Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
El viceministro de
Coordinación con Movimientos Sociales de Bolivia, Alfredo Rada, visitó
Montevideo para participar en el debate “La izquierda de América Latina en la
encrucijada. Alternativas para avanzar”. Tanto en esa instancia como en
conversación con la diaria instó a los partidos políticos de
izquierda de América Latina a posicionarse como socialistas y abandonar el
camino del progresismo, porque considera que mantener el modelo capitalista
implica necesariamente que los cambios impulsados por los “proyectos
revolucionarios” sean reversibles, como está sucediendo en Argentina y Brasil.
– ¿Cuál es la tarea del Viceministerio de Coordinación con
Movimientos Sociales?
–Trabaja dentro del
Ministerio de Presidencia –en relación directa con el presidente– y es un
viceministerio mediante el cual se busca llevar adelante un gobierno de
movimientos sociales, tal como planteó Evo [Morales] cuando asumió en 2006. Se
encarga de efectuar la coordinación con una gama de organizaciones sociales que
hay en Bolivia, donde tenemos una cultura organizacional muy avanzada. Todos
los sectores sociales se organizan en sindicatos u otro tipo de estructuras.
Hay tres vertientes de estos movimientos sociales: la obrero-sindical, en la
que están todos los sindicatos de trabajadores, que forman parte de la Central
Obrera Boliviana; la campesino-indígena, que tiene organizaciones con
estructura sindical o territorial, basada en autoridades originarias; y la
urbano-popular, en la que sobresalen las juntas de vecinos que se conforman en
los barrios y las agrupaciones de comerciantes de calle. Unas 40 organizaciones
nacionales de estas tres vertientes confluyen desde 2007 en lo que se denomina
la Coordinadora Nacional por el Cambio, la Conalcam, con la que Evo se reúne
una vez por mes. Él la ha definido como su segundo gabinete, el de los
movimientos sociales.
–Un tema que se debatió en estos años es que la afinidad
ideológica entre los gobiernos de izquierda y los movimientos sociales hace
difícil que estos últimos cumplan con su función de presionar para mejorar las
condiciones de vida y laborales. Esto se ve en particular en el caso de los
sindicatos, a los que les ha costado ir en contra de los gobiernos de
izquierda. Este esquema planteado en Bolivia, ¿no acentúa estas dificultades?
–No, porque no estamos
hablando de un cogobierno. Dentro del gabinete de ministros no hay ningún
representante de un sector de la burguesía, pero tampoco de los sectores
sociales. La Conalcam tiene el sentido de convertir la demanda social en
política pública. Allí las organizaciones plantean sus demandas al presidente,
pero también está para debatir las cuestiones generales que hacen al gobierno,
como la agenda política o incluso la económico-productiva, sin formar parte del
gabinete. Lo que hay no es un cogobierno, sino una especie de control social de
la gestión de gobierno. Ellos mantienen su propia identidad, más allá de que
exista una comunicación fluida con el presidente. La coordinación permanente
con los movimientos sociales es una virtud del proceso boliviano que se ha
perdido en otros procesos políticos de transformación en Sudamérica.
–En los últimos meses hubo varias visitas a Uruguay de jerarcas
del gobierno de Morales, entre ellas la del vicepresidente Álvaro García Linera
y la del ex canciller David Choquehuanca. En el contexto regional de la
izquierda, ¿ustedes consideran que Bolivia es un modelo a seguir, el que sí
funcionó correctamente, en comparación con propuestas más cautas, como la de
Argentina o la de Brasil?
–Nosotros no pretendemos dar
recetas a nadie, simplemente venimos a hablar de nuestra experiencia, a
transmitir lo que hemos logrado y las dificultades que tenemos. Cada proceso
político depende de las características y particularidades de cada país, pero
lo que hemos visto en el caso boliviano es que la estabilidad política se debe,
entre otras cosas, a una gestión de gobierno en la que el presidente asume
personalmente la relación y la coordinación con los movimientos sociales. El
segundo elemento que explica esa estabilidad es el acompañamiento de un modelo
económico que permita crecimiento y redistribución, porque si no lo hay, no hay
régimen que resista.
–¿Qué medidas se adoptaron para cambiar el modelo económico
boliviano?
