Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Luiz Inácio Lula da Silva
En
más de 40 años de actuación pública, mi vida personal fue permanentemente
investigada por organismos de seguridad, por adversarios políticos y por la
prensa. Por luchar por la libertad de organización de los trabajadores, llegué
a ser detenido, condenado como subversivo por la infame Ley de Seguridad
Nacional de la dictadura. Pero jamás encontraron un acto deshonesto de mi
parte.
Se
lo que hice antes, durante y después de haber sido presidente. Nunca hice nada
ilegal, nada que pudiera manchar mi historia. Goberné Brasil con seriedad y
dedicación porque sabía que un trabajador no podía fallar en la Presidencia.
Las falsas acusaciones que me lanzaron no apuntan exactamente hacia mi persona,
sino al proyecto político que siempre representé: el de un Brasil más justo,
con oportunidades para todos.
En
vísperas de completar 71 años, veo a mi nombre en el centro de una verdadera
cacería judicial. Filtraron mis cuentas personales, las de mi esposa y la de
mis hijos. Interceptaron mis conversaciones telefónicas y divulgaron el
contenido, invadieron mi casa y me llevaron a la fuerza para declarar, sin
motivo razonable y sin base legal. Están a la búsqueda de un delito para
acusarme, pero no lo encontraron ni lo encontrarán.
Desde
que esta cacería comenzó, en la campaña presidencial de 2014, cumplo con los
caminos judiciales sin renunciar a mi agenda. Sigo viajando por el país,
encontrándome con sindicatos, movimientos sociales y partidos políticos para
debatir y defender el proyecto de transformación de Brasil. No me he frenado
para lamentarme y no desistí de la lucha por la igualdad y la justicia social.
En
estos encuentros renuevo mi fe en el pueblo brasileño y en el futuro del país.
Constato que está viva en la memoria de nuestra gente cada conquista alcanzada
por los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT): los programas Bolsa Familia, Luz Para Todos,
Mi Casa Mi Vida, el programa de fortalecimiento de la agricultura familiar y la
valorización de los salarios, en conjunto, proporcionaron el mayor ascenso social
de todos los tiempos.
Nuestra
gente no olvidará los millones de jóvenes pobres y negros que tuvieron acceso a
la educación superior. Va a resistir a los retrocesos porque Brasil quiere más,
y no menos, derechos.
No
puedo callarme, sin embargo, frente a los abusos cometidos por agentes del
Estado que usan la ley como instrumento de persecución política. Basta observar
la recta final de las elecciones municipales para constatar la caza al PT: la
aceptación por parte de un juez de una denuncia de la fiscalía contra mí, cinco
días después de haber sido presentada, y la detención de dos ex ministros de mi
gobierno fueron episodios espectacularizados que con certeza interfirieron en
el resultado de los comicios.
Jamás
practiqué, autoricé o me beneficié de actos ilícitos en Petrobras o en cualquier
otro sector del gobierno. Desde la campaña electoral de 2014 se trabaja con la
narrativa de que el PT no es un partido sino una "organización
criminal" y yo el jefe de esa organización.
Esta
idea fue machacada sin descanso por los titulares de la prensa, las portadas de
revistas, la radio y la televisión. Necesita ser probado por la fuerza ya que
"no existen hechos, sino convicciones".
No
descarto que mis acusadores crean en esta tesis maliciosa, quizás juzgando a
los demás por su propio código moral. Pero queda en evidencia la falta de
proporción entre los miles de millones de desvíos investigados y los que
apuntan como el supuesto botín del "jefe", dejando en evidencia la
falacia de esta narrativa.
Percibo
también una peligrosa ignorancia de agentes de la ley sobre el funcionamiento
del gobierno y de las instituciones. Llegué a esa conclusión en los testimonios
que ofrecí a los comisarios y fiscales que no sabían cómo funciona un gobierno
de coalición, cuál es el trámite de un decreto provisorio, cómo se produce en
una licitación, cómo se analiza la aprobación, colegiada y técnica, de
financiamientos como de un banco público, como el Bando Nacional de Desarrollo
Económico y Social (BNDES).
