Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Esteban Ticona Alejo
Rodolfo Stavenhagen (1936-2016) escribió, entre otros: Siete
tesis equivocadas sobre América Latina (1965); La cuestión étnica; Derechos
humanos de los pueblos indígenas; Conflictos étnicos y estado nacional; entre
la ley y la costumbre: el derecho consuetudinario indígena en América; Derecho
indígena y derechos humanos en América Latina. En ocasión de su visita a
Bolivia, a mediados de 2008, cuando
fungía como Relator de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas, tuve una
larga conversación con él, de la que ofrezco un fragmento.
–Recuerdo
dos obras de Pablo González Casanova, La democracia en México (1965) y Sociología de la explotación (1969), en ambos trabajos conceptualiza qué es el colonialismo interno.
-Sí, así es, efectivamente, sí.
-Usted
compartió este debate con Pablo González Casanova. Pasaron más de 40 años. Las
ciencias sociales en Bolivia tuvieron una influencia muy importante de los
trabajos de González Casanova, derivó incluso en redefinir dicho concepto desde los 80, 90. Un ejemplo es
Silvia Rivera, pero también Fausto Reinaga y otros. ¿Cómo fue ese momento, hace
40 años? ¿Cuál la conexión de “colonialismo interno” con la realidad actual?
¿Lo ve más o menos útil?
-Es un concepto que tiene, desde luego, su validez analítica
en la situación latinoamericana y no solo latinoamericana, porque también se ha
utilizado en otros análisis científicos sociales, por ejemplo, en el caso de Estados
Unidos, del Reino Unido, en algunos países asiáticos.
En América Latina comenzó a mediados de los 60. Hubo una
revista llamada América Latina que sacaba el Centro Latinoamericano de
Investigación en Ciencias Sociales con sede en Rio de Janeiro, Brasil, del que
yo era secretario general; yo era el editor de esa revista y entonces en el 64
sacamos un artículo del profesor Pablo González Casanova, que él había
preparado sobre este tema y que estaba desarrollando en México, y sobre el cual
yo había tenido oportunidad de hablar con él, por que González Casanova había
sido maestro mío, yo trabajé con él a principios de los 60 en la Universidad
Nacional Autónoma de México. Le pedí un artículo que era parte de un libro que
después sacó que es Sociología de la explotación. En el número siguiente de la
revista yo saqué otro sobre el tema, que era parte de una tesis que estaba
terminando para la Universidad de París,
mi tesis de doctorado.
El artículo “Clases, colonialismo y aculturación: ensayo
sobre un sistema de relaciones interétnicas en Mesoamérica” que salió allí y el
libro del que forma parte se llama las clases sociales en las sociedades
agrarias, publicado por Siglo XXI en 1968 y que sigue disponible porque han
hecho otras ediciones y se ha publicado también en otros idiomas.
En esa época, en el pensamiento socio-antropológico sobre la
situación en América Latina dominaba el enfoque comunitario en los estudios de
los pueblos indígenas.
La antropología latinoamericana y los estudiosos de otros
países que llegaban y se concentraban en tal o cual comunidad indígena, hacían
sus monografías, etc. Y la idea que predominaba era que había dos sociedades
diferentes, que eso provenía de la sociología alemana y en otras partes se
utilizaba el concepto de sociedad dual, que nuestros países latinoamericanos
eran sociedades duales. El antropólogo norteamericano Robert Redfield había
hecho estudios en los 30 y 40 en México y había desarrollado la idea del Continuum
Folk Urbano, diciendo que por un lado existían la sociedad llamada folk, es
decir, “primitiva”; y, por otro lado, la sociedad moderna industrial, y eso en
los 50 y 60 se volvió una especie de mantra de las ciencias sociales, que
decían: no pues, hay sociedades duales, por un lado una sociedad tradicional
arcaica, indígena generalmente, aunque no necesariamente solo indígena; y, por
otro, la sociedad moderna occidental,
orientada al mercado y que el proceso de cambio es de sociedad arcaica,
tradicional a la sociedad moderna. Y que eso debía ser la política de los
Estados: lograr que las sociedades atrasadas se incorporaran a la modernidad,
tal como definían el paradigma sociológico contemporáneo, hegemónico y que era
la política de los Estados.
