Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Manuel Canelas
No
suelen haber grandes diferencias en la región en el método de elección de
magistrados a altos tribunales. En Chile, por ejemplo, participan directamente
el Jefe de Estado, el Senado (aprobando con mayoria especial) y Diputados (que
requiere posterior validación del Senado). En Argentina no ocurre algo muy
distinto, el jefe de Estado designa al candidato que luego pasa por
confirmación del Senado con mayoría cualificada. Por cierto, fue Mauricio Macri
quien quiso nombrar jueces a la Suprema saltándose el Senado y su decisión fue
observada como inconstitucional. Algo más lejos, en España, tampoco es muy
diferente, los nombramientos se los reparten los partidos políticos
mayoritarios y las cámaras legislativas validan el reparto. Muy parecido a como
ocurrían las cosas en nuestro país cuando mandaban Tuto Quiroga, Carlos Mesa o
Samuel Doria Medina. No se encontrará durante sus gobiernos ninguna propuesta
para abrir el método y, con ello, reducir la fuerte presencia de los gobiernos
de turno, presencia que todos estos ejemplos aseguran.
No hay
método de elección que reduzca de mayor manera la influencia del Gobierno de
turno que el llevado adelante ahora en el país. Tengo dudas si Maquiavelo
recomendaría algo parecido. El proceso de elección está compuesto por seis
momentos: verificación de los requisitos mínimos, impugnaciones, evaluación
curricular, examen escrito, prueba oral y votación popular. Se incorporó a la
Universidad en las fases de calificación de las hojas de vida y en la
preparación de los exámenes escritos (40 puntos la primera, 30 puntos el
segundo). La calificación del exámen escrito se realizó por los legisladores
presentes, titulares y adscritos a la Comisión Mixta. Al inicio de esa jornada
se hizo un sorteo para seleccionar las preguntas, hechas por las universidades,
que irían al examen. Previo a ello todos los legisladores, de manera conjunta
oficialistas y opositores, repasamos las preguntas y descartamos las que podían
parecer sencillas, y estas últimas se volvieron a sortear. Cuando los exámenes,
de respuesta múltiple, llegaron a nuestras manos para ser calificados no
aparecía el nombre del candidato sino solamente un código. Fue más tarde una
vez calificado el examen, al proyectarse en una pantalla, que se descubriría la
relación código-candidato. Un poco difícil argumentar que en esta fase se podía
favorecer a alguien, aunque la ciencia ficción está haciendo estragos en la
oposición nacional.
Durante
la fase de evaluación de los méritos contenidos en las hojas de vida no hubo un
solo momento, hablo del Supremo y Constitucional, en el que no estuviesen
presentes varios colegas de la oposición. Es cierto que ellos son menos
titulares pero hubo un buen número de adscritos que, sin tener la obligación de
hacerlo, decidieron participar durante todo el proceso. Tampoco tuvimos ningún
momento de enfrentamiento o denuncia de alguien a quien nosotros estuviésemos
favoreciendo o elevando el puntaje de manera artificial. Hubo pocas
divergencias, muy pocas, y la mayoría se resolvieron llegando a un acuerdo:
sobre si tal certificado podía o no considerarse un diplomado, por ejemplo. No
llegan a cinco los casos donde la solución tomada mantuvo el descontento de
algunos de mis colegas de la oposición. De hecho lo más frecuente fue comentar
los expedientes que eran muy buenos, candidatos cursando doctorados fuera del
país, con diversas maestrías en universidades nacionales o de países vecinos, o
muchos años de experiencia judicial, etc. Por lo tanto las calificaciones
obtenidas en esta fase no tienen mayor controversia. Todo esto que cuento aquí
está debidamente grabado por el equipo de comunicación de la Asamblea
Legislativa.
Luego
vino el momento de la entrevista, del examen oral que constaba de tres
preguntas y se calificaba sobre 30 puntos sobre el que comentaremos algo un
poco más abajo.
