Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Esteban Ticona Alejo
Chuqiyapu
Marka, también llamada La Paz, son dos ciudades interpuestas y a la vez
contradictorias. La primera es una urbe ancestral, y la segunda fue fundada por
los españoles en la época colonial. A pesar del tiempo transcurrido, la ciudad
de La Paz y Chuqiyapu Marka no han logrado fusionarse, y cada una ha mantenido
su forma de ser. Estas ciudades construyeron una especie de vidas paralelas y
diferenciadas. Está claro que La Paz apostó y apuesta por la modernidad
colonial europea, y Chuqiyapu Marka, por la continuidad identitaria ancestral.
Para la ciudad europea nada ni nadie puede oponerse a la modernización,
entendida como la apuesta por la civilización sobre lo salvaje y premoderno.
Desde la perspectiva de la urbanidad liberal, solo se apuesta por sus
ciudadanos individuales, porque no existen más que esos seres en este planeta.
Desde la perspectiva ancestral, en la ciudad no solo existen los seres humanos,
sino también otros seres, como los achachilas, los apus, la Pachamama, las
wak’as, etc.
La urbe
paceña siempre apostó por borrar las huellas de la ciudad ancestral, y una de
las formas espaciales es extirpar, de manera consciente o no, los espacios
sagrados de las wak’as, construyendo sobre éstas las iglesias católicas. Hay
muchos ejemplos al respecto, las iglesias de San Francisco, de San Pedro y de
San Sebastián, e incluso la Catedral de la plaza Murillo están edificadas sobre
wak’as andinas. La experiencia de otros países como Perú (la iglesia de Cusco)
o en el Ecuador (la iglesia de San Francisco) es muy similar.
¿Cuántas
wak’as existían en Chuqiyapu Marka antes de la invasión de los colonizadores?
¿Cuántas existen en la actualidad? ¿En qué lugares están? Hoy no existen
respuestas claras a las preguntas anteriores, puesto que no tenemos ningún mapa
de ubicación de las wak’as. Está claro que al Estado colonial y republicano, en
sus diferentes niveles de administración, nunca le ha interesado saber de su
existencia y menos de sus “prácticas idolátricas”.
Pero
¿qué son las wak’as? Desde la cosmovisión y espiritualidad andinas, son parte
del medio natural y de la sociedad; se consideran como una especie de
divinidades o sobrehumanidades andinas que participan activamente de la
condición humana de muchas formas. Son los seres que han ingresado a una
relación interdependiente, reciproca, con los humanos; y sus atributos y
poderes son expuestas en diferentes momentos de la vida.
Con la
justificación de ampliar la autopista La Paz-El Alto se intentó destruir a la
wak’a Katari, mal llamada “diablo”, hasta hace poco ubicada en una de las
curvas de esa vía, bautizada peyorativamente como “curva del diablo”. Sin
embargo esta forma de extirpación fue frenada, no porque las autoridades hayan
entendido o respeten a esta wa’ka, sino porque los indios urbanos o creyentes
de la sociedad andina se movilizaron y evitaron su destrucción. El resultado
fue su traslado a un lugar cercano.
¿Cuántas
otras wak’as están expuestas a este tipo de colonización espiritual urbana?
Sabemos que muchas han sido rebautizadas con el nombre de “calvarios”, pero en
fondo son wak’as como la de la autopista y aún se celebran en aquellos lugares
ceremonias rituales andinas. Sé que en esta movilización por el respeto a la
espiritualidad andina urbana han participado muchos jóvenes (hombres y
mujeres), ¡jallalla a todos ellos! Es hora de no insistir en seguir
construyendo una ciudad con réplicas modernas y coloniales occidentales, porque
esa convicción significa seguir apostando a formas de extirpación de las
idolatrías. El resultado es alentador, hoy también nos toca defender a nuestras
wak’as.
Wak’a
achachilanakasaruxa q'al t'unjañ munapxi, ukapi jan walikiti jiwasanakakatixa,
¿janicha ukhamaxa?
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