Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
El senador
y hombre fuerte de Unidad Nacional (UN) Carlos Arturo Murillo Prijic, en
ocasión del debate legislativo sobre el Código del Sistema Penal, incitó
públicamente a las mujeres “que se creen muy liberales” (sic) a quitarse la
vida. La inmediata condena ante semejante desatino fue tan categórica, en
especial en redes sociales, que el senador tuvo que pedir disculpas.
Las
expresiones de Murillo provocaron repulsa tanto por su origen como por su
contenido. Por su origen, toda vez que la instigación a las mujeres para “que
se maten, se tiren del quinto piso, se suiciden” no provenía de un lunático
renegado de la vida, sino de un representante nacional, en plena sesión del
Senado. Así, el también vocero opositor parecía dar razón a su jefe partidario
que hace tres años le puso un apodo en ocasión de un bullado hecho de violencia
contra la mujer.
¿Y el
contenido? ¿Por qué el señor Murillo, a quien pronto tildaron de “misógino”,
quiere que las mujeres se maten? Porque, paradójicamente, se proclama católico
y defensor de la vida. Veamos. En su intento por oponerse al avanzado artículo
157 del nuevo Código Penal, que amplía las causales, sin penalización, para la
interrupción voluntaria del embarazo, el senador cree que la mejor forma de
garantizar que un nonato “vea la luz” es que su madre se suicide previamente.
Esos son sus “principios”.
Más allá
del dislate de Murillo, que dados sus antecedentes puede quedar como una nueva
torpeza, lo que preocupa son los sentidos extendidos de su “forma de pensar
sobre este sensible tema”. Para empezar, hay una doble moral respecto al
derecho a la vida. Quienes hacen causa común contra el aborto, al amparo de
milenarios fundamentalismos, plantean la defensa absoluta de la vida “desde la
concepción”, pero enmudecen ante la muerte anual de cientos de mujeres por
abortos clandestinos.
Pero
quizás lo más arraigado es el profundo miedo del patriarcado, expresado con
rusticidad por algunos de sus patriarcas, al derecho de las mujeres a decidir
sobre sus cuerpos. ¿Quieren decidir sobre sus cuerpos, “puñado de mujeres”?
Suicídense. Pero jamás permitiremos que tengan autonomía para decidir si tienen
o no hijos, ni que interrumpan voluntariamente el embarazo. No importa que sean
mujeres violadas, o haya riesgo para la vida o salud integral de la madre, o
sea un caso de incesto…Murillo y los suyos creen que no penalizar con cárcel la
interrupción voluntaria del embarazo significa que “va a morir mucha gente”
(sic). Se equivocan. La experiencia de otros países “liberales” demuestra más
bien que con la despenalización del aborto, que es una asignatura pendiente en
Bolivia, no aumenta el número de abortos, esa decisión extrema, pero sí
disminuye drásticamente la mortalidad materna por abortos mal practicados.
Cualquier ser humano, sea o no senador católico, debiera entenderlo.
Publicado en la Editorial de La Razón
y Twitter: @escuelanfp
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