Cuanto
peor, mejor: el plan de gobierno de la oposición para el país
El ex
presidente Carlos Mesa junto a otros cinco líderes de la oposición aparentaron,
un día después de la sesión de la Asamblea, mantener una intensa jornada de
trabajo para discutir qué decían sobre las elecciones judiciales. Filtraron
fotos y todo. Imagino que nadie pensó que estaban discutiendo realmente sobre
una decisión que ya tenían tomada hace mucho como parte de su estrategia
política de erosionar al Gobierno del MAS con lo que toque. De hecho no son
pocos los legisladores que, sin haber pisado la Comisión Mixta ni una sola vez,
ya en los primeros días del proceso de elección de candidatos a las judiciales
cuando aun no habíamos abierto ni un sobre gritaban ya por el voto nulo,
jaleaban en la Asamblea que en diciembre será la repetición del 21 F, etc. Es
decir, las elecciones judiciales solo les importan como escenario de desgaste
del Gobierno. Correrán, sea el resultado que sea, a darle una lectura
plebiscitaria. Ese es el tamaño de su tremenda irresponsabilidad. No les
preocupa el estado de la Justicia en el país, les preocupa obtener, por la
puerta de atrás, un resultado electoral que pueda servir como munición contra
el Gobierno. A tal punto esta es la línea de la oposición que abochorna ver a
diputadas que estando adscritas al proceso y habiendo compartido la mayoría de
las decisiones y calificaciones ahora hablan de “masistrados” y piden voto
nulo. Las tristes hipotecas de la política profesional.
Decíamos
que Carlos Mesa junto a los Cinco emitió un previsible, y breve como su
conocimiento sobre el proceso, comunicado lleno de lugares comunes: que el MAS
eligió a sus amigos, que el proceso estuvo viciado, que se presentaron puros
incapaces- no tienen respeto por la gente que aspiran volver a gobernar. Lo que
ya resulta más llamativo es que una semana después Carlos Mesa incurra en
errores de apreciación todavía mayores que muestran realmente que no se enteró
de absolutamente nada– hasta para echar barro suele ser importante la
verosimilitud si no se notan las costuras de los verdaderos objetivos. En su
columna del domingo pasado dice que la aplanadora del MAS no “aceptó, como era
imprescindible para darle credibilidad al proceso, la participación en igualdad
de condiciones de los parlamentarios de la oposición”. Esto sí que es hablar de
oídas, podría haber dicho que los dejamos encerrados en un baño y sería tan
cierto como lo que afirma. Si para Carlos Mesa la presencia de los
parlamentarios de la oposición es el indicador para calificar el proceso no se
entiende por qué dice que todo fue un desastre. Como hemos contado más arriba,
un buen número de legisladores opositores estuvo presente y participó en todas
las fases del proceso, calificó exámenes, solicitó que se cambien preguntas y
no planteó dentro de la Comisión ninguna denuncia de manipulación durante todos
los momentos de evaluación.
Pero
para despejar las dudas de Mesa vamos a sugerirle un ejercicio sobre la última
fase de evaluación, el examen oral sobre 30 puntos. Para obtener la
calificación final se hizo un promedio entre los miembros titulares de la
Comisión Mixta, trece personas, de las cuales tres son de la oposición. Alguien
podría decir que impusimos el rodillo. Lo curioso, y que responde a esa posible
observación y es el ejercicio sugerido, es que si hacemos desparecer a los diez
miembros oficialistas y solamente tomamos en cuenta la votación de mis colegas
de la oposición 50 de 72 candidatos coincidirían, es decir, más de dos tercios de
las personas que están en la papeleta seguirían allí si solo hubiéramos tomado
en cuenta las notas de los opositores – incluyendo la obligatoria corrección de
género, básicamente la única excepción que hubo para no haber escogido a los
más puntuados: algunos hombres que tenían calificaciones altas cedieron su
espacio a la o las mujeres más puntuadas de algunos departamentos.
