Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
“Una falla del pensamiento feminista es creer que la violencia de género es un problema de hombres y mujeres”
Entrevista
a Rita Segato
Ha escrito innumerables trabajos a partir
de su investigación con violadores en la penitenciaría de Brasilia, como perito
antropológico y de género en el histórico juicio de Guatemala en el que se
juzgó y condenó por primera vez a miembros del Ejército por los delitos de
esclavitud sexual y doméstica contra mujeres mayas de la etnia q’eqchi, y fue
convocada a Ciudad Juárez a exponer su interpretación en torno a los cientos de
femicidios perpetrados en esa ciudad.
Su currículum es largo e impresionante.
Más allá de todo prejuicio escandalizador, Segato ha propuesto una mirada
profunda sobre la violencia letal sobre las mujeres, entendiendo a los
femicidios como una problemática que trasciende a los géneros para convertirse
en un síntoma, o mejor dicho, en una expresión de una sociedad que necesita de
una “pedagogía de la crueldad” para destruir y anular la compasión, la empatía,
los vínculos y el arraigo local y comunitario.
Es decir todos esos elementos que se convierten
en obstáculo en un capitalismo “de rapiña”, que depende de esa pedagogía de la
crueldad para aleccionar. Es, en ese sentido, que el ejercicio de la crueldad
sobre el cuerpo de las mujeres, pero que también se extiende a crímenes
homofóbicos o trans, todas esas violencias “no son otra cosa que el
disciplinamiento que las fuerzas patriarcales imponen a todos los que habitamos
ese margen de la política, de crímenes del patriarcado colonial moderno de alta
intensidad, contra todo lo que lo desestabiliza” (*).
- En el marco del alarmante crecimiento
de los casos de violencia de género, ¿podría profundizar en el concepto que
desarrolló de que la violencia letal sobre la mujer es un síntoma de la
sociedad?
- Desigualdad de género, control sobre el
cuerpo de la mujer, desde mi perspectiva, hay otras feministas que no
coinciden, acompañan la historia de la humanidad. Sólo que, contrariamente a lo
que pensamos y a eso que yo llamo prejuicio positivo con relación a la
modernidad, imaginamos que la humanidad camina en la dirección contraria. Pero
los datos no confirman eso, al contrario, van en aumento. Entonces tenemos que
entender cuáles son las circunstancias contextuales e históricas.
Una de las dificultades, de las fallas
del pensamiento feminista es creer que el problema de la violencia de género es
un problema de los hombres y las mujeres. Y en algunos casos, hasta de un
hombre y una mujer. Y yo creo que es un síntoma de la historia, de las
vicisitudes por la que pasa la sociedad. Y ahí pongo el tema de la precariedad
de la vida. La vida se ha vuelto inmensamente precaria, y el hombre, que por su
mandato de masculinidad, tiene la obligación de ser fuerte, de ser el potente,
no puede más y tiene muchas dificultades para poder serlo. Y esas dificultades
no tienen que ver como dicen por ahí, porque está afectado por el
empoderamiento de las mujeres, que es un argumento que se viene utilizando
mucho, que las mujeres se han empoderado y que los hombres se han debilitado
por ello y por lo tanto reaccionan así…No. Lo que debilita a los hombres, lo
que los precariza y los transforma en sujetos impotentes es la falta de empleo,
la inseguridad en el empleo cuando lo tienen, la precariedad de todos los
vínculos, el desarraigo de varias formas, el desarraigo de un medio
comunitario, familiar, local… en fin, el mundo se mueve de una manera que no
pueden controlar y los deja en una situación de precariedad, pero no como
consecuencia del empoderamiento de las mujeres, sino como una consecuencia de
la precarización de la vida, de la economía, de no poder educarse más, leer
más, tener acceso a diversas formas de bienestar.
Y eso también va en dirección de otra
cosa que vengo afirmando: que hay formas de agresión entre varones que son
también violencia de género. Yo afirmo que los varones son las primeras
víctimas del mandato de masculinidad. Con esto no estoy queriendo decir que son
víctimas de las mujeres, y quiero dejarlo bien en claro porque se me ha
entendido de una manera equivocada muchas veces.
