Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: John Berger
Discurso
en el Café Royal al aceptar el Premio Booker (de 5000 libras) por la novela
"G", en 1972
Ya que
me han concedido ustedes este premio, acaso les interese saber –en pocas
palabras– lo que significa para mí.
La
competitividad de los premios me repugna. Y en el caso de este premio en
particular, la publicación de la lista breve, el suspense con buscado efecto
propagandístico, las cábalas sobre unos y otros escritores como si fueran
caballos de carrera, el énfasis puesto en vencedores y vencidos, todo ello es
falso y está fuera de lugar en el contexto de la literatura.
Sin
embargo los premios obran como estímulos –no para los mismos escritores, sino
para editores, lectores y libreros. Así, el valor cultural básico de un premio
depende de qué tipo de estímulo representa. Hacia la conformidad del mercado y
el consenso de la opinión promedio; o hacia la independencia imaginativa tanto
del lector como del escritor. Si un premio sólo estimula hacia la conformidad,
únicamente está subrayando el éxito tal y como se lo entiende
convencionalmente. No es más que otro capítulo en una historia de éxitos. Pero
si estimula hacia la independencia imaginativa, entonces fortalecerá el deseo
de buscar alternativas. O, por decirlo de manera muy sencilla: animará a la
gente a hacer preguntas.
La
razón de la importancia de la novela estriba en que plantea preguntas que
ningún otro género literario puede plantear: preguntas sobre el trabajo
individual en la forja del propio destino; preguntas sobre los usos que uno
puede darle a la vida –incluyendo la vida de uno mismo. Y plantea estas
preguntas de manera muy íntima. La voz del novelista funciona como una voz interior.
Aunque
podría parecer inoportuno en mi caso, me gustaría ensalzar –y agradecer– la
independencia y seriedad en estas cuestiones que ha manifestado el jurado de
este año. Cada uno de los libros de su lista breve se situaba en los
territorios de ese inconformismo imaginativo del que estoy hablando. Que
concedieran el premio a mi libro me complació –porque ello representaba una
respuesta, una respuesta por parte de otros escritores.
Me
llevó cinco años escribir G. Desde entonces he estado planeando los siguientes
cinco años de mi vida. He comenzado a trabajar en un proyecto sobre los
trabajadores emigrantes en Europa. No sé qué forma cobrará al final el libro.
Quizá una novela. Acaso un libro que no encaje en ninguna categoría. Lo que sé
a estas alturas es que deseo que algunas de las voces de los once millones de
trabajadores emigrantes de Europa, y de los cuarenta millones aproximadamente
que constituyen sus familias –la mayoría se han quedado atrás en pueblos y
ciudades, pero dependen del salario del trabajador ausente–, hablen a lo largo
de las páginas del libro. La pobreza obliga a los emigrantes, un año tras otro,
a abandonar sus propias tierras y culturas para venir a hacer gran parte del
trabajo más sucio y peor pagado en las áreas industrializadas de Europa, donde
forman el ejército laboral de reserva. ¿Cómo ven el mundo? ¿Cómo se ven a sí
mismos, y a nosotros? ¿Cómo ven su propia explotación?
Necesitaré
viajar para llevar a cabo este proyecto, y alojarme en muchos sitios. A veces
tendrán que acompañarme amigos míos turcos que hablan turco, o amigos
portugueses, o griegos. Quiero volver a trabajar con un fotógrafo, Jean Mohr,
con quien hice el libro sobre el médico rural. Incluso si vivimos de la modesta
manera en que deberíamos, y viajamos de la manera más barata posible, este
proyecto de cuatro años costará unas diez mil libras. No sé cómo reuniremos
este dinero. Yo no lo tengo. Pero de momento la concesión del Premio Booker nos
permitirá empezar.
Ahora
bien: no tiene que ser uno un novelista experto en vínculos sutiles para
rastrear el origen de estas cinco mil libras hasta las actividades económicas
de donde vienen. Booker McConnell comerció e hizo negocios en el Caribe durante
más de 130 años. La actual pobreza del Caribe es el resultado directo de esta
explotación y de otras semejantes. Una de las consecuencias de esta pobreza
caribeña es que cientos de miles de trabajadores se han visto obligados a venir
a Gran Bretaña como inmigrantes. De manera que mi libro sobre trabajadores
emigrantes se financiaría con los beneficios logrados directamente a costa de
ellos, sus parientes y sus antepasados.
Pero
hay todavía más. La Revolución Industrial, y las invenciones y la cultura que
la acompañaron y crearon la Europa moderna, se financió inicialmente con los
beneficios del tráfico de esclavos. Y la naturaleza esencial de la relación
entre Europa y el resto del mundo, entre negros y blancos, no ha cambiado. En
G. la estatua de los cuatro moros encadenados es la imagen individual más
importante del libro. Por eso debo volver este premio contra sí mismo. Y me
propongo hacerlo compartiéndolo de cierta manera. La mitad que dé cambiará la
mitad que guarde.
Primero,
déjenme esclarecer del todo la lógica de mi posición. No es un asunto de culpa
o de mala conciencia. Ciertamente no es una cuestión de filantropía. Ni
siquiera es primordialmente una cuestión política. Lo que está en juego es la
continuidad de mi desarrollo como escritor: es un asunto entre mí y la cultura
que me ha formado.
Antes
de que comenzase el tráfico de esclavos, antes de que el europeo se
deshumanizase a sí mismo, antes de que se encastrase en su propia violencia
hubo de existir un momento en el que negro y blanco se aproximaron el uno al otro
con el asombro de los potencialmente iguales. Y pasado aquel momento, el mundo
se dividió entre esclavos potenciales y potenciales amos. Y los europeos
trajeron de vuelta esta mentalidad a sus propias sociedades. Pasó a formar
parte de su manera de verlo todo.
Al
novelista le atañe la interacción entre destino individual y destino histórico.
El destino histórico de nuestro tiempo va aclarándose. Los oprimidos se abren
paso a través del muro de silencio que construyeron dentro de sus propias
mentes los opresores. Y en su lucha contra la explotación y el neocolonialismo
–y sólo a través de su lucha común, y a causa de ella–, vuelve a ser posible
que el descendiente del esclavo y el del amo se acerquen el uno al otro con la
asombrada esperanza de los potencialmente iguales.
Por
esta razón, me propongo compartir el premio con los caribeños que están
luchando para acabar con su explotación. El movimiento de los Panteras Negras
ha surgido en Londres de lo que Bookers y otras empresas hicieron en el Caribe;
quiero compartir este premio con el movimiento de los Panteras Negras porque
ellos, en cuanto negros y en cuanto trabajadores, resisten para que no continúe
la explotación de los oprimidos. Y porque tienen vínculos –a través del Black
People’s Information Centre– con las luchas en Guyana, la sede de la riqueza de
Booker McConnell, en Trinidad y en el Caribe entero: las luchas cuyo objetivo
es expropiar todas las empresas semejantes.
Ustedes
saben tan bien como yo que la cantidad de dinero de que hablamos –en cuanto
deja uno de pensar en ella como premio literario– es muy pequeña. Yo seguiré
teniendo necesidad de dinero para mi proyecto sobre los trabajadores emigrantes
en Europa. El movimiento de los Panteras Negras seguirá necesitando dinero para
su prensa y otras actividades. Pero compartir este premio significa que
nuestros objetivos son el mismo. Y al reconocer eso, muchas cosas se aclaran.
Pues al cabo –tanto como al principio– la claridad es más importante que el
dinero.
The
Guardian (Londres), 24 de noviembre de 1972. Traducción de Jorge Riechmann.
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