Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Gracias
a Inti, Quilla y Wara, que su luz me prestarán para hablar del Che Guevara y la
Noche de San Juan. No son vueltas en la noria si alguien me dice por qué, se
trata de la memoria de los mineros y el Che. Se cumplen 50 años y en Bolivia
hay que saber vidas de propios y extraños, dueños del amanecer.
¿A
qué vienes?, lo increpó el buró lerdo y remiso, como si para luchar ellos
dieran el permiso. Absurdo que el guerrillero les responda: camaradas, vine a
prender el lucero de la dignidad armada. Los jerarcas comunistas lo abandonaron
con todo y en seguida los trotskistas lo insultaron a su modo.
Enero
marcó la fecha de la lucha decisiva, Ñancahuazú fue la brecha para avanzar por
la vida. Al mando del comandante pusieron los bolivianos su lealtad por delante
junto a valientes cubanos. Hubo bajas, desertores y traiciones. ¿Dónde no hay?
Se lucieron delatores Ciro Bustos y Debray.
El
país manos arriba, toque de queda y Estado de sitio, sonó a mentira el
“bolivianos el hado...”. En lo crítico del lance combativo sin derrotas,
ocurrió el valiente trance de los pobres más patriotas. Para que no quepa duda
de la fiel clase minera se dio un salario de ayuda a la gesta guerrillera.
La
venganza del Gobierno fue inmediata, el gran truhán mandó trocar en infierno
las fogatas de San Juan. Junio del sesenta y siete, ¿cómo no me de acordar?, el
frío frente a la muerte había sabido temblar. Fuego contra Siglo Veinte y
bombardeo en Llallagua, se tiñó de sangre el hielo que es la catedral del agua.
Ya
es medio siglo de aquello e igual lapso de la historia guerrillera, ese
destello augural de la victoria. El crimen que no se encubre: en la escuela de
La Higuera, el día 9 de octubre se truncó la primavera. Contra el Che y a
sangre fría dispararon un Terán, el Pentágono, la CIA, Barrientos y el Tío Sam.
El
Pilcomayu que fluye poderoso al mar porfía que el guerrillero no huye y ha de
volver algún un día. El Mamoré militante victorioso en su torrente le dice que
el comandante no se fue y está presente. Cincuenta años de memoria con nuestros
pueblos de pie. Que sea hasta la victoria siempre, como quiso el Che.
* El autor es periodista.
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