Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
La amenaza de separación familiar impacta en los migrantes que pretenden cruzar la frontera con EE.UU.
Por: Nina
Lakhani
Las
mujeres y niños que confían en llegar a Estados Unidos se enfrentan a un
dilema: quedarse y arriesgarse a morir o sufrir la separación forzosa en Texas.
Migrantes
centroamericanos protestan a su paso por la población de Nicolás Romero el
martes 3 de abril de 2018 en el estado de Oaxaca (México). El Gobierno de
México reiteró hoy la soberanía de su política migratoria y rechazó que esté
Migrantes
centroamericanos protestan a su paso por la población de Nicolás Romero en el
estado de Oaxaca (México), en una imagen del pasado 3 de abril. EFE/LUIS
VILLALOBOS
Son
un grupo de mujeres, están cansadas y revisan una maleta llena de ropas usadas
en el sombrío patio de un refugio para migrantes cerca de la frontera mexicana
con Estados Unidos. Sus bebés toman el pecho o duermen la siesta en camas
improvisadas. Los niños se turnan para tirarse por un tobogán pintado de
brillantes colores.
La
mayoría de las 60 mujeres que vive en el Madre Assunta Scalabrini, un refugio
de monjas de Tijuana, se ha apuntado en una lista de espera que crece a toda
velocidad para solicitar asilo junto a sus hijos al otro lado de la frontera,
en San Diego. Allí esperan que las autoridades estadounidenses se apiaden de
ellas.
Ana
Ramírez, de 34 años, llegó hace 12 días desde la violenta ciudad costera de
Acapulco, en el sur de México. Vino con tres hijos, de entre 11 y 17 años; y su
nieto, de 18 meses. Huían de un grupo de hombres armados que amenazaba con
matar a la familia si el hijo mayor, que tiene 14 años y está estudiando la
secundaria, no accedía a vender drogas para la banda. Los mismos hombres se
habían llevado a tres de sus compañeros de clase, desaparecidos desde entonces.
Ramírez
denunció las amenazas ante las autoridades y allí fue donde les aconsejaron que
se fueran: no podían garantizar la seguridad de la familia. Aterrados, dejaron
su casa, su ropa, sus juguetes, el trabajo en el hotel y la escuela de los
niños. Con dinero prestado volaron hasta Tijuana. El martes, la familia ya
estaba en el puesto 400º de la cola para solicitar asilo. Habían avanzado un
trecho desde el número por encima de 1.000 que les dieron al llegar.
"Si
volvemos, nos matan a todos"
Como
la mayoría de las mujeres en el refugio, Ramírez no sabe nada de las nuevas
restricciones para solicitar asilo anunciadas la semana pasada por el fiscal
general de EEUU, Jeff Sessions, que perjudican especialmente a las víctimas de
violencia de las bandas y abuso doméstico.
El
asilo es para los perseguidos por su religión, sus creencias políticas o su
pertenencia a grupos sociales, dijo Sessions, y no para los que huyen del
crimen.
Ramírez
ha venido preparada con un informe policial con el que espera persuadir a las
autoridades de inmigración estadounidenses para que le concedan el asilo.
"Tengo pruebas, si volvemos, se llevarán a mi hijo o nos matarán a todos,
estoy tratando de mantener a la familia unida. Estoy pidiendo asilo, no
entraría de forma ilegal".
Hay
al menos 3.700 niños separados de sus padres, un número que aumenta rápidamente
por la política de tolerancia cero con que la Administración Trump pretende
disuadir a inmigrantes y solicitantes de asilo. La mayoría de las familias
separadas viene del triángulo norte de América Central: El Salvador, Honduras y
Guatemala, la zona más peligrosa del mundo sin estar en guerra.
Amnistía
Internacional ha calificado la práctica como tortura según el Derecho
internacional. No hay un plan coherente para reunir a las familias.
Ramírez
ha escuchado rumores de niños hondureños siendo separados de sus padres, pero
sólo cuando son mayores de 14. Se echa a llorar y abraza fuerte a su nieto
cuando le enseñan las fotos de niños en jaulas publicadas en los últimos días.
"No dejaré que eso suceda, regresaré".
Algunas
no han oído nada sobre esta polémica. Laura Ruiz, de 18 años, de Copán
(Honduras), está amamantando a su niño de dos años, que a duras penas mantiene
los ojos abiertos. Llegaron después de un viaje agotador y no han visto ninguna
noticia ni han oído nada sobre lo que está ocurriendo a pocos kilómetros de
allí, al otro lado de la frontera.
Su
plan es cruzar de forma ilegal junto al padre del bebé, que vive en el refugio
masculino de al lado. "Estamos tan cerca que tenemos que intentarlo".
Muchas
de las mujeres entrevistadas por The Guardian mantienen la esperanza, alentadas
por las historias de familiares y amigos que en los últimos meses y años sí
pudieron solicitar asilo. Exactamente los casos que la Administración de Trump
dice que quiere cerrar.
"¿Tú
qué harías?"
Esther
Castro, de 21 años, viaja con su pequeña y ruidosa hija de dos años, no puede
dejar de llorar por el agotamiento, la desesperación y un punzante dolor de
espalda que no ha podido curarse por falta de dinero. Es madre soltera, vino de
Michoacán y lleva gravemente deprimida desde que la violaron a los 17 años.
En
las últimas semanas, recibió una avalancha de llamadas anónimas de personas que
la amenazaban con violarla a ella y a su hija. Se asustó tanto que metió
algunas cosas en la maleta y se fue. "Voy a contarles mi historia, como te
dije, y voy a tener fe en Dios y en que nos dejarán pasar... Si tratan de
llevarse a mi hija, regresaré, no lo permitiré".
De
acuerdo con los expertos consultados, no está tan claro que pueda regresar.
Probablemente, dependa de su nacionalidad, del punto en el que entró a Estados
Unidos y de la disponibilidad de los centros de detención.
En
un año normal, el refugio Madre Assunta acoge a unas 1.200 mujeres y niños.
Pero en los primeros cinco meses de 2018, el número se ha disparado hasta
1.560. En un cambio radical con relación a 2017, este año cerca del 80% ha
venido de México, en su mayor parte de los castigados estados de Guerrero y
Michoacán. Allí los grupos armados controlan todo, desde los mercados de drogas
hasta las granjas de aguacate. El resto de las residentes del refugio proviene
en su mayoría de América Central, y unas pocas de países africanos como Sudán y
la República Democrática del Congo.
Con
casi 30.000 asesinatos, 2017 fue el año más violento registrado en México. En
lo que va de 2018, la tasa de asesinatos ha aumentado un 20%. En la frontera,
muchas prefieren arriesgarse a una posible separación en EEUU antes que la
violencia garantizada de sus hogares.
A
Mary Galván, una trabajadora social de Madre Assunta, le horroriza la nueva
política de Estados Unidos y le enoja que el Gobierno mexicano no la condene de
forma inequívoca. "[Trump] Es el anticristo. Pero ponte en el lugar de
estas mujeres, imagínate que tienes que elegir entre quedarte en casa y ser
asesinada, o cruzar la frontera y arriesgarte a que tus hijos sean encerrados
en jaulas y tratados violentamente, pero con un poco de esperanza, ¿tú qué
harías?".
En
esta crónica se han cambiado los nombres de los que participaron para proteger
su identidad.
Traducido
por Francisco de Zárate
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