Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Esteban Ticona Alejo
La realidad es que detrás del
No hay intereses conservadores, internos y externos.
El resultado del plebiscito que
se celebró el 2 de octubre en Colombia para refrendar el acuerdo de paz entre
el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) fue imprevisible, pues ganó el No cuando
todo el mundo esperaba una cómoda victoria del Sí “juicioso”, como dirían los y
las colombianas. El No obtuvo el 50,2% de los sufragios frente a un 49,8% de
quienes apoyaron el acuerdo de paz, una diferencia de poco menos de 60.000
votos. La abstención fue altísima: apenas votaron el 37% de los electores
empadronados, en un país en el que no existe el sufragio obligatorio. ¿Se trató
de un ausentismo electoral o de la despolitización de los ciudadanos?
En un país con profundas
políticas neoliberales, la despolitización de sus ciudadanos es un sello, y al
parecer es lo que ha ocurrido. Hay preguntas lógicas: ¿por qué votar contra el
acuerdo de paz que busca poner fin a una guerra que ha costado más de 220.000
muertos y 45.000 desparecidos en 52 años de lucha armada fratricida?
Cuando se firmó el acuerdo de
paz se habló de un convenio “imperfecto” pero vital para salir de la lucha
armada, que estuvo precedido de sentidas disculpas públicas. ¿Quién o quiénes
no quieren perdonar? ¿Por qué no se quiere perdonar? Sabemos que detrás del
rechazo al acuerdo de paz entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC
está presente la rivalidad política del expresidente Álvaro Uribe y el actual
mandatario Juan Manuel Santos, dos políticos de derecha. Mientras el primero
apuesta al militarismo y al paramilitarismo de la ultraderecha, el segundo
pretende ser más democrático. Otro aspecto que llama la atención es que las
grandes ciudades como Bogotá o Cali hayan definido la suerte de zonas rurales y
regiones que soportaron la cruenta guerra interna. ¿Será que, después de más de
medio siglo de enfrentamientos, el conflicto armado se ha internalizado entre
los habitantes urbanos comunes al extremo de que les cuesta salir de esta
guerra? ¿Estamos frente al trauma psicosocietal que produce una guerra de
tantos años entre “hermanos y hermanas”?
Sabemos que el triunfo del No
constituye una apuesta en favor de la incertidumbre, porque no está descartado
que se pueda volver a la guerra, aunque el Gobierno, la guerrilla de las
FARC-EP e incluso Uribe han declarado de que eso no sucederá. ¿Pero quién
garantiza que esto no ocurra? Aquí, más allá de los países garantes, es preciso
el pronunciamiento de la comunidad internacional y sobre todo de América Latina
y el Caribe para no dejar sola a la Colombia profunda y empobrecida que quiere
la paz. La realidad es que detrás del No hay intereses conservadores, internos y
externos. Al imperio estadounidense le interesa que siga la guerra, no solo
asesorando, sino también vendiendo armas, etc., porque están sus bases
militares. Igualmente le interesa que siga la guerra a los ultraderechistas,
quienes siempre han pregonado la “guerra total”, porque eso les ha permitido
construir su silueta política, además de apoyar a terratenientes y gamonales
rurales y regionales. Asimismo, para la ultraderecha neoliberal la guerra
contra la guerrilla significa luchar contra los pobres y desplazados, que son
los que han pagado con sus propias vidas la guerra interna de medio siglo. Aquí
algunas razones del por qué quieren seguir apostando por el No. ¡Janiwa! sasawa
sapxi qamir jaqinaka Colombia markanxa. Jupanakaxa ch'axwañak munapsiki, jiwayañak
munasipki, ukaw jan waliki.
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