Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Marco Teruggi
El
chavismo logró su tercera victoria electoral en menos de cuatro meses.
Nuevamente, de forma contundente. Primero fueron las elecciones a la Asamblea
Nacional Constituyente (ANC), el 30 de julio, luego a gobernadores, el 15 de
octubre, y, finalmente, este 10 de diciembre, donde, según afirmó el presidente
Nicolás Maduro en horas de la noche, se ganaron 300 de las 335 alcaldías. El
mapa arroja una correlación de fuerza en las urnas con amplia mayoría para el
chavismo, que, además, sumó una nueva gobernación, para un total de 19 de 23.
¿Cómo
se explican estos resultados? El argumento de la oposición y sus alianzas
internacionales es siempre el mismo: fraude. Es un botón automático que
utilizan ante cada resultado adverso. La falta de credibilidad de esa acusación
viene por parte del comprobado mecanismo electoral, y de ellos mismos, cuando
una parte de la derecha, la que gana, reconoce los resultados y otra, la que
pierde, no. Se sabe en la dinámica del conflicto venezolano que esto es
sistemático y sin fundamento.
Las
respuestas deben buscarse en la forma en que cada una de las fuerzas llegó a
las elecciones. La oposición lo hizo con varios elementos en su contra, y con
esa capacidad única de dispararse a los pies. Lo primero fue que una parte
importante, en particular los principales partidos, decidió no participar. No
significa que la derecha no se haya presentado, allí están las alcaldías que
ganaron como prueba de que acudieron. Fueron sin muchas de sus figuras con
mayor posibilidad, con peleas públicas, acusaciones de traiciones cruzadas,
varios candidatos en un mismo municipio. La imagen fue la de una fuerza en
crisis, con los generales enfrentados entre sí.
Ese
escenario venía construyéndose desde la derrota sufrida con la elección de la
ANC, que se tradujo tanto en la ruptura de la Mesa de la Unidad Democrática,
como en un cuadro de desmoralización de su base social que también comenzó a
acusar a sus dirigentes de traidores. Eso condujo a la derrota en las
elecciones a gobernadores -el fracaso político tiene efecto dominó- y agudizó
el extravío estratégico ya evidente. Los principales partidos pasaron en cuatro
meses de llamar a sacar al gobierno por la violencia callejera, luego a
presentarse a elecciones, y finalmente a abstenerse. El resultado del domingo era
entonces predecible.
Esta
incapacidad opositora reafirma a su vez un elemento clave para pensar el
desarrollo del conflicto venezolano, y es que luego de dieciocho años de
proceso revolucionario, la derecha no ha logrado conformarse como una
alternativa para la mayoría de la población. Su falta de credibilidad está en
su momento de mayor evidencia. Consiguieron desacumular, en lapso de medio año,
el capital político que habían conseguido reunir. Se encaminan a las
presidenciales de manera desunida, desgastada, con tres intentos
insurreccionales fracasados y cuatro elecciones perdidas en el tiempo del
mandato de Nicolás Maduro. Lograron un solo triunfo electoral, en diciembre del
2015, que no supieron administrar.
La
situación en que se encuentra la oposición es producto de sus propios
desaciertos -que son además en algunos casos por órdenes dictadas desde los
Estados Unidos- y de la capacidad política del chavismo, que logró salir de un
empate y una defensiva que parecían por momento acorralarlo. Esa recuperación
de la iniciativa, que se materializa en este tercer resultado electoral en 133
días, tiene varias razones. Una de ellas es que se mantuvo la unidad. Mientras
la oposición se dividió cada vez más, el chavismo conservó la figura de Nicolás
Maduro como liderazgo que se consolidó, y presentó candidaturas unitarias en la
mayoría de los lugares, tanto en las regionales como en las municipales.
Otra
razón es la coherencia discursiva. El chavismo no cayó nunca en el llamado a la
confrontación callejera al que lo desafió la derecha entre abril y julio. El
planteo siempre fue por la resolución electoral, y por esa vía se logró
desandar la escalada violenta, y mantener el poder político. Unidad y
estrategia vs pelea interna y desvaríos estratégicos.
Una razón
más puede buscarse en el acumulado de la revolución. Así como la derecha no
logar consolidarse como alternativa para las mayorías, el chavismo tiene una de
sus fuerzas en la dimensión identitaria en las clases populares. El chavismo es
más que la dirigencia y las diferentes mediaciones con sus aciertos y errores,
es una experiencia política, de vida, organizativa, que viene transitando una
parte del pueblo venezolano, y permite enfrentarse a estas contiendas
electorales con una base que no tiene la derecha. Existe una conciencia del
momento histórico, de lo que se juega, se puede perder en caso de una derrota
electoral.
Allí
pueden encontrarse algunas de las razones de esta tercera victoria electoral,
en una etapa en la que muchos analistas afirmaban y reafirmaban que todo
enfrentamiento en las urnas conduciría irremediablemente a una derrota
chavista. Un triunfo que se da en el momento de mayores dificultades económicas
del país. Una situación que no debe verse de manera aislada al cuadro político:
la profundización del ataque sobre la economía busca condicionar el voto,
generar escenarios que la incapacidad opositora no logra por peso propio.
Existen relaciones directas entre dólar ilegal, aumento de precios,
desabastecimiento, y jornadas electorales.
Lo que
sigue es un desafío inmenso y urgente para el chavismo: estabilizar la
economía, frenar el retroceso material que arroja imágenes de un país donde las
acciones de lo cotidiano se han convertido en batallas para la mayoría de la
población. Eso significa tanto profundizar las alianzas internacionales, las
vías para evitar la asfixia que buscan imponer el gobierno norteamericano y sus
aliados, como recuperar capacidad de gobierno sobre la economía, y enfrentar
los enemigos internos de la revolución. Uno de ellos es la corrupción que, como
muestran las investigaciones, se había apoderado de la industria petrolera y
parte del mecanismo de importaciones, es decir de los pulmones de la economía.
Ganar
elecciones significa la posibilidad de continuar con el proyecto histórico. Se
dio un nuevo paso en esa dirección. Y no solamente en un contexto de adversidad
interna, sino en un momento donde las derechas del continente, subordinadas a
los Estados Unidos, buscan recuperar terreno perdido y muestran, como en caso
del fraude electoral en Honduras, hasta donde están dispuestas a llegar. Haber
logrado una nueva victoria electoral es entonces inmenso, es una lección de
política, una muestra de las peleas que puede dar la revolución venezolana.
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