nueva palabra que había ingresado a mi vocabulario. Los
regimientos "Ingavi" de caballería y "Sucre" de infantería
controlaban y cuidaban las propiedades del magnate Patino. Tratando de que
regresáramos a labores la Gerencia expuso una tabla de bonificaciones para
todos aquellos obreros que reingresaran al trabajo. Pero, pese a la matanza de
nuestros hermanos, en el km 4, hoy campo "Maria Barzola", nosotros exigíamos que se nos aumentara los jornales. Mis compañeros tenían
miedo más que a
la metralla del
ejército, a los
"amarillos"
rompehuelgas. Denunciaban con firmeza proletaria a los
"amarillos" y para la masa su significado resultaba tan claro, como
el agua. Conseguimos del señor Patiño un aumento misérrimo del 10 %, que era
como quitar un pelo al perro.
El nivel cultural y político de
los obreros
Vivía una época especial y llegué a comprender poco a poco muchas
cosas; escuchamos hablar en voz baja del P.I.R. (Partido de la Izquierda
Revolucionaria). Como ya era joven me presenté a un cuartel para cumplir con el
Servicio Militar Obligatorio y me destinaron al regimiento "Ingavi"
de Challapata. Después de cumplir el servicio militar retorné a Cata vi e
ingresé nuevamente a la mina. El nivel político y cultural de los trabajadores
había ido aumentando y muchos problemas se estaban clarificando. En ese
entonces no se había fundado aún todavía el Partido Comunista de Bolivia; sin
embargo, los agentes de Patino ya hablaban de "extremismo comunista",
de "agitadores profesionales" y de "aumento de la
producción". No existía Partido Comunista, pero sí existían bajos jornales,
persecuciones y una juventud sin perspectiva para el futuro. En representación
del Sindicato de Empleados de Siglo XX asistí al
Congreso Minero de Colquiri en el año 1946 donde los conocí a los señores
Felipe Iñiguez y Hernán Quiroga, luchadores y patriotas. En el año 1944 le
conocí en Huanuni a Juan Lechín Oquendo, quién había viajado a esa localidad
componiendo el equipo de fútbol de “Llallagua" y advertí que ya se hablaba
de la organización de la Federación Nacional de Mineros.
Su esposa Alicia y sus siete hijos
En 1947 cuando me echaron de la Empresa Catavi tuve que regresar a
Machacamarca y es ahí donde la conocí a la señora Alicia Chavarría, fue en un
baile propiciado por
el Club Atlélico Ferroviario. Y llegamos hasta el Altar nos casamos en 1948 por Civil e Iglesia. Hoy como ayer continuamos
unidos por el camino de la vida. Alicia fue avisada de mis ideales antes de que contrajera matrimonio. Fuimos y somos
muy leales, encontrándonos ahora como en los primeros días de enamorados, con
un profundo y entrañable amor pese al tremendo vía crusis que estamos pasando.
No hay mayor satisfacción para mí que cuando estoy con Alicia rodeado de mis
siete hijos. Emilse, Rosario, Magali, Fernando, Krupskaya, Hernán y Fidel el
octavo llegará el próximo mes de julio. Como verán, la cama de los pobres es
muy fértil.
Alicia es la penúltima hija de don Santos Chavarría y doña Benigna
Vega, Alicia no ignora los problemas y los anhelos de los sufridos trabajadores
de las minas de nuestra patria, es componente del "Comité de Amas de
Casa" de Siglo XX y maneja con destreza las herramientas de la
crítica y autocrítica. La parte mayor y efectiva de mi labor sindical se lo
debo a Alicia.
Cuando hablan los dólares americanos, las Leyes bolivianas se callan
Yó soy miembro del Partido
Comunista de Bolivia y dentro de la labor sindical trabajo por mis hermanos de
clase con un alto sentido democrático En las elecciones sindicales siempre
formamos listas unitarias con participación de todos aquellos que se distinguen
en la defensa de la clase obrera. En el sindicato las elecciones unas veces se
efectúan por aclamación y otras por voto secreto. Bajo los dos sistemas siempre
se ha impuesto el criterio de los compañeros mineros. Yó, por más de ocho años
ocupé el cargo de Control Obrero de Siglo XX de la Empresa
Catavi. Ahora soy Secretario de Organización de la Federación Sindical de
Trabajadores Mineros de Bolivia y mi compañero de trabajo y prisión, Irineo
Pimental es Secretario de Conflictos. Cuando desempeñaba el cargo de Control Obrero,
elegido democráticamente por las bases, el Presidente Paz Estensoro anuló el
Decreto Ley que establecía el cargo de Control Obrero en las minas
nacionalizadas v me retiró del trabajo en octubre del año pasado con una
indemnización de $b 9.500. Los reclamos de mis compañeros fueron vanos y una
vez más estoy convencido que cuando los dólares del imperialismo norteamericano
hablan, las leves y los tratados de nuestro sometido pueblo boliviano se callan.
Terrorismo y apresamiento
Irineo Pimentel y yó fuimos apresados por la Policía y representantes
del Departamento del Control Político, dependientes del Gobierno, después de
realizado el Congreso Minero de Colquiri, en el camino Caracollo - Colquiri,
más de 25 esbirros armados de carabinas y pistolas ametralladoras, dispararon
contra el jeep en el que viajábamos, habiendo sido herido el hijo del dirigente
Lucio Arenas que, como consecuencia de la herida producida, perdió un ojo.
También cayó herido el obrero Nicolás López, gran amigo y luchador que no ha escatimado
esfuerzo alguno en defender en ningún momento al Sindicato de Siglo XX. Algunos disparos del fuerte tiroteo hicieron impacto en las llantas
del jeep que ocasionó que fuera a dar a la cuneta.
La clase obrera encarcelada en
San Pedro
En la penitenciaria de San Pedro de La Paz me encuentro injustamente
encarcelado junto a Ireneo Pimentel y Jorge Zaral, dirigentes mineros de Siglo XX v Huanuni, hay otros dirigentes sindicales que también están
encarcelados, cuya nómina es la siguiente:
Uyuni: Teodoro Cáceres, Severino Cáceres, Eloy Mamani, José Escalante,
Armando Caballero, Luis Tellería, Juan Váida, Hugo Salazar, Rigoberto Arnez.
Campesinos de Reyes: Ricardo y Felipe Humaday y Pedro Aramayo Tuno.
Fabril: Orlando Figueroa, Secretario Permanente de la
Federación Departamental de Trabajadores Fabriles de la Paz.
Caracoles: Eufronio Claure Moya.
Dirigentes campesinos: Eugenio Mamani, Mariano Quijano, Pacífico
Quispe, Luciano Guambo, Pablo Segundo Quijano, Rufino Pacheco, Pablo Pacheco,
Marcelino Limache, Celestino Guambo y Felipe Mamani Apaza.
Yó ahora en la cárcel me dedico a estudiar y escribir, pero me es muy
difícil por las muchas preocupaciones que tengo por la suerte de mi madre,
esposa e hijos desamparados. Y mi familia sigue viviendo en Siglo XX ya que no dispongo de casa en ninguna parte recibe la cooperación y
ayuda de mis compañeros mineros que son muy solidarios y están firmes en la
lucha.
Habrá un porvenir mejor para los obreros bolivianos
Para finalizar este ligero esbozo biográfico debo decir que mi dolor y
mi tragedia son más que el dolor y la tragedia del pueblo y la clase obrera
boliviana. La Injusticia Social de que me hablara mi madre, hace mucho tiempo
sigue vigente.
Los campamentos mineros son campos de concentración en los que se
amasan fortunas para engrosar más el capital del imperialismo norteamericano y
la burguesía nacional financiera. En las familias de la clase obrera sigue
reinando el hambre, la miseria y las enfermedades. "LOS NIÑOS HUÉRFANOS Y LAS
MADRES ANGUSTIADAS, Y LOS JÓVENES QUE NO ENCUENTRAN TRABAJO, DEBEN CONVENCERSE DE UNA VEZ POR TODAS QUE DE ESTE ESTADO DE CATÁSTROFE SÓLO LES
LIBERARÁ SU LUCHA DECIDIDA Y
ORGANIZADA" Deben comprender que después de esta
noche de tinieblas en las que vivimos habrá un porvenir mejor.
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