–Nosotros implementamos
nacionalizaciones y estatizaciones que han cambiado por completo el perfil de
nuestra economía y nos permitieron contar con nuevos ingresos que ahora se
quedan en Bolivia, que generaron un shock de ingresos fiscales que ha
incrementado la inversión pública a niveles nunca vistos, y las reservas
internacionales, que crecieron de 1.750 a 15.000 millones de dólares entre 2006
y 2015. Hemos logrado incrementar el tamaño de la economía boliviana. Cuando
Evo asumió el gobierno en 2006, el Producto Interno Bruto [PIB] de Bolivia era
de 9.000 millones de dólares; hoy es de 35.000. Esto ha permitido acercar a
nuestra economía a la de los países vecinos, la brecha regional se está
cerrando. Son logros económicos que se mantienen. Había analistas de derecha
que decían que el modelo económico de Evo iba a durar mientras se mantuvieran
altos los precios de las materias primas, pero cuando se cayeron esos precios
–del petróleo, los minerales, la soja y la quinua, los principales productos de
exportación de Bolivia–, la economía se mantuvo. Eso ocurre porque el
crecimiento del PIB significó también un crecimiento de la demanda interna, y
ese es otro de los secretos del modelo económico. Hemos apostado por ampliar el
tamaño de la economía nacional y diversificar la matriz productiva y las
fuentes de ingresos del país para no seguir siendo una economía primaria
exportadora. En los últimos años se hicieron inversiones muy importantes en
energía, infraestructura y transporte, estamos haciendo grandes esfuerzos. Eso
también explica la estabilidad que el gobierno de Evo tiene a 11 años de haber
comenzado su mandato.
–¿Qué cree que dejó de funcionar en los casos de Argentina y
Brasil, donde los proyectos de izquierda no lograron mantenerse?
–La izquierda
latinoamericana debe analizar si es bueno diluir nuestras propuestas
ideológicas asumiendo términos que no reflejan lo que debería ser un proyecto
revolucionario. En el último tiempo se ha optado por abandonar un planteamiento
abiertamente socialista en aras de la denominación de “progresismo”, y yo tengo
problemas con eso: no me asumo como un progresista, sino como un socialista.
Hablar de progreso en un sistema capitalista significa reproducir inequidades,
desigualdades, depredación e injusticias. El progresismo está dentro de un
sistema capitalista que pervive; eso significa que todos los avances que
logremos en materia de justicia social siempre van a estar en riesgo. El
sistema capitalista depende fundamentalmente de dos fuentes de acumulación de
capital: la explotación de la fuerza de trabajo y la depredación de la
naturaleza. Los retrocesos tan atroces que estamos viendo ahora en Argentina y
Brasil se explican porque no se cambió el sistema capitalista, que justamente
obtiene ganancias de convertir a la fuerza de trabajo en una variable de ajuste
en momentos de crisis, como se está haciendo con la contrarreforma laboral, y
convertir a la naturaleza en una fuente de depredación, como se pretende hacer
en la Amazonia. Ese es un tema que debemos debatir en América Latina: la
izquierda debe retomar abiertamente una identidad socialista, y desde los
gobiernos debe plantearse la construcción del socialismo, buscar la manera de
profundizar los cambios pasando de una revolución democrática y cultural a una
económica y social.
–Usted hizo mucho hincapié en la necesidad de que el gobierno se
articule con los movimientos sociales. ¿Qué sucede con el reclamo de las
organizaciones que se oponen a la construcción de un camino que atravesará al
Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Secure (TIPNIS)?
–Ningún gobierno como el de
Evo ha impulsado tanto a nivel nacional como internacional este debate sobre
los derechos de la madre tierra. Pero siempre hemos dicho que la defensa de
estos derechos debe guardar un equilibrio con la atención a las necesidades de
la población, incluyendo aquella que vive en los parques nacionales, y lo que
está pasando en el TIPNIS es que estamos aplicando esto que siempre dijimos.
Debemos ser coherentes y ver cómo logramos ese equilibrio. Los que protestan
por la instalación del camino viven en otros lugares del país; tienen el
derecho democrático de expresarse, pero el gobierno debe escuchar a los
pobladores que viven ahí, con todas las carencias que tienen.
Entrevista realizada por Andrea
Martínez
y Twitter: @escuelanfp
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