Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
La canciller alemana Angela
Merkel será candidata de su partido de centroderecha para una cuarta gestión
consecutiva al frente del Estado. De ser electa, replicará el récord de su
antecesor Helmut Kohl, quien gobernó durante 16 años. Sorprende un poco que nadie
reclame por esta falta de “alternabilidad democrática”.
Es tentador pensar que se
trata de una anomalía de continuismo político arraigado en la vieja tradición
personalista y autoritaria de la derecha alemana, pero resulta que Margaret
Thatcher también gobernó tres veces nada menos que en la cuna del liberalismo,
sin que hubiese una limitación institucional para impedirle un cuarto mandato.
Lo propio con Pierre Elliott Trudeau, padre del actual Primer Ministro
canadiense, quien gobernó desde el 20 de abril de 1968 hasta el 4 de junio de
1979, y posteriormente, desde el 3 de
marzo de 1980 hasta el 30 de junio de 1984.
La verdad es que la tan
mentada “alternabilidad democrática” no es un requisito sine qua non de la
democracia representativa, sino una bandera levantada por el oportunismo
opositor cuando se trata de descalificar la candidatura de un gobernante con
fuerte y sostenido respaldo electoral. Otra cosa es pensar la alternabilidad
democrática como algo deseable desde el punto de vista del desarrollo
democrático como proceso de institucionalización política. Es decir, considerar
si el cambio periódico y frecuente de gobernantes es preferible en la medida en
que la institucionalidad estatal democrática se fortalezca. Esta perspectiva
viene de la sociología de Max Weber, para quien la modernización política
implica necesariamente el reemplazo de vínculos y valores personalizados por
las normas e instituciones impersonales del Estado. Aquí sobresale el valor de
las normas y reglas, por encima del carisma, la personalidad o la virtud del
gobernante. El problema en este caso es que en democracia el principio y
cualquier práctica de alternabilidad no pueden estar por encima de la soberanía
popular. Es decir, cuando el gobierno es electivo, la alternabilidad debe
interpretarse como el derecho que posee el pueblo de cambiar a un gobernante,
si así lo decide, y no como la obligación de cambiarlo.
Ahora bien, es más plausible
buscar la alternabilidad cuando se trata de un gobierno que ha surgido desde abajo,
y ha promovido e institucionalizado la participación ciudadana más allá de su
representación en el Estado. Con mayor razón, si lo que se busca es
institucionalizar y profundizar los cambios estructurales que se han logrado
efectuar, sin caer en la burocratización, para lo cual se requiere la continua
formación y rotación de nuevos dirigentes. Por paradójico que parezca, en este
caso el cambio de liderazgo promueve la continuidad del proceso.
Esto nos recuerda que la democracia no es solamente una forma de gobierno popular, sino una forma de organización estatal. Y no hay que olvidar que en nuestro caso, incorpora una dimensión participativa y corporativa con las consiguientes ventajas y desventajas: mayor democracia social pero mayor potencial de tensiones entre aquella parte de la sociedad limitada en la práctica al voto individual y la parte reconocida políticamente en instituciones participativas.
Esto nos recuerda que la democracia no es solamente una forma de gobierno popular, sino una forma de organización estatal. Y no hay que olvidar que en nuestro caso, incorpora una dimensión participativa y corporativa con las consiguientes ventajas y desventajