Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Lourdes
Montero

La
semana pasada me la pasé explorando el sentir de las personas respecto al paro
médico. Me sorprendió que todos mis interlocutores, antes que hablar del asunto
central, preferían relatar sus historias sobre actitudes displicentes,
descuidos e indolencia que, según ellos, podían ser consideradas mala práctica.
Cada uno tenía un relato sobre cómo los médicos te hacen sentir inferior desde
el pedestal de su conocimiento, no explican a sus pacientes sus dolencias y, en
los momentos de mayor vulnerabilidad emocional de las personas, se apropian de
tu cuerpo y tus decisiones. Su poder, según argumentaban algunos, muy lejos de
estar basado en la ciencia, parecer estar centrado en la fe (tienes que creen
en tu médico para sanarte) y generan una especie de “pensamiento mágico”
respecto de los secretos de la vida.
En
esta actitud de soberbia generalizada de los galenos se encuentra la
explicación de la proliferación de las curas alternativas, new age y diversas
estrategias ayurvedas a las que recurren las personas antes de caer en manos de
la medicina. Y el círculo perverso continúa, porque la principal queja de los
médicos es que sus pacientes, cuando llegan a sus manos, ya están con
enfermedades avanzadas y por ello su atención se complejiza.
Más
allá de estas emociones, demos un repaso a las raíces del conflicto. Las
observaciones se centran en dos ejes: el control del Gobierno sobre los
sistemas de salud y el reconocimiento del delito de mala práctica.
El
Decreto Supremo 3385, emitido en noviembre de este año, crea la Autoridad de
Fiscalización y Control del Sistema Nacional de Salud que establece la
vigilancia del Gobierno a todos los sistemas de seguridad social de corto
plazo, además de los subsectores públicos y privados del país. Los galenos que
se oponen sostienen que ya existen mecanismos de regulación en el ámbito
municipal y departamental, por lo que no ven necesaria la implementación de
este decreto supremo. Sin embargo, la Constitución Política establece como
“fines y funciones esenciales del Estado” garantizar el acceso de las personas
a la salud; por tanto, la supervisión y regulación de todo el sistema no solo
es legítimo, sino también deseable. Esta acción además se plantea como urgente
luego del ejemplo de la Caja Nacional de Salud y sus 18.000 pruebas desviadas
hacia clínicas privadas.
Por
otra parte, el artículo 205 del Código del Sistema Penal, donde se legisla la
mala práctica profesional, es rechazado por algunos médicos debido a que, según
ellos, se establecen sanciones excesivas. La mala práctica en salud tiene que
ser sancionada, así lo demandan cerca de 5.000 casos denunciados y que ya
conforman el Comité de Víctimas de Negligencia Médica. Y la verdad, el artículo
mencionado queda corto frente al dolor que algunos (pocos) médicos causan a sus
víctimas.
En
todos estos argumentos se encuentra la clave del apoyo social a la decisión de
incorporar en el Código Penal la figura de mala práctica. La sensación
generalizada es que la medicina hace mucho que dejó de ser una vocación social,
para convertirse en un lucrativo negocio cuyas faltas son impunes.
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