Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
En la
dura batalla de las ideas, algunos medios de comunicación y periodistas hacen
uso y abuso de la libre expresión para mentir, desinformar y difamar. En la
última década, acelerada por las nuevas tecnologías, esa práctica ha sido una
constante, que sólo ahora encuentra un freno legal y moral: dos fallos, uno de
la justicia ordinaria y otro del Tribunal Nacional de Ética Periodística,
obligaron a tres periodistas a retractarse de sus infundadas aseveraciones.
Autorregulación
Sin
duda, fueron dos fallos inéditos en la historia del periodismo boliviano. Si
bien ambos siguieron caminos distintos, la luz al fondo del túnel alumbró la autorregulación
de quienes se dieron el arbitrario derecho de acusar al Presidente Evo Morales
de participar en la muerte de dos personas, cuando ejercía el sindicalismo, y
de inventar un supuesto embarazo de una Ministra de Estado.
En
diferentes momentos, los autores de tales infamias tuvieron que retractarse de
cara a sus audiencias. Un poco a regañadientes admitieron las faltas cometidas
en la realización de un tipo de periodismo que hoy en día permite ese grado de
superficialidad y falsedad, en el que no existen pruebas, documentos ni fuentes
verificables. En suma, carecen de toda credibilidad.
Si la
credibilidad constituye el bien mayor, el capital simbólico del o la periodista
y de un medio de comunicación, pues a partir de estos fallos el público en
general puede respirar aliviado al saber que la impunidad no campea libre en
los micrófonos. Habrá de saber el periodista o el medio que para alzar la voz
con oscuras intenciones de dañar la dignidad de las personas, así sean o no
autoridad, cuentan con tribunos que vigilan la ética en el hacer periodístico.
¿Opinión sin ética?
Queda
por reflexionar y/o revisar el límite entre la información y la opinión que se
emiten desde un soporte comunicacional. Está claro que la información vacía de
verdad fundamentada no es válida en la construcción del sentido social, de la
noticia, pero ¿en qué queda la columna de opinión admitida y hecha pública con
la venia del medio? ¿Qué filtros se aplican en expresiones solapadas de
comentario o análisis?
Días
después de la histórica retractación, uno de los periodistas involucrados
publicó este tipo de afirmaciones en un diario de amplia circulación nacional:
“Los cocaleros movilizados no llegan a ser una guerrilla. Son solo comandos de
ajusticiamiento, pero que operan con la táctica de los guerrilleros, de golpear
y replegarse”. ¿Es plausible dejar pasar una opinión con esa intencionalidad
discursiva?
Si la autorregulación
aplica a la información, por qué no a la opinión, si ambas parten de la misma
base subjetiva. Algunos analistas plantean que la autorregulación —incluida en
la Constitución Política del Estado— tendrá vida en la medida que los actores
involucrados la ejerzan. El precedente está echado, los fallos históricos
cumplieron su doble objetivo: restituir la verdad y la “fe” en otro tipo de
periodismo.
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