Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Delfín Arias Vargas
“Bolivia
se nos muere”, fue la infame frase con la que en 1985 el neoliberalismo
implementó una política económica que, si bien frenó la hiperinflación (1982 y
1985), achicó el Estado, privatizó las empresas públicas, favoreció al capital
transnacional, precarizó la estabilidad laboral, eliminó las conquistas
sociales, echó a la calle a decenas de miles de trabajadores y enajenó la
riqueza de la Patria.
El
pueblo pagó la factura del despilfarro de las dictaduras militares (1964-1982)
que gobernaron Bolivia en complicidad con políticos que, tras la recuperación
de la democracia el 10 de octubre de 1982, sabotearon desde el Congreso la
gestión del gobierno de Hernán Siles, período en el que se desató la
hiperinflación.
Según
Waldo Rivera Cruz, la hiperinflación alcanzó el 23.447% a septiembre de 1984 y
la aguda debacle y la marcada crisis social dieron paso en agosto de 1985 al
gobierno del MNR, que dio senda a la estabilización macroeconómica y la
reestructuración capitalista nominada ‘Nueva Política Económica’, bajo el
asesoramiento del economista estadounidense Jeffrey Sachs e impuesto por el
Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
El 29
de agosto de 1985, el presidente Víctor Paz (MNR) pronunció aquella célebre
frase al promulgar el Decreto Supremo Nº 21060, que impuso la política de libre
mercado y puso fin al capitalismo de Estado vigente tras el triunfo de la
revolución del 9 de abril de 1952.
La
medida provocó una huelga general de la COB, pero el régimen respondió con una
dura represión policial y militar al movimiento popular, decretó el estado de
sitio y confinó a cientos de dirigentes sindicales y políticos en localidades
del norte del país.
Es
cierto que el 21060 controló la hiperinflación y redujo el déficit fiscal, pero
congeló los salarios, incrementó el precio de la gasolina para que YPFB
financie más del 50% de los ingresos del TGN, disminuyó los gastos del Estado e
impuso un cambio real y flexible de la moneda —desapareció el peso y renació el
boliviano con la reducción de seis ceros— y dolarizó la economía con el
‘Bolsín’, controlado por el Banco Central.
El MNR
y sus aliados (ADN y el MIR) le dieron un barniz legal a la libre contratación
y la “relocalización” de trabajadores, eufemismo bajo el cual despidieron de
sus fuentes laborales a miles de asalariados, y decretaron el cierre de las
minas nacionalizadas.
La
estrategia neoliberal abarcó en Bolivia la privatización de las empresas
públicas, la liberación total del comercio exterior, la configuración de un
sistema jurídico a favor de una élite económica sujeta a exiguas cargas
tributarias, y redujo la intervención del Estado en los medios de producción.
No
obstante, la ‘Nueva Política Económica’ entró en una aguda crisis en febrero de
2003 y provocó el enfrentamiento armado entre policías y militares, en un
contexto político de protesta social por la decisión del gobierno de imponer un
12,5% de impuesto fijo a los salarios para reducir el déficit fiscal del 9%.
Hubo al menos 18 muertos y un número indeterminado de heridos
La
crisis alcanzó su cúspide con la rebelión popular de octubre del mismo año,
cuando el pueblo se opuso a la exportación del gas natural a Estados Unidos,
vía un puerto chileno, lo que obligó a Sánchez de Lozada a renunciar a la
Presidencia y huir de Bolivia, no sin antes dejar un tendal de muertos (67) y
heridos (al menos medio millar).
La
crisis del Estado neoliberal catapultó a nuevos actores políticos en los
espacios de decisión del Estado: las agrupaciones ciudadanas, las
organizaciones indígenas y los movimientos sociales que se aglutinaron en torno
al liderazgo de Evo Morales.
Tras
vencer en las elecciones generales del 18 de diciembre de 2005 con el 53,7% de
los votos, Morales tomó el mando del país el 22 de enero de 2006. En lo
político asumió la restitución de la soberanía nacional con la nueva
Constitución Política del Estado, instauró la soberanía económica con la
nacionalización de los recursos naturales; y en lo social redistribuyó la
riqueza.
Y en
ese nuevo escenario político, social y económico emergieron conceptos como
vivir bien, pluralismo económico, economía comunitaria, socialismo comunitario
y capitalismo andino-amazónico.
En esta
concepción político-económica, a decir de Jorge Castañeda, se clasifica y
caracteriza a la nueva izquierda latinoamericana en dos izquierdas antagónicas:
la ‘buena’ o socialdemócrata y la ‘mala’ o populista.
La
primera, funcional a los intereses del capitalismo; y la segunda, alternativa
cierta en pos de la soberanía, independencia e integración regional en torno a
la Gran Patria Latinoamericana que soñara el libertador Simón Bolívar.
En ese
camino se inscribe la implementación de la economía mixta, donde el Estado
ejerce la dirección integral del desarrollo económico, en su planificación y
tiene fuerte presencia directa a través de empresas públicas y estratégicas, lo
que establece una economía sólida con estabilidad, justicia social y la
provisión de alimentos de consumo masivo.
La
intervención del Estado en sectores estratégicos de la economía boliviana,
ligada al Plan Nacional de Desarrollo, generó mayor espacio para el desarrollo
de la actividad privada campesina, comunitaria y empresarial, lo que se expresó
en menores presiones fiscales, monetarias y, por ende, aumentó la oferta
interna y las exportaciones.
Si el
neoliberalismo embaucó durante 20 años al pueblo con el “Bolivia se nos muere”
y con leyes antinacionales entregó la soberanía y la riqueza de la Patria al
imperialismo; el proceso de cambio desnudó la vil como falaz patraña que se
había orquestado: Bolivia no se nos muere ni se nos morirá mientras su pueblo
luche y trabaje por ella.
Han
transcurrido 32 años desde la imposición del 21060 y 11 años desde la elección
del primer presidente indígena y hoy Bolivia es un país soberano que avanza por
el camino del desarrollo, bajo una renovada como fortalecida democracia y con justicia
e inclusión social que redistribuye los excedentes económicos entre sus hijos
menos favorecidos.

Y esos
logros son muy buenas noticias para millones de bolivianas y bolivianos, pero pésimas
para quienes tienen en la falacia su único argumento para manipular, a través
de los medios de desinformación, la conciencia del pueblo.
Sin
embargo, el ingreso de Bolivia a la era de la industrialización es un hecho
innegable que impugna al discurso embaucador, a la mentira financiada y a la
impostura de los enemigos de la Patria.
Comunicador
social y periodista. Fue docente universitario.
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