Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Lourdes
Montero
Un
5 de septiembre de 1986, hace 27 años, murió Noel Kempff Mercado, asesinado por
narcotraficantes en las Serranías de Caparuch. Recuerdo que, a mis 18 años, fui
parte de una gran marcha de indignación y rabia contra sus asesinos, pero sobre
todo contra una sociedad indolente que se hacía de la vista gorda frente al
enriquecimiento ilícito del narcotráfico. Nadie podía explicar cómo la muerte
nos había arrebatado a ese hombre amante de la naturaleza, botánico
autodidacta, símbolo del orgullo cruceño. Luego supimos que, en uno de sus
viajes de investigación, su avioneta aterrizó por error en la pista clandestina
de una fábrica de cocaína y, sin más, fue acribillado por un grupo de sicarios.
Esta
muerte marcó un punto de inflexión en la conciencia colectiva nacional y
especialmente de Santa Cruz. La brutalidad de los hechos y la gran pérdida que
significó la muerte de Noel Kempff nos confrontaron con la insensata tolerancia
hacia los efectos multiplicadores de la economía del narcotráfico. Hasta ese
momento no era mal visto que algunos vecinos, familiares y amigos gastaran su
dinero en fiestas y regalos compartidos con todos. No parecía mal beneficiarse
de una bonanza cuyo origen no cuestionábamos. Y de pronto, como diría Miguel
Hernández, “un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida”
nos mostró la realidad: todos éramos cómplices de esa muerte, todos los que
sonreímos ante el enriquecimiento ilícito, el dinero fácil, la corrupción
campante.
Hoy
la muerte de un joven nos conmueve el alma y salimos a las calles a decir
basta. Nuevamente, como hace 27 años, salimos a marchar para recuperar la
conciencia. Somos cómplices de la muerte si volteamos la cara frente al
enriquecimiento ilícito sea por narcotráfico, robo, contrabando o corrupción. Y
decimos basta porque junto a ese joven están muchos otros que sólo han logrado
ser noticia por un día.
Y
decir basta fuerte y claro puede ser un gran paso contra la violencia cotidiana
de sentir temor al caminar por las calles poco alumbradas o silenciosas; tener
miedo a salir o regresar a nuestras casas, pasear por los parques con nuestros
hijos. No podemos seguir temerosos, esperando que los sicarios de la droga y la
delincuencia nos perdonen la vida. Bolivia, este maravilloso país que amamos no
merece convertirse en cementerio de la violencia que genera el narcotráfico.
Que la marcha del pasado viernes nos despierte de la pesadilla que ha sido
escuchar en la radio y en la televisión que la vida no vale nada.
Con
espanto leímos que “donde cayó la víctima, hubo sangre, pero algunas personas
la limpiaron y continuaron la fiesta y la borrachera”. Nuevamente fuimos
cómplices de la muerte.
Así
como Hanalí Huaycho nos sacudió como sociedad para enfrentar la violencia
contra las mujeres, recordemos a Álvaro Escalante como el símbolo de la lucha
contra la inseguridad ciudadana, contra la muerte por estar en el momento y en
el lugar incorrecto, contra el control de nuestras calles y plazas por parte de
la delincuencia. Creo que es el único consuelo que podemos ofrecer a esos
padres que hemos visto quebrarse frente a tanto sufrimiento.
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