Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: José Pimentel Castillo
Su acción
le llevó al convencimiento de que solo estando con las masas viviendo y
sintiendo con ellas se las podría orientar en su lucha: la expresión
democrática de éstas en asambleas era la línea que debían llevar los dirigentes
más allá de las instrucciones del partido. “El Sindicato minero de Siglo XX es
apartidista, no es apolítico”, esta frase de Federico Zapata, expresada en el
XIII Congreso Minero en 1966 (discurso en Siete suyos, el 23 de mayo de 1966),
rompe con la tradición leninista de que el sindicato es la cadena de
transmisión de línea del partido, expresión de la pureza del pensamiento
revolucionario. ¿Es un desliz o una profunda convicción del líder minero, en
ese instante Secretario General del Partido Comunista de Bolivia Congreso
Extraordinario? Para respondernos, pongámonos en el contexto la vida de Federico,
nacido en Oruro en 1923 y que murió en una Clínica de la Comibol en La Paz el 7
de noviembre de 1966, luego de ser internado por una fractura de brazo. El
mismo día el Che comienza su diario en Ñancahuazú.
En el
período 1960-64, el sindicato de siglo XX se había convertido en fortín de la
defensa de las banderas de abril, sectorialmente en la defensa de la Comibol
(Corporación Minera de Bolivia), como empresa autónoma directora de toda
actividad minera nacional, en la lucha por las fundiciones de estaño y la
participación de los obreros en la dirección de la empresa estatal.
El
liderazgo carismático de Federico obligó al gobierno de Víctor Paz Estenssoro a
detenerlo dos veces entre 1961 y 1963, dictar tres estados de sitio sucesivos
para imponer sus medidas: el Plan Triangular y la conducción de la Comibol por
el grupo Asesor extranjero. El liderazgo de Escobar lo proyectaba en el ámbito
nacional, era miembro del Comité ejecutivo de la Federación Sindical de
Trabajadores Mineros de Bolivia (Secretario de Organización), candidato a
Vicepresidente por su partido en las elecciones de 1964 (10 días antes de las
elecciones el Partido Comunista de Bolivia decidió abstenerse) y finalmente
llevó a que Federico se convierta en secretario general del PCB – Congreso
Extraordinario. El Gobierno norteamericano lo había declarado su enemigo y
ordenó su liquidación, al igual que de Irineo Pimentel.
Su
liderazgo le obligaba a una meditación responsable. “es necesario poner la
cabeza en cada uno de los problemas y no poner las patas”, decía. Esta vida
azarosa tiene, sin embargo, dos sucesos que calan en el pesar de Federico.

1965. Luego
de dar el golpe de Estado y derrocar a Paz Estenssoro en 1964, el militar René
Barrientos, con el Sistema de Mayo, dispersó al movimiento sindical. Federico
salió al exilio, al igual que muchos dirigentes, otros estaban presos, los
despedidos se dispersaban en el país. Sin embargo, la lucha continuaba:
silenciosa y astutamente, los núcleos mineros se reagrupaban, se formaban los
comités de base, para solucionar problemas concretos de la gente. Paralelamente
surgieron los comités clandestinos, cada uno bajo tutela de un partido que, a
través de volantes, daba línea y provocaba acciones al margen de la decisión de
las bases. Los partidos que impulsan los comités clandestinos fueron el POR y
el PCB – Congreso Extraordinario, provocando confusión y división, evitando la
reorganización legal de los sindicatos, difícil y limitada, pero en última
instancia democrática. Federico no estuvo presente en esa acción, el exilio y
luego la cárcel se lo impidieron, pero su presencia en el XIII Congreso de
Siete Suyos (mayo 1966) rectificó la posición de su partido que buscaba
llevarlo a la Secretaria General de la FSTMB. “nosotros les decimos a los
militantes de los partidos políticos que es necesario servir a la clase obrera
y que no se sirvan de ella”, dijo.
En el
marco de las resoluciones del Congreso participó en un Comité Ejecutivo de la
FSTMB unitario en la Secretaría de Conflictos – “en las elecciones sindicales
siempre formamos listas unitarias con participación de todos aquellos que se
distinguen en la defensa de la clase trabajadora” -; solo se excluyeron los del
Partido Obrero Revolucionario, de tendencia ultraizquierdista. Su acción le
llevó al convencimiento de que solo estando con las masas, viviendo y sintiendo
con ellas se las podría orientar en su lucha: la expresión democrática de éstas
en asambleas era la línea que debían llevar los dirigentes, más allá de las
instrucciones del partido; lo contrario era dividir al movimiento obrero; la
unidad era el gran factor de la victoria y, como decía Federico, había que
cuidarla como a la niña de sus ojos.
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