Estoy diciendo que son víctimas de un
mandato de masculinidad y una estructura jerárquica como es la estructura de la
masculinidad. Son víctimas de otros hombres, no de las mujeres. Y esto también
quiero dejarlo en claro, no es que el hombre se volvió impotente porque las
mujeres se potencian, sino que se volvió impotente porque la vida se volvió precaria
y los deja impotentes.
- Muchas mujeres reciben esta violencia
como algo normal. ¿Por qué?
-
Por eso, sobre todo en España, al principio, cuando en las primeras campañas
por los derechos de la mujer empezaron a aparecer estas mujeres golpeadas en la
televisión, fue muy fuerte y causó mucho impacto. Plantear que la violencia
doméstica es un crimen creo que fue el mayor avance de la Convención sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw), es
decir, que algo que es una costumbre puede ser un crimen. Es dificilísimo sobre
todo en el campo del derecho dar ese paso, porque el derecho es como la
santificación de todo lo que es la costumbre como ley. Pero la Cedaw dice: esta
costumbre es un crimen, no puede ser transformada en ley. En ese caso de la
violencia doméstica, de las violaciones domésticas se ha marchado en el camino
de comprender que es un crimen. Ahora, lo que nos da a nosotros una pauta, una
luz para entender mejor todo ese tema, es que cuando hay un óbito, cuando
aparece un cuerpo, un asesinato de mujer nunca fue natural, ni antes ni ahora
ni nunca.
Y ahí vemos que hay una dificultad del
derecho y del Estado en ganar terreno en este campo. Porque, sin ninguna duda,
están en aumentando cada vez los feminicidios, ese verdadero genocidio de
mujeres que estamos viviendo, de varias formas. Y eso lo sabemos porque ya hay
más de 10 años de estadísticas en la mayor parte de los países. Y además el
avance en lo legal y lo forense respalda esta afirmación.
- Usted plantea que la violación es un
acto disciplinador, un crimen de poder. ¿Qué se juega el agresor sexual en esos
casos?
Bueno, ese concepto es de altísima
complejidad. Le cuesta mucho a la sociedad comprender a qué apunto. Mucha gente
de bien, muy moral, saltó contra esto e intenta rápidamente diferenciarse de
ese sujeto que considera anómalo, criminal, inmoral, en fin todo lo malo que se
deposita en ese sujeto, en ese chivo expiatorio que es el agresor… y los otros
hombres se salvan y dicen yo no soy eso.
Yo eso lo pongo bajo un signo de
interrogación. Yo creo que aquel último gesto que es un crimen, es producto de
una cantidad de gestos menores que están en la vida cotidiana y que no son
crímenes, pero son agresiones también. Y que hacen un caldo de cultivo para
causar este último grado de agresión que sí está tipificado como crimen… pero
que jamás se sucedería si la sociedad no fuera como es.
Se sucedería en un psicópata, pero la
mayor cantidad de violaciones y de agresiones sexuales a mujeres no son hechas
por psicópatas, sino por personas que están en una sociedad que practica la
agresión de género de mil formas pero que no podrán nunca ser tipificadas como
crímenes. Por eso mi argumento no es un argumento antipunitivista de la forma
clásica, en el sentido de que no se debe punir o sentenciar.
Sí tiene que haber leyes y sentencias que
sólo algunas veces llegan a materializarse. Pero en nuestros países sobre todo,
en el mundo entero, pero especialmente en América Latina, de todos los ataques
contra la vida, no solamente los de género sino de todos en general, los que
llegan a una sentencia son una proporción mínima.
La eficacia material del derecho es
ficcional, es un sistema de creencias, creemos que el derecho lleva a una
condena. Pero claro que tiene que existir, el derecho, todo el sistema legal,
el justo proceso y la punición. Lo que yo digo es que la punición, la sentencia
no va a resolver el problema, porque el problema se resuelve allá abajo, donde
está la gran cantidad de agresiones que no son crímenes, pero que van formando
la normalidad de la agresión. Ninguno tomaría ese camino si no existiera ese
caldo de cultivo.
- ¿Y por qué algunos hombres toman ese
camino y otros no? Porque si es un problema social ¿no afectaría a todos por
igual?
