Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Verónica Rocha Fuentes
No es novedad que los avances normativos en diversas áreas tienen como uno de sus resultados inmediatos la modificación del escenario informativo y de opinión en torno suyo. De forma concreta estoy pensando en cuán imprevisible resultaba pensar hace un lustro en la centralidad mediática que hoy tienen en la agenda de/para las mujeres. Como conglomerado mediático, asistimos a este proceso abrumados por su propia dinámica, con poca capacidad para dar respuesta a un problema que ya se identificaba anteriormente y cuya naturaleza es estructural: la falta de un adecuado enfoque en el tratamiento periodístico hacia hechos de violencia contra la mujer.
Aunque se puede decir que lo señalado constituye una verdad de Perogrullo, lo cierto es que a pesar de ello no deja de ser lacerante la manera en la que los medios de difusión presentan estos temas cotidianamente. Retomo este asunto debido a que estos días uno de los bullados casos de supuesta violencia contra una mujer involucra a alguien que conozco; por ello me he visto obligada a indagar a fondo qué es lo que realmente ha pasado en este hecho y, más allá buscar emitir un juicio al respecto, he procurado informarme de la mejor manera posible para ser responsable con mis afectos, pero también con mis militancias de vida, y el resultado ha sido desastroso.
Tras varios días de buscar ampliar mi información en torno a este hecho, en los que he tenido que atravesar sensacionalistas entrevistas a familiares, imprecisas notas de prensa que establecen acusaciones sin asideros y muchísimos estados de Facebook que las enlazan y desatan juicios de valor, siento que no sé nada respecto a los hechos ocurridos y que solamente me he empapado del lógico dolor de una familia destrozada por una muerte en su seno. Me tomo la licencia de escribir sobre este tema de manera particular, pensando en entender el marco grande que lo encuadra. Y lo hago pensando en que antes de cumplir 35 años ya he identificado en varios titulares de la crónica roja de nuestro país a varias y varios conocidos: algunas veces como víctimas asesinadas por la violencia patriarcal y otras tantas como presuntos responsables de las agresiones. Cuando esto pasa, una tiene que saber sopesar de la mejor y más responsable manera todas las subjetividades que acuden al momento de juzgar estos hechos. Pero de forma definitiva he vuelto a comprobar que ello es una labor casi imposible, sobre todo debido a la gran mayoría de abogados/as y fiscales que defienden o atienden estos casos, y que no guardan los parámetros necesarios de seriedad al tratarlos y ventilarlos, y también debido los/as “periodistas” que se dedican a hacer noticia de los mismos.

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