Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Beatriz Balvé
Una de las tesis dominantes hoy en día
en el campo de las Ciencias Sociales consiste en afirmar que el medio ambiente
se encuentra en peligro por la acción tanto de la riqueza como de la pobreza.
Veamos si esto es así.
El
hombre forma parte de la naturaleza, y la manera en que se distancia y apropia
de ella destruye no sólo la naturaleza sino al hombre mismo. Que hoy esta
cuestión –en tanto destrucción del medio ambiente- se aborde desde la ecología
no cambia ni modifica el problema. Esta situación se debe a la incapacidad del
hombre para organizar, planificar y controlar la producción, que incluye no
sólo la producción en sí misma sino también la distribución cambio y consumo.
Para
analizar si es cierto que riqueza y pobreza amenazan por igual al medio
ambiente, debemos tener presente que ambas refieren a personificaciones
sociales de una categoría económica: el trabajo, categoría que desdobla su
relación en dos polos opuestos: el trabajador y el no trabajador, y donde riqueza
y pobreza hacen a su situación como clase social.
Además,
vale recordar que a partir de la década del ’80, y con particular fuerza a
partir de 1990, el tema de la pobreza comienza a imponerse desplazando al
de la deuda externa. Esto se observa ya en los Documentos de Santa Fe I y II,
que contienen “recetas” para asegurar la dominación de los Estados Unidos en
América Latina.
Por
la misma época en que aquellos se redactaban, la Comisión Mundial para el Medio
Ambiente y el Desarrollo, encabezada por la primera ministra noruega Gro Harlem
Brundtland, elaboró un informe que se denominó “Nuestro Futuro Común” (1987) y
aprobado por unanimidad en Naciones Unidas, concluye que el desconcierto
imperante sobre las teorías del desarrollo refleja una crisis global, en el
sentido de que el desarrollo ha dejado de ser un problema exclusivo de los
países que aún no lo alcanzan, y propone un nuevo estilo de desarrollo que
incluya una reorientación en las naciones industrializadas y el reordenamiento
de las relaciones norte-sur.
Especialistas
de Argentina y otros países, critican ese informe en la Revista Comercio
Exterior de México y señalan, que la debilidad de los argumentos radica en no
ponderar las dificultades técnicas y políticas para resolver el problema.
Algunos indicadores serían: el 25% de la población mundial de los países
industrializados posee el 80% del parque automotor y consume el 85% del papel,
el 70% del acero, el 86% de otros metales y el 80% de la energía.
El
informe Brundtland define como desarrollo sustentable el que permite satisfacer
las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de
las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. Sin embargo,
a la luz de los indicadores no cuesta mucho leer al dorso de tan altisonante
declaración que, para lograr ese desarrollo “equilibrado”, el sur tendría que
compensar el dispendio del norte sacrificando sus posibilidades presentes y
futuras. Para no acentuar el desequilibrio ecológico, la mayoría pobre debería
limitarse a esperar la limosna que la minoría rica esté dispuesta a ofrecerle;
si intentaran su desarrollo, los países pobres serían responsables de la
destrucción del medio ambiente.
Vemos,
entonces, que entre la toma de conciencia y la creación de capacidades para
solucionar el problema se interponen las diferencias de poder y los conflictos
reales que existen entre el sur y el norte.
En
definitiva, los ricos quieren que los pobres paguemos ya no los platos rotos,
sino el planeta roto.
y Twitter: @escuelanfp
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