Y bueno, porque somos todos diferentes…
yo no te puedo responder eso. Lo que sí te puedo asegurar es que los índices
serían muchos menores si atacáramos la base, o sea, el hábito, las prácticas
habituales. Tampoco hablo de una cultura de la violación, porque se habla mucho
de eso, sobre todo en Brasil. Se habla mucho de una cultura violadora. Está
bien, pero cuidado con la culturalización, porque el culturalismo, en el
abordaje de estos temas, le da un marco de “normalidad”, de costumbre. Como se
hace con el racismo por ejemplo… es una costumbre. Yo tengo mucho miedo a esas
palabras que terminan normalizando estas cuestiones.
- En relación a este tema, sobre que la
violación es un crimen de poder, disciplinador, eso ¿se juega de la misma
manera en el caso de los abusos de menores? Ya que generalmente los niños son
abusados en su mayoría en las relaciones intrafamiliares o por integrantes de
sus círculos cercanos, ¿se puede hacer una misma lectura o es distinto el
análisis?
Yo creo que es un análisis distinto,
porque ahí si entra la libido de una forma en que yo no creo que entra en las
violaciones de mujeres. Yo no he investigado mucho ese tema, lo que sí puedo
decir al respecto es que el agresor, el violador, el asediador en la casa lo
hace porque puede. Porque también existe una idea de la paternidad que proviene
de una genealogía muy antigua, que es el pater familias, como es en el Derecho
Romano, que no era como lo concebimos hoy, como un padre, una relación
parental. Sino que el padre era el propietario de la mujer, de los hijos y de
los esclavos, todos en el mismo nivel.
Entonces eso que ya no es más así, pero
que en la genealogía de la familia, como la entendemos, persiste… la familia
occidental, no la familia indígena. Pero sí la familia occidental, que tiene
por debajo en sus orígenes la idea de la dueñidad del padre. Entonces, eso aún
está muy patente. Tengo estudiantes que han trabajado este tema. Por ejemplo,
el caso de un pastor evangélico que violaba a todas sus hijas, y lo que sale de
ese estudio es que el hombre, en su interpretación, era dueño de esos cuerpos.
Eso es algo que no está más en la ley,
pero sí en la costumbre. Y el violador también es alguien que tiene que
mostrarse dueño, en control de los cuerpos. Entonces el violador doméstico es
alguien que accede a esos cuerpos porque considera que le pertenecen. Y el
violador de calle es alguien que tiene que demostrar a sus pares, a los otros,
a sus compinches, que es capaz. Son variantes de lo mismo, que es la posesión
masculina como dueña, como necesariamente potente, como dueño de la vida.
- En su experiencia, ¿el violador se
puede recuperar de alguna forma, con la cárcel o con algún tratamiento?
- Nunca vi un trabajo de reflexión, no lo
podemos saber porque el trabajo que debemos hacer en la sociedad que es primero
entender y luego reflexionar nunca fue hecho. Sólo después de hacer el trabajo
que está pendiente todavía de hacer en el sistema penitenciario, podemos llegar
a ese punto. No hay elementos suficientes. No estoy hablando de psicópatas.
Porque, a diferencia de lo que dicen los diarios, la mayor parte de las
agresiones sexuales no son perpetradas por psicópatas. Los mayores
perpetradores son sujetos ansiosos por demostrar que son hombres. Si no se
comprende qué papel tiene la violación y la masacre de mujeres en el mundo
actual, no vamos a encontrar soluciones.
Quedan pendientes tantos temas… hablar,
por ejemplo, sobre el papel de los medios que, según sus propias palabras,
colaboran con exhibir públicamente la agresión a las mujeres hasta el hartazgo,
haciendo de la victimización de las mujeres un espectáculo de fin de tarde o
después de misa, reproduciendo hasta el hartazgo los detalles más morbosos y
funcionando así como el “brazo ideológico de la estrategia de la crueldad”…
Esos y tantos otros. Será en otra oportunidad. La estaremos esperando.
Entrevista realizada por Florencia Vizzi
y Alejandra Ojeda Garnero
y Twitter: @escuelanfp
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