Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
La publicación del Informe sobre la
desigualdad global 2018 contiene cifras que marcan una tendencia mundial. Eso
nos hace recordar algunos ejemplos que muestran que tal tendencia es histórica.
La caída del Imperio Romano no se produjo por falta de recursos.
Roma era dueña de todos los recursos. Tampoco se enfrentaron los ejércitos
romanos a una tecnología superior. Roma poseía la mejor tecnología de su época.
Lo cierto es que el mundo mediterráneo del siglo V era un mar de desigualdades.
En las colonias del Imperio (la mayor parte del territorio) no solo se
mantenían las mismas estructuras esclavistas, sino que habían aumentado las
desigualdades. Roma había nombrado a los anteriores reyes locales o a sus
familias como recaudadores de impuestos. Ellos empezaron a cobrar más tributos
a sus súbditos, para la nobleza local y para Roma, aumentando las
desigualdades. En Italia, los ciudadanos romanos pobres veían a diario los
excesos de los romanos ricos y la perversión de sus césares, mientras ellos se
empobrecían.
Cuando las hordas asiáticas entraron a Europa en esos tiempos, las
tribus germánicas huyeron hacia Occidente y se toparon con las legiones
romanas. Al principio, fueron rechazadas (no les daban la visa, se diría hoy).
La posición de las tropas imperiales en las colonias se sostenía por la
colaboración con la población local, pero cuando esta población sintió que su
situación económica era insostenible, optó por pactar con el enemigo. La Guerra
de las Galias (recordando el libro de Julio César) se convirtió en una guerra
civil, apoyada desde afuera. Las desigualdades habían llegado a ese extremo en
el que los esclavos ya no tenían nada que perder, excepto sus cadenas.
La situación de desigualdad en el siglo XX también produjo cambios
sustanciales en el mapamundi. La caída de Rusia en 1917 ocurrió por las
desigualdades entre oficiales y tropas, entre aristócratas y campesinos, entre
industriales y obreros. La rendición rusa, firmada por Trotsky en febrero de
1918, la utilizaron después los militaristas alemanes para inventar el mito de
la invencibilidad germana. Los alemanes, a su vez, cayeron ante los aliados a
fines de ese mismo año. El pueblo alemán se rebeló contra las desigualdades
sociales que defendía su gobierno y eso produjo la rendición de alemanes y
austro húngaros en la I Guerra Mundial.
En 1945, al concluir la II Guerra Mundial, Europa quedó devastada.
La riqueza, en gran parte, se había nivelado en cero. Lo mismo había sucedido
en Japón. En los Estados Unidos, la gente pobre empezó a exigir más bienestar,
tal como había prometido Roosevelt si ganaban la guerra. Rusia ya vivía un
socialismo con mínimas desigualdades y China iniciaba igual camino. Estados
Unidos y Europa tendían a reducir las desigualdades. Eso cambió desde 1980.
Aquí empieza el informe. Un buen indicador de la desigualdad de
ingresos es el porcentaje de la riqueza que percibe el 10% de los más ricos. En
2016 (hoy, se podría decir) es 37% en Europa, 41% en China, 46% en Rusia, 47%
en Estados Unidos y Canadá. Pero es un 55% en África (excepto los países
árabes, de Marruecos a Egipto), Brasil e India. En Medio Oriente, hay más
desigualdad que en África: el 10% más rico acapara el 61% del ingreso de
sus países.
Desde 1980, esta desigualdad ha aumentado rápidamente en
Norteamérica, China, India y Rusia, pero en Europa ha crecido poco.
Mientras Europa Occidental y Estados Unidos tenían cifras similares de
desigualdad en 1980: la participación del 1% de mayor ingreso era un 10% en
ambas regiones. Hoy es 12% en Europa Occidental, mientras en Estados Unidos se
duplicó al 20%. La participación del 50% de menos ingresos de Estados Unidos
era más de 20% en 1980, hoy es 13%. ¿Qué pasó en Estados Unidos? Una enorme
desigualdad educativa, algo que debe hacernos reflexionar, y un sistema
tributario cada vez menos solidario. Esto último lo comprueba el reciente
anuncio de su presidente Donald Trump: la reducción de impuestos por 1,5
billones de dólares, favoreciendo a las grandes empresas y a las personas con
mayores ingresos. Récord histórico que el diario español El País describe así:
“el presidente ha enarbolado la bandera del neoliberalismo”. Es decir,
aumentarán las desigualdades.
Desde 1980, la riqueza privada ha crecido bastante, mientras la
riqueza pública ha disminuido en forma escandalosa. Los gobiernos ya no tienen
medios para reducir la desigualdad. La fiebre de privatizaciones aumenta la
desigualdad de ingresos y la concentración de la riqueza en pocas manos. El Informe
presenta proyecciones de la evolución de la desigualdad de ingreso hasta 2050.
Si las condiciones actuales se mantienen sin cambios, la desigualdad seguirá
continuaría creciendo. Si todos los países siguieran el estilo de Europa
Occidental, la desigualdad mundial podría reducirse, erradicando la pobreza.
Reducir la desigualdad implica primero dar educación de calidad a
los más pobres. Luego mejorar los salarios de ese mismo sector y cobrar más
impuestos al que más gana. Democratizar la dirección de las empresas
también ayuda. Finalmente, hay que combatir a dos enemigos de la igualdad
económica y de la justicia social: la evasión fiscal y la corrupción. Lo
contrario hará estallar una bomba.
El autor es un economista ecológico, académico y
político ecuatoriano. Actualmente es Ministro de Educación del gobierno
ecuatoriano. Ha ocupado cargos como Canciller y Secretario Nacional de
Planificación.
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