En
estas declaraciones, nadie preguntó objetivamente sobre las hipótesis de la
acusación. Tengo la impresión de que no fueron más que ritos burocráticos
vacíos, para cumplir etapas y atender las formalidades del proceso.
Definitivamente, no sirvieron al ejercicio concreto del derecho de defensa.
Pasados
dos años de operaciones, siempre filtradas a la prensa con sensacionalismo, no
lograron encontrar nada capaz de vincular mi nombre a los desvíos investigados.
Ningún centro no declarado en mis cuentas, ninguna empresa fantasma, ninguna
cuenta secreta.
Hace
20 años vivo en el mismo departamento en Sao Bernardo do Campo. Entre las
decenas de delatores procesados, ninguno dijo que trató algo en forma ilegal o
deshonesta conmigo, pese a que los agentes públicos insistían para que lo
hicieran, hasta como condición para obtener beneficios.
La
ausencia de seriedad, la desproporción y la falta de base de legal de las
denuncias sorprenden y causan indignación, así como la avidez con la que son
procesadas en el juicio. Ya no les importan los hechos, pruebas o normas
procesales. Denuncian y procesan por mera convicción y es grave que las
instancias superiores y los organismos de control funcional no tomen medidas
contra los abusos.
Me
acusan por ejemplo de haber ganado ilícitamente un apartamento que nunca me
perteneció y no perteneció por la simple razón de que no quise comprarlo cuando
me fue ofrecida la oportunidad, incluso después de unas reformas que se le
realizaron que, obviamente, serían incluidas en el precio. Como es imposible
demostrar que la propiedad sea mía, porque nunca lo fue, me acusan de
ocultarla, en una trama surrealista.
Me
acusan de corrupción por haber ofrecido conferencias a empresas investigadas en
la Operación Lava Jato. ¿Cómo puede ser acusado de corrupción si no soy más un
funcionario público desde 2011, cuando comencé a dar conferencias?, ¿Cuál es la
relación entre los desvíos de Petrobras y las presentaciones, todas
documentadas, que hice para 42 empresas y organizaciones de diversos sectores,
no apenas las cinco firmas investigadas, cobrando precio fijo y pagando
impuestos?
Mis
acusadores saben que no robé, no fui corrompido ni intenté obstruir a la
justicia, pero no lo pueden admitir. No pueden retroceder después de la masacre
que promovieron en los medios. Se convirtieron en prisioneros de las mentiras
que crearon, la mayor parte de las veces a partir de notas periodísticas
facciosas y sin rigor. Están condenados a condenar y deben evaluar que, si no
me detienen, serán ellos los desmoralizados ante la opinión pública.
Intento
entender esta cacería como parte de la disputa política, más allá de que sea un
modo repugnante de lucha. No es a Lula al que buscan condenar, es al proyecto
político que represento junto con millones de brasileños. En el intento de
destruir una corriente de pensamiento, están destruyendo los fundamentos de la
democracia en Brasil.
Es
necesario destacar que nosotros, en el PT, siempre apoyamos la investigación,
el juicio y la sanción a quien desvía dinero del pueblo. No es una afirmación
retórica: hemos combatido la corrupción en la práctica.
Nadie
actuó tanto para crear mecanismos de transparencia y controlar el dinero
público para fortalecer la Policía Federal, el ente fiscal y al Ministerio
Público, para aprobar en el Congreso leyes más eficaces contra la corrupción y
el crimen organizado. Esto es reconocido incluso por los fiscales que nos
acusan.
Tengo
la conciencia tranquila y el reconocimiento del pueblo. Confío en que tarde o
temprano la justicia y la verdad prevalecerán, aunque sea en los libros de
Historia. Lo que me preocupa, y a todos los demócratas, son las contínuas
violaciones al Estado de Derecho. Es la sombra del estado de excepción que está
acechando al país.
El
autor fue presidente de Brasil (2003-2010) y en la actualidad es presidente de
honra del Partido de los Trabajadores.
y Twitter: @escuelanfp
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