Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Vanessa
Dourado
Los
países miembros del G20 representan 85% del Producto Bruto Interno (PBI)
mundial y son responsables por 75% de las emisiones de gases de efecto
invernadero (GEI) en la atmosfera. Los EE.UU. es el país que más ha emitido
dióxido de carbono (CO2) en la historia.
Las
COPs –Conferencias de las Partes Sobre Cambio Climático–, desde su primera
reunión el año 1995, en Berlín, vienen trabajando la problemática del cambio
climático, proponiendo y formulando propuestas con medidas jurídicamente
vinculantes para que los países miembros reduzcan sus emisiones de gases de
efecto invernadero. En la Conferencia de París sobre el Clima (COP21),
celebrada en diciembre de 2015, 195 países firmaron el primer acuerdo
vinculante mundial sobre el clima. Para evitar un cambio climático peligroso,
el acuerdo establece un plan de acción mundial que pone el límite del
calentamiento global por debajo de 2 ºC.
En
la declaración de los líderes del G20 en Hamburgo, en julio de 2017, se reiteró
la importancia de cumplir los compromisos con la Comisión de las Naciones
Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC), proveyendo medios de implementación
para la adaptación y mitigación, y anunciando la creación del Plan de Acción de
Clima y Energía para el Crecimiento. El año pasado, el cambio climático fue
retirado de la lista de prioridades de la agenda del G20 por presión de los
EE.UU. el cual salió del Acuerdo de Paris –señalado por los propios líderes de
los estados miembros del G20 como irreversible–.
Trump,
con su política “America first”, viene declarando una guerra contra los
esfuerzos en combatir el cambio climático, revertiendo las políticas contra el
calentamiento global llevadas a cabo por su antecesor Barack Obama. En 2017, el
presidente norteamericano decretó el fin del Plan de Acción del Clima,
reactivando la industria del carbón en los EE.UU.
Este
año, el Grupo de Trabajo de Sustentabilidad Climática del G20, que se reunió el
último 27 de abril en Argentina, no discutió los precios del carbono, los
cuales son fundamentales para tener en cuenta el daño ambiental, social y
económico provocados por las emisiones de gases contaminantes y cambiar los
patrones de inversión, producción y consumo, posibilitando la apertura de
diálogos sobre las estrategias de transición. Tampoco se habló de Justicia
Climática, de responsabilidad por daños y prejuicios, y tampoco se señaló un
sentimiento de urgencia.
La
limitación de la reunión en tener el enfoque en aumentar la capacidad de
adaptación a los efectos del cambio climático –desde que este no afecte la
capacidad de producción de alimentos– y desarrollar modelos para generación de
infraestructura resiliente es una regresión en la lucha en contra del cambio
climático.
Es
nítido que las discusiones en las reuniones del G20 están ajustadas para no afectar
mucho a los más poderosos. No hablan de erradicar el uso de combustibles
fósiles. La quema de combustibles fósiles es la mayor responsable por la
emisión de dióxido de carbono (CO2) en la atmosfera.
Mientras
tanto, los países miembros del G20 siguen planteando el desarrollo basado en
una economía de crecimiento infinito frente a recursos no renovables, no
respetando los límites planetarios, llevando el planeta a catástrofes, las
cuales ya estamos pasando: eventos extremos, sequías, huracanes, aumento del
nivel del mar, desapareciendo de especies animales y vegetales, derretimiento
de los glaciales, olas de calor, propagación de enfermedades, acidificación
oceánica, entre tantas otras consecuencias del cambio climático combinado con
una lógica colonialista de crecimiento económico.
No
hay ningún compromiso ético por parte de los países miembros del G20, hablan de
desarrollo equitativo y sostenible, sin embargo no mencionan a la Justicia
Climática. No les importa el hambre, la pobreza y la destrucción que afecta
directamente las poblaciones más vulneradas del mundo; las sequías y las
inundaciones que perjudican a los productores y productoras locales y a los
pueblos originarios, quienes dependen de sus cosechas para subsistir, y que
también implica un aumento en el precio de los alimentos; profundizando la
desigualdad social, impidiendo el acceso a una alimentación adecuada,
imposibilitando el alcance de la soberanía alimentaria y provocando un aumento
del número de refugiados.
La
política del G20 es la del engaño. Hablan de garantizar el futuro de las
próximas generaciones, sin embargo no discuten la crisis civilizatoria la cual
compromete la existencia de los/las que vendrán. No hay progreso, ni trabajo,
tampoco desarrollo, en tierra arrasada.
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