Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Una de las estrategias neoliberales ha sido la despolitización de los movimientos y organizaciones sociales, lo que ha implicado anular su capacidad de reacción y análisis revolucionario, convirtiéndolos en movimientos catárticos que gritan las frustraciones, dolores y demandas sectoriales, sin lograr articular las raíces de los problemas y las situaciones con soluciones efectivas, y así acabar finalmente con las opresiones.
Las filosofías y pensamientos posmodernos han hecho el trabajo conceptual de encubrir, con el uso de eufemismos, la realidad de despojo de derechos y de depredación. Antes, en lugar de decir desempleados se decía “trabajadores por cuenta propia”; y aún peor, el neoliberalismo se refería a ellos como “microempresarios”. Tampoco se decía “entrega” y “regalo” de las empresas y los recursos naturales de Bolivia a las transnacionales, sino se habló de “capitalización”, “empoderamiento de las mujeres”... ¡Yah!, no se rayen, era en realidad una figuración de las mujeres del MNR, MIR, NFR, ADN, hoy UN, Sol.Bo, etc.
En este marco se inscriben las políticas neoliberales dirigidas a las mujeres, que reducen la violencia de género a las relaciones con los hombres que nos rodean, que pertenecen a nuestras familias, organizaciones y territorios. Por supuesto que hay responsabilidades en ellos, pero la violencia hacia las mujeres tiene una profunda connotación estructural; no solo es ejercida por los hombres de nuestro entorno, sino que en realidad se trata de todo un sistema destinado a que sobre el cuerpo de las mujeres se prueben todas las maldades, para después ejercerlas con otros hombres, otros pueblos y la clase trabajadora.
Hoy la derecha y las “anarcoderechistas” que se dicen feministas coinciden con las oenegeras (ONG) en descalificar todo lo que hace el proceso de cambio y las compañeras y compañeros que están luchando. Solo porque ellas no fueron las que escribieron, pensaron y crearon políticas públicas que van más allá de lo planificado por el Banco Mundial no pueden descalificarlas. Bolivia tiene la más avanzada normativa para garantizar a las mujeres igualdad de derechos y en eso no hay pierde, deberíamos valorar lo que hacemos.
Otra cosa es la aplicación y la efectividad en los cambios, que pasa por condiciones para cambiar comportamientos y cultura; y eso no hay. Falta recursos financieros y mecanismos institucionales gubernamentales para efectivizar las normas y las leyes, que hoy son muy escasos e insuficientes, ese es el problema. Se han mejorado muchas condiciones para las mujeres, la mitad de cada pueblo. Pero no son suficientes, porque la violencia contra las mujeres es estructural, y estructura el sistema de opresiones, dominaciones y sufrimientos que vive la humanidad y la naturaleza.
Las movilizaciones contra la violencia hacia las mujeres y los feminicidios no pueden dejar de lado estas consideraciones, compañeras.
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