Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Gerardo
Szalkowicz
¿Cuáles
son los objetivos detrás de esta conspiración? Por un lado, lo más visible:
desterrar a Venezuela del Mercosur, sacarse de encima al socio incómodo,
acorralar a la revolución bolivariana como parte de una estrategia más amplia
timoneada desde Washington.
El Mercado Común del Sur
(Mercosur) se convirtió en las últimas semanas en el principal teatro de
operaciones de la disputa en el continente y en un nítido reflejo de la
pronunciada reconfiguración del escenario geopolítico regional.
En la superficie de las
retóricas diplomáticas y del abordaje mediático promedio aparece en el centro
del meollo la férrea negativa de los gobiernos de Brasil, Paraguay y Argentina
a reconocer el traspaso de la presidencia pro tempore a Venezuela, como debió
darse naturalmente si se respetaban los estatutos del bloque.
El artículo 12 del Tratado de
Asunción de 1991, documento fundacional del Mercosur, establece que “la
Presidencia del Consejo se ejercerá por rotación de los Estados Parte y en
orden alfabético, por períodos de seis meses”. El traspaso semestral se venía
dando de manera religiosa en los 25 años de vida del organismo, y de hecho
Venezuela ya la ejerció durante 2013.
Tal cortocircuito derivó en una
parálisis inédita del Mercosur en medio de un estruendoso tiroteo verbal. El
gobierno paraguayo aseguró que “no acepta la autoproclamación de Venezuela” y
habla de “una presidencia de facto”. Para José Serra, canciller brasileño, “la
presidencia se encuentra vacante”. Y, tras semanas de mutismo público, Mauricio
Macri blanqueó la postura argentina: "No estoy de acuerdo con que
Venezuela asuma la presidencia del Mercosur. No tiene derecho a ejercerla”.
Sólo el Ejecutivo uruguayo defendió –aunque con cierta tibieza- la base legal
del procedimiento.
La reacción venezolana fue
contundente. Su canciller, Delcy Rodríguez, denunció que “Macri pretende la
destrucción del Mercosur, atendiendo el libreto desde EE.UU. que lo lleva a
cometer errores históricos”. Y un auténtico Nicolás Maduro analizó sin
eufemismos: “Ahora nos persigue la triple alianza de torturadores de
Suramérica: la oligarquía paraguaya corrupta y narcotraficante, el demacrado
Macri de Argentina, fracasado, repudiado por su pueblo, y la dictadura impuesta
en Brasil. Triple alianza, aquí los vamos a enfrentar y a derrotar, a Venezuela
se respeta”.
No suena paradójico el nulo
apego a la legalidad practicado por esta “triple alianza” teniendo en cuenta
los prontuarios de sus protagonistas. Eladio Loizaga, canciller paraguayo y
principal vocero de la arremetida antibolivariana, fue funcionario de la
dictadura de Alfredo Stroessner en los años ´70 y activo miembro de la Liga
Mundial Anticomunista que colaboró con el Plan Cóndor. Qué decir de los
personeros del gobierno interino de Brasil, surgido de un golpe institucional y
salpicado por múltiples denuncias de corrupción. El derrotero de Macri también
es conocido; por si acaso, sus recientes declaraciones sobre la “guerra sucia”
y la cifra de desaparecidos en la dictadura confirman de qué lado de la
historia se para.
Pero, ¿cuáles son los objetivos
detrás de esta conspiración? Por un lado, lo más visible: desterrar a Venezuela
del Mercosur, sacarse de encima al socio incómodo, acorralar a la revolución
bolivariana como parte de una estrategia más amplia timoneada desde Washington
y propagada por las grandes usinas mediáticas. Una campaña que no cesa: el
jueves pasado, 13 gobiernos latinoamericanos, junto EE.UU. y Canadá, lanzaron
un comunicado para presionar los tiempos del referendo revocatorio contra
Maduro.
Pero lo central pasa por
dinamitar el Mercosur. Paralizarlo para avanzar luego en su flexibilización y
tener vía libre para firmar acuerdos comerciales bilaterales sin necesidad de
consenso en el bloque. Abonar el terreno para el anunciado giro hacia la
Alianza del Pacífico, el Acuerdo Transpacífico (TPP) y la restauración del
paradigma de “libre comercio”. En síntesis, revivir el espíritu del ALCA.
Queda pendiente aún la
autocrítica de los gobiernos progresistas sobre los pasos que no se dieron en
la etapa previa, sobre todo desde la articulación económica (¿qué pasó con el
Banco del Sur, firmado en 2007, que nunca terminó de arrancar?). Lo cierto es
que en este nuevo tiempo en América Latina la correlación de fuerzas es bien
distinta: los proyectos que hegemonizan apuntan a desandar aquel proceso de
integración de los últimos 15 años y trasladar al escenario regional la
impronta, las lógicas y la concepción política que vienen imponiendo en sus
países. Vienen a reorientar el rumbo, porque su norte es el Norte.
y Twitter: @escuelanfp
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