Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Sostenibilidad de las AFP condicionada al
diseño de las reformas liberales de segunda generación
Por: H. Ernesto Sheriff B.
El
negocio de administrar los aportes de los trabajadores tiene un horizonte de
largo plazo, por lo tanto, expuesto a una gran cantidad de incertidumbres. Es
una tarea que podría ser hecha individualmente pero, por la dificultad que la
misma entraña y por las consecuencias de una mala planificación, esta tarea se
ha delegado, en el caso boliviano, a una administradora privada. El valor
agregado que una AFP ofrece a sus clientes es que puede invertir dichos recursos
de manera más eficiente que el individuo para hacer máximas sus rentas en el
largo plazo con el adicional de que el capital enfrentaría riesgos mínimos en
todo ese proceso.
Así,
buscar la máxima rentabilidad de largo plazo cuidando que el capital no quede
expuesto a riesgos es su misión central. La lógica de las reformas neoliberales
de segunda generación asignaba un rol central a la reforma de los sistemas de
pensiones. Había que regular al máximo dicha actividad asegurando el mejor uso
-pero con el menor riesgo- de los ahorros de los aportantes.
Al
mismo tiempo, las AFP captan los aportes de millones de personas, así, tanto el
stock como el flujo se vuelven exorbitantes y por tanto, macroeconómicamente
hablando, se convertirían potencialmente en el motor financiero de las
economías de los países donde actuasen.
La
estructura boliviana no fue tocada más que en aspectos cosméticos en los años
posteriores. Fue diseñada en un contexto de aguda escasez de capital
extranjero, baja capacidad de ahorro interno y mercados internacionales
deprimidos dese hace varios años ha. Hasta ese momento, la discrecionalidad con
la que actuaban los fondos comunes hasta entonces dio como resultado una
innumerable lista de casos de corrupción (recuerde a Dante Escóbar y el FOCSAP).
El
diseño, por tanto, fue orientado a fortalecer y amplificar los capitales
bolivianos privados, cuidando de que el capital no entre en riesgo (si no, se
lo hubieran dado a los soyeros desde el principio). Así, en ese contexto, las
AFPs tendrían muchas limitaciones para acomodar sus dineros. En el sistema de
reparto eso era discrecional, en el vigente ello tiene muchas limitaciones. En
suma, las AFP sólo podían canalizar sus recursos a través del mercado de valores
donde se encuentran sus dos (casi) únicos clientes: los bancos y el Estado.
Este esquema no cambió en lo más mínimo.
Los
bancos emiten valores de largo plazo que son comprados por las AFPs, de esa
manera, ellos (los bancos) acceden a recursos de largo plazo para financiar el
rubro de negocios más difíciles de calzar, los de largo plazo (inversiones y
vivienda). El Estado emite bonos los cuales le permiten financiarse. Desde el
punto de vista de las AFPs tanto el Estado como los bancos (en última
instancia) son los clientes más seguros que pueden encontrar. Finalmente el negocio
cerraba con las comisiones, sólo el 0.5% del monto transado, lo que equivale
hoy a 75 millones de dólares que reciben las AFP para hacer rendir el dinero de
los trabajadores a una tasa menor a lo que paga el BCB por sus bonos o a un
buen DPF de un banco privado.
Los bancos pagan a las AFPS a través de operaciones de reporto o similares, una tasa equivalente a la que pagan por sus Depósitos a Plazo Fijo (DPFs) es decir, la mejor tasa posible que pueden pagar. Esos montos los prestan en operaciones de largo plazo añadiendo el spread correspondiente. El Estado a través de colocación de bonos financia sus operaciones a tasas más bajas que las que pudiera conseguir con la banca internacional o similar. Por lo tanto, es un esquema que favorece a los bancos en última instancia ya que éstos son propietarios de la mayoría de las agencias de Bolsa y, el Estado, sólo es un actor secundario ya que no puede financiarse indiscriminadamente de las AFPs por las disposiciones aprobadas desde las reformas de primera generación.
¿Qué
hacer entonces?
Para
elevar la tasa de largo plazo de las AFPs se deben tomar más riesgos. Es una
máxima financiera que se torna peligrosa cuando se habla de los aportes de los
trabajadores. La tasa de rentabilidad natural de largo plazo en otras economías
tiende a parecerse a la tasa promedio por depósitos a largo plazo, por lo tanto,
lo que está sucediendo en Bolivia no difiere de otras economías capitalistas.
Tratar de elevar la tasa de rendimiento imponiendo distorsiones podría ser peor
que mantener la rentabilidad donde está.
Otro
camino errado es tratar de dar mayor discrecionalidad a las AFP para invertir
(y lograr mejores rendimientos); para tal fin relajar la regulación es el
primer camino, dando a las AFP mayores libertades para invertir dichos dineros.
Como antecedente funesto se puede mencionar la compra de bonos del Estado
argentino por parte de AFPs españolas e italianas que posteriormente no
pudieron ser honrados por dicho país ocasionando severas pérdidas a los
jubilados españoles e italianos.
El caso
extremo de libertad plena de inversión también implica más riesgos, recuérdese
la situación en que quedaron muchos jubilados en Estados Unidos tras el colapso
de 2008.
En
realidad no es la tasa mayor lo que dará sostenibilidad a las AFPS sino elevar
la base de aportantes. El sistema actual está basado sólo en los aportes de
quienes no tienen escapatoria del mismo, es decir, el sector formal del mercado
de trabajo. La semilla de su colapso está en el reducido número de aportantes
en comparación a la Población Económicamente Activa (menos de un tercio) y en
la mayor esperanza de vida. Este último factor ha provocado que en estos
momentos los sistemas de pensiones similares al boliviano se encuentren en
crisis. Para poder ampliar la base de aportantes se debe relajar la regulación
de esta parte del negocio y atraer a aportantes voluntarios de la masa de
informales que representan al verdadero mercado laboral boliviano, en vez de
dar mayor discrecionalidad para la inversión de fondos.
Cambiar
la regulación implica conceder algo a cambio de que los trabajadores acepten
una discrecionalidad creciente en el uso de sus recursos, eso es, relajar las
condiciones para hacer uso de SU dinero. En estos momentos, es absolutamente
imposible que un individuo pueda acceder a un préstamo con sus fondos ni mucho
menos utilizar parte de ellos. Recuérdese a Pikachuri.
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