Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Alfredo Rada
Hace
cinco meses, estando yo en Tarija
participando en un foro debate sobre el proceso político en Bolivia
-proceso al
que denominamos Revolución Democrática y Cultural- uno de los asistentes
me
preguntó si era posible profundizar esta revolución política hacia una
revolución económica y social sin la participación de la clase obrera.
Le
respondí inmediatamente que no, que para consolidar un período de
transición hacia la construcción de una nueva forma de socialismo
comunitario, es imprescindible
la participación obrera dentro del bloque social revolucionario que
gestó este proceso de transformaciones allá por el año 2000 en la
denominada guerra del agua, cuando comenzó a derrumbarse el
neoliberalismo.
Aquella pregunta era muy pertinente porque en
ese momento, mayo del 2013, estaban en pleno auge las movilizaciones por la Ley
de Pensiones que convocó la dirigencia de la Central Obrera Boliviana contra el
gobierno de Evo Morales. Fuertemente influenciados por tendencias políticas de
ultraizquierda aglutinadas en el denominado “Partido de los Trabajadores”, los
cobistas cometieron un error garrafal al movilizar a la base laboral con afiebrados
discursos en los que se llegó a proponer el reemplazo de Evo por “otro
gobierno”, tal como afirmó un dirigente del magisterio urbano de Santa Cruz.
Esta orientación maximalista llevó a la COB inexorablemente
al fracaso, ya que la huelga y las movilizaciones nunca lograron respaldo
popular y al final la dirigencia sindical tuvo que retroceder casi como en
desbandada.
La desviación que llevó a la derrota tuvo por
origen la caracterización que la ultraizquierda hace del actual gobierno como
“burgués y proimperialista”, una falacia simplificadora propia de las
corrientes políticas de matriz ideológica limitadamente clasista y obrerista, lo que les
impide comprender el abigarramiento de la formación social boliviana, cuyo
análisis debe hacerse en clave compuesta de nación y clase.
El actual proceso de cambio se constituye por el
despliegue dinámico de la lucha de clases sociales al interior del capitalismo que
se combina, a momentos en forma contradictoria, con la lucha histórica de las
naciones originarias contra el colonialismo interno. Esa es la naturaleza
dialéctica de este proceso en el que las tendencias estructurales anticapitalistas
y anticolonialistas, que se expresan en la acción política de clases explotadas
y naciones oprimidas, posibilitan la transformación revolucionaria de las
relaciones económicas de explotación, de las relaciones políticas de exclusión
y de las relaciones culturales de opresión. Aunque siempre existe el riesgo de que este
curso de transformaciones, debido a presiones externas, fragmentaciones internas o
por concesiones programáticas, se agote o se revierta.
Volviendo al conflicto con la COB, luego de su
desenlace el gobierno se planteó la tarea de recomponer rápidamente su relación
con los sectores obreros, al mismo tiempo que los trabajadores de base comenzaron
a ajustar cuentas con las dirigencias ultristas dentro de los sindicatos. Esto
es lo que acaba de ocurrir en el Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de
Huanuni, una organización emblemática porque en ese distrito ubicado en el occidental departamento de Oruro está la mayor
concentración de proletarios de todo el país. Son cuatro mil quinientos mineros
que habían elegido hace más de un año a una directiva sindical radicalmente
confrontada con el gobierno. Esta directiva protagonizó la huelga de mayo, el
bloqueo de carreteras en Caihuasi y la voladura de un puente ubicado en esa
localidad. Hoy, debilitada y aislada, esa ultraizquierda que por un tiempo se había
encaramado en el Sindicato Huanuni, terminó defenestrada por una masiva
asamblea general de los trabajadores, que decidieron también aprobar la
construcción de un nuevo pacto político de unidad con el gobierno de Evo
Morales.
No
cabe duda que tal reposicionamiento obrero tendrá un fuerte
impacto en el futuro del PT pues este instrumento político ha perdido ya
su
columna vertebral; se sentirán los efectos también en la orientación de
la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia y en la
propia COB.
Veamos otro sector, el de los trabajadores en
construcción. Este sector laboral es uno de los que más ha crecido en número
debido al ciclo expansivo de las inversiones públicas y privadas en el rubro de
nuevas construcciones de inmuebles. En las
ciudades de Bolivia se pueden ver por todas partes edificios y complejos
habitacionales en plena ejecución, lo que conlleva la contratación –como mano
de obra eventual o a destajo- de gran número de trabajadores. Pero la
organización sindical de este sector es débil y dispersa, en parte porque su
dirigencia suele estar controlada por las grandes empresas constructoras, pero
también por la escasa regulación que efectúa el Estado.
Esta docilidad de los sindicatos ha comenzado a cambiar
en el último congreso nacional de la Confederación Sindical de Trabajadores en
Construcción de Bolivia, que se efectuó en la ciudad de Santa Cruz. Allí los
obreros constructores eligieron una nueva conducción sindical y definieron como
tarea la sindicalización masiva y obligatoria de todos los albañiles, maestros
y ayudantes, pasando de los acuerdos verbales con los patrones a contratos colectivos de trabajo
en todas las obras en construcción. Será también una forma de superar la situación de
“obreros informales” que es una de las peores herencias del neoliberalismo, en
un país en el que menos del 20% de los trabajadores está sindicalizado.
En cuanto a los obreros fabriles, fue uno de los
sectores más duramente diezmado por los despidos masivos, eufemísticamente
llamados “relocalizaciones” por el decreto supremo 21060 de agosto de 1985. Después el sector fabril fue sometido por casi dos décadas a
las políticas de flexibilización laboral del neoliberalismo, cuyo objetivo era
disminuir las cargas laborales en favor de las ganancias del capital.
Hoy el
sector fabril pasa por momentos de rápida reorganización sindical lo que ha
permitido potenciar a la Confederación General de Trabajadores Fabriles de
Bolivia. Pero aún resta consolidar la organización de nuevos sindicatos, especialmente
en las ciudades de El Alto y Santa Cruz, las dos mayores concentraciones de
fábricas industriales de Bolivia.
La importancia de que los sectores obreros se
reincorporen al proceso de transformaciones acordando una agenda programática
con el gobierno de Evo Morales, radica no solamente en que permitirá cohesionar
una fuerte base laboral de apoyo, sino también en que fortalecerá a las
tendencias antiimperialistas y revolucionarias del proceso.
La agenda programática a la que nos referimos podría
contemplar los siguientes aspectos: 1) Una nueva Ley General del Trabajo que,
preservando los avances logrados en la ley actual, permita avanzar en nuevos
derechos para los trabajadores, 2) Una campaña nacional de sindicalización
masiva en todos los sectores que carecen de organización propia, 3) El
fortalecimiento del sector social y comunitario de la economía, en alianza con
el sector estatal nacionalizado.
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