Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Sábado
19 de octubre. Cae la noche y el hotel de La Paz no tiene sala disponible para
la cita. La situación contrasta con la predisposición de Boaventura de Sousa
Santos, que, a pesar de su estrés que casi frustra la charla, regala su tiempo
más de lo previsto. El proceso político que vive Bolivia, el nuevo activismo
social y tantos temas en el cuestionario, esta entrevista se desnaturaliza y se
convierte en una clase magistral exclusiva.
Ambiente
hogareño en el piso 6, acaban de adecuarlo entre tres asistentes para la hora
de flashes y apuntes. Cada respuesta del sociólogo portugués es casi una tesis.
¿Por dónde empezar? Por donde creemos conveniente para esta lectura dominical.
Entre
agosto de 2006 y octubre de 2008, Bolivia experimentó un proceso constituyente
inédito que siguió (o terminó) con la aprobación de la nueva Constitución
Política del Estado (CPE). Finalmente concertada en el Congreso Nacional de
entonces y convalidada luego por un referéndum nacional, la carta fundamental
rige desde el 7 de febrero de 2009, cuando la promulgó el presidente Evo
Morales.
Materia
vital. Nacido en São Pedro de Alva, Portugal, el 15 de noviembre de 1940, De
Sousa dispara su primera crítica, a la que, por su afinidad con el proceso
político en el país, suele llamarla “crítica solidaria”: es “una Constitución
que acabó siendo negociada en un contexto no constituyente ni constitucional, el
Congreso, en el que se hicieron cambios significativos”.
Si
bien admite que esa negociación política “garantizó gobernabilidad”, cuestiona
que ese cabildeo, ejercido entre el Movimiento Al Socialismo (MAS) y la
agrupación Poder Democrático y Social (Podemos), las principales fuerzas de
entonces, otorgó “concesiones exageradas para un proceso constituyente que
venía fundado por un pacto de unidad”.
Mal
que bien, cree que el texto constitucional tiene aportes importantes, como el
reconocimiento de las democracias participativa y comunitaria, además de la
tradicional representativa. También, la economía plural o los valores del suma
qamaña (vivir bien). “Si hay (estos elementos) en otros países, es sólo papel,
no vale nada”, cuestiona el también profesor de Sociología de la Facultad de
Economía de la Universidad de Coímbra, en Portugal.
Sin embargo, en su criterio, la CPE es vulnerable a la
“desconstitucionalización” a través de leyes ordinarias que violan el mandato
de la Carta Magna. “El ejemplo más claro es la Ley de Deslinde Jurisdiccional
(del 29 de diciembre de 2010), que ha restringido de una manera brutal la
vigencia de la justicia comunitaria”.
A
finales de 2012 similar observación que expone el sociólogo puso en evidencia
una crisis en el Movimiento Al Socialismo (MAS). La entonces presidenta de la
Cámara de Diputados, Rebeca Delgado, cuestionó la legalidad del proyecto de Ley
de Extinción de Dominio de Bienes, en alusión directa al trabajo en borrador de
parte del ministro de Gobierno, Carlos Romero. Al final, a través de la
Declaración Constitucional 02/2013, el Tribunal Constitucional Plurinacional
(TCP) declaró inconstitucional la inclusión del delito de contrabando en el
proyecto y, al contrario, estableció la constitucionalidad el alcance del
borrador para casos de narcotráfico, lavado de dinero y corrupción.
Es
otro ejemplo que omite De Sousa Santos, sin el ánimo de inculparlo.
“Constitucionalmente, Bolivia está más avanzada; en la práctica está
retrasada”, remata.
Incluso,
con riesgos de injerencia internacional o interna. “Cualquier gobierno de
derecha, aquí o en Ecuador, lo primero que haría es eliminar la Constitución,
estoy seguro. Puede no hacerlo directamente, pero la va a destruir de una u
otra manera”.
De
todas maneras, la nueva Constitución ha marcado un antes y un después del país,
un punto de inflexión histórico que De Sousa Santos denomina como un periodo
revolucionario rico, “un proceso político de alta calidad y de gran
influencia”.
Bolivia
es ahora Estado Plurinacional. ¿Cómo caracteriza el proceso político boliviano?
Sin ambages, considera que éste es un proceso contradictorio muy complejo,
debido a que “hay fuerzas a las que les gustaría llevarlo en la dirección
dominante del mundo, que es un desarrollismo neoliberal”.
Así,
considera que es “muy claramente posneoliberal y que puede no ser
poscapitalista”. Plantea dos razones: otorga “una centralidad al Estado, del
Gobierno en el control de los recursos naturales, que va en contra de los
principios neoliberales. Por otro lado, porque el neoliberalismo no tolera las
diferencias culturales e interculturales que pueden plasmarse en autonomías y
que pueden constituirse en obstáculos al desarrollo, que consiste básicamente
en la ampliación sin límites de la frontera agrícola, la agroindustria y
la exploración de recursos naturales como nunca”.
También
cree que el proceso político es “posteurocéntrico”, que “está fundado en la
CPE, en la propia forma del Estado”; en las reformas del Estado distintas a las
heredadas por el imperio romano o la Revolución Francesa. Se sustenta en “los
principios fundamentales del suma qamaña, la idea de las autonomías
territoriales, de la justicia indígena y del respeto y promoción de la
diversidad cultural, en términos políticos”. Además, “las economías ancestrales
y campesinas tienen una validez constitucional, por eso la economía plural”.
Es
más, un dato no menos importante que destaca son las palabras que tiene la
Constitución. “Nunca una Constitución en el mundo tuvo tantas palabras en lenguas
no coloniales, que también son algo simbólico”.