El
“estudio” sobre el examen oral
Para
cerrar haremos algunos apuntes sobre la otra mentira, la del “estudio”
publicado por Página 7 y escrito por Enrique Velasco que sostiene que el examen
oral fue todo manipulación para favorecer candidatos. Es tan riguroso que parte
de premisas tales como: si alguien obtuvo buena nota en el examen escrito es
imposible que obtuviese mala nota en el oral o, al revés, si hizo una mala
evaluación escrita es imposible hacer algo bueno en la fase oral. Vaya por
delante el obvio apunte que esto es perfectamente posible. Los que somos
adultos lo hemos experimentado, sea en carne propia o no, durante el colegio o
la universidad: tener un buen desempeño en una prueba escrita y una mala en un
oral, o viceversa, es posible y en algunos casos frecuente. Esta premisa
sonrojante es en realidad la única base del “estudio” y todo esto lo afirma,
divertido, sin haber estado presente en la fase de examen oral.
Escoge,
de manera tramposa e incompleta, algunos ejemplos donde efectivamente alguien
que tuvo bajo desempeño en la evaluación de méritos tuvo buena calificación en
el oral o lo opuesto. Ojo que estas diferencias también ocurrieron, y de modo
quizás más intenso, entre las notas en evaluación de méritos y las de examen
escrito, pero esto el investigador no lo menciona porque quiere enfatizar en su
sugerencia malintencionada que el MAS manipuló las calificaciones de la fase
oral para favorecer a sus candidatos. Lo que no dice, por falta de honestidad o
de investigación, es lo que hemos apuntado más arriba: si quitásemos todas las
calificaciones oficialistas de la fase del examen oral y solo tomásemos en
cuenta las calificaciones de los opositores tendríamos que más de dos tercios
de los candidatos serían los mismos. En algunos de los ejemplos que usa el Sr.
Velasco para ilustrar la manipulación que denuncia no cuenta toda la verdad.
Valga solo uno para mostrar lo que es una media verdad:
“Uno de
los casos más interesantes en ese sentido es el de Félix Huanca, de La Paz, que
tuvo un promedio de 79,6 en las dos primeras fases. De hecho, Huanca logró 98
puntos en la fase de méritos, el mejor del país. La comisión, sin embargo,
presuntamente para anularlo, le puso de nota solamente 63. No estará en la
papeleta.”
Aquí se
elige ilustrar el ejemplo haciendo un particular promedio de las dos primeras
fases y solo detalla que el candidato obtuvo 98 puntos (sic) en la fase de
méritos. Este apunte ya es erróneo porque la fase de méritos era sobre 40 y
este candidato obtuvo 39. Sin embargo no se detalla que en la segunda fase, el
examen escrito, el candidato obtuvo 18,5/30 y al no hacerlo provoca que la nota
relativamente baja del examen oral contraste más, resulte más chocante
comparada con el promedio de las dos primeras. Luego dice que la Comisión,
“presuntamente para anularlo” le puso una nota baja en el oral. La nota
promedio que este candidato obtuvo en el oral fue de 18, 8, incluso mayor que
la obtenida en el examen escrito. Lo que no dice la nota de Página 7 es que si
solo hubiéramos promediado las calificaciones de los opositores la nota del
oral habría sido aún menor, 17,7. ¿Será entonces que eran los opositores que
querían anular a este candidato o que su examen oral probablemente merecía esa
nota?
Recapitulando,
¿por qué Carlos Mesa dice que el proceso no es fiable si, como él demanda, hubo
una continua participación de los legisladores opositores en todas las fases?
¿Por qué algunos colegas opositores piden el voto nulo contra su propio
criterio de calificación o el de sus compañeros de bancada? ¿Por qué el Sr.
Velasco y Página 7 nos quieren vender como una investigación rigurosa un cúmulo
de medias verdades y ruido? La respuesta es sencilla: la vieja estrategia del
cuanto peor – para la gente-, mejor- para mí.
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