Muy pronto vimos, y lo vio González Casanova, que después lo
analizó bien en su libro La democracia en México, y yo también en mi tesis de
doctorado y en el artículo Siete tesis equivocadas sobre América Latina, que
salió en 1965 en un periódico en México, que luego fue reproducido en otras
partes. En éste se hizo una critica a esa visión de América Latina, proponiendo
visiones alternativas y una de éstas era encuadrar la supuesta sociedad dual en
el marco de un sistema total que se derivaba del colonialismo de la conquista
de América y la integración en un sistema mundial, y que se repetía al interior
de los países este modelo de explotación, de creación de desigualdades y que le
llamamos “colonialismo interno”; que después se fue elaborando, otras personas
utilizaron otros términos como “el desarrollo del subdesarrollo”, etc.
Pero se rompió la idea de las sociedades duales, de dos
sociedades paralelas, independientes la una de la otra, sino que ambos polos,
ambos extremos de tipos de sociedad, si se puede llamar así, derivaban de un
proceso colonial. De una colonialidad, diría Aníbal Quijano hoy, del poder; que
se repetía en el marco de los Estados nacionales; y esto no ha cambiado ni con
la modernización ni con la globalización, ni con el giro neoliberal en los
países. Ahora, que en Bolivia se este retomando este concepto y se esté
vinculando a un proceso de descolonización me parece realmente muy interesante,
muy sano, teóricamente es un desafío para las ciencias sociales.
-La
antropología, la sociología o la ciencia política con ancestro europeo y con un
eje colonial, ¿cómo podrían contribuir para Bolivia, pensando en la formación
para la descolonización?
-Creo que la Academia tiene una responsabilidad muy grande
en este proceso, además de los centros de investigación y enseñanza superior.
En primer lugar, para ayudar a conocer la realidad, haciendo los estudios
necesarios. Segundo, para ayudar a
conformar planes, programas y proyectos, coadyuvando con el proceso de
cambio iniciado por el actual Gobierno. Eso no quiere decir que la academia se
tenga que subordinar a objetivos políticos gubernamentales o estatales, pero
puede coadyuvar desde su perspectiva de investigación independiente, de
capacidad analítica, de niveles de desarrollo tecnológico, científico, etc.
Tiene la responsabilidad de coadyuvar a un proceso de cambio en beneficio de las grandes mayorías y, en términos
concretos, en beneficio de los pueblos indígenas de este país.
Y tercero, la academia como siempre ha sido y se espera que
siempre mantenga esa postura desde un punto de vista de libertad de enseñanza,
libertad de expresión, independencia, pues desarrolla modelos analíticos,
teorías, conceptos y categorías que sirven para ubicar y entender e interpretar
los procesos de cambio y, por tanto, las actividades, la praxis; es la vieja
relación entre teoría y práctica y, obviamente, entre quienes están en el que
hacer cotidiano.
En un ministerio, en un programa de base, en las
comunidades, no tiene siempre la oportunidad de participar en un proceso de
reflexión. Las ciencias sociales son básicamente ciencias reflexivas, no solo
son como ciencias naturales, también son ciencias empíricas, hacen estudios,
miden, cuantifican, recogen testimonios, etc.; si no son ciencias reflexivas,
tienen que pensar el momento de pensar la sociedad; pensar los procesos, las
contradicciones, las dinámicas; identificar los obstáculos, sugerir
alternativas y también presentarlas en una forma que sea comprensible para el
gran público y que tenga utilidad. Esto no quiere decir que la ciencia social
nada más tiene que servir a la acción. Tiene un vínculo con la acción, pero no
tiene necesariamente solo que seguir a la acción; al contrario, tiene que
mantener cierta distancia para precisamente poder vincular teoría y praxis en
un proceso realmente de fecundación mutua, a partir de la academia. Yo creo que
la academia tiene una responsabilidad muy grande en el momento actual.
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