Sin
embargo, tiene dudas razonables acerca de la eficiencia de la experiencia
boliviana. Hay que hacer “un test para saber si estamos o no en un camino neo o
posneoliberal”, dice.
¿Y
para que serviría el test? Para “saber si las consultas son hechas de manera
previa, libre, informada y de buena fe. Si son, estamos en el camino
posneoliberal; si no son, estamos deslizando para una vertiente neoliberal”.
Con
el conflicto por el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure
(TIPNIS), de septiembre y octubre de 2011, surgió en el país el debate acerca
de la condición progresista o no del gobierno de Evo Morales. Algunos
consideraron que, por su insistencia de construir una carretera por el parque,
aquél era desarrollista. “En Bolivia, el gobierno de Evo Morales, un indígena
llevado al poder por el movimiento indígena, impone, sin consulta previa y con
una sucesión rocambolesca de medidas y contramedidas, la construcción de una
carretera en territorio indígena (el TIPNIS) para drenar recursos naturales”,
escribió De Sousa en su Octava carta a las izquierdas, publicada en Animal
Político de La Razón el 2 de septiembre de 2012.
Es
uno de los principales cuestionamientos del profesor, que los expresó incluso
en persona al vicepresidente Álvaro García Linera. “No le gustó que yo
criticara a este Gobierno por eso”, confiesa ahora.
Sin
embargo, asegura que este comportamiento no implica que la administración del
MAS sea de derecha ni es la debacle del proceso de cambio que tuvo sus momentos
más determinantes entre 2000 y 2009. “No soy de los que piensa que éste es un
Gobierno de derecha, pienso que este Gobierno tiene en las manos un proceso
constituyente que no está perdido, (sino) que está amenazado”.
“Tengo amigos intelectuales que consideran que ya el proceso se perdió; este
Gobierno es derecha. Yo tengo una posición distinta y muy apoyada en los
movimientos sociales con los que comparto: no es un proceso perdido, de ninguna
manera, pero además no veo un peligro”, insiste.
Si
no está perdido, el desafío es de los movimientos sociales, materia de
prioridad en la experiencia intelectual y académica de De Sousa Santos, que
hasta estas alturas de la conversación no ha bebido ni una gota del agua
embotellada que dejó lista al pie del sillón de su pieza en el hotel. “Todo
depende de la presión que los movimientos sociales deben hacer para que este
proceso constituyente siga adelante. Para eso, tienen que seguir conversando y
hay que reconstruir un pacto de unidad”, sugiere el sociólogo.
Gran
parte de la CPE aprobada en la Asamblea Constituyente, en Sucre, fue promovida
por organizaciones sociales agrupadas en el llamado Pacto de Unidad, conformada
entonces por la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de
Bolivia (CSUTCB), la Confederación Sindical de Campesinas Bartolina Sisa
(CSUC-BS), la Confederación de Colonizadores de Bolivia, el Consejo Nacional de
Markas y Ayllus del Qullasuyu (Conamaq) y la Cidob.
En
su visita a La Paz, De Sousa Santos se reunió con dirigentes de algunos
movimientos, con quienes abordó la actual situación del país. Al analizar las
reflexiones, dice que si bien hay descontento, aún creen en el proyecto
político. “Están en contra de algunas políticas, dimensiones o actitudes de
este proceso, pero no lo van a rechazar de una manera total”, cuenta.
Conamaq
y Cidob, dos de las principales organizaciones del Pacto de Unidad, sufrieron
fisuras en sus liderazgos. La segunda, tras el conflicto por el TIPNIS, es
presidida por Melva Hurtado, dirigente indígena afín al Gobierno. El profesor
reparó esta situación. “He visto muchas organizaciones sociales divididas,
deberían abrazarse, mostrar brillantemente y muy francamente sus diferencias, y
decir ‘compañeros, este proceso es nuestro, deberíamos impulsarlo y seguirlo
juntos’”, reflexiona.
En
esto, considera que las mujeres deberían jugar un rol vital. “Curiosamente
observo: las mujeres en este país son un factor de unidad que no están
reconocidas ni exploradas. (…)”. Cree que su acción se circunscribe en lo que
llama “la ética de cuidado”, que permite que no se polarice lo que se puede
despolarizar entre movimientos.
Sin
embargo, llama la atención sobre la autonomía de la acción de aquéllas y el
interés de agentes políticos externos e internos contra el proyecto
constituyente. No puede haber una pérdida de autonomía de los movimientos con
el miedo de que “si no están con el Gobierno incondicionalmente, están en
contra”. “Estarán perdidos, tienen que mantener su autonomía y asumir los
costos de esa autonomía, y tienen que saber manifestarse de manera que este
proceso no se destruya completamente”.
Así,
plantea algo que quizás no entendería el MAS y los sindicatos afines, Morales,
García Linera o los mentores de la administración gubernamental.
“Hay
que presionar a Evo Morales, porque hay muchas presiones para descaracterizar
este proceso, son muy fuertes, vienen de poderes fácticos internacionales y
poderes internos, además de las contradicciones propias del Gobierno, que está
lejos de ser un gobierno homogéneo”, propone.
“Hay
vertientes en el Gobierno más próximas a las lógicas del proceso y otras, más
desarrollistas. O sea, los pachamámicos y los extractivistas”.
Esa
presión, según caracteriza De Sousa, debería ser natural tras el contrato
social que implicó la nueva Constitución. “Éste el primer momento para un nuevo
activismo”. Ya dijo que, en su caso, no devaluaría su voto, por la
experiencia de 40 años de dictadura en su país. “Si se pierde (el proceso),
pasarán décadas hasta que surja otra oportunidad”, desafía.
Entrevista efectuada por Rubén
Atahuichi, periodista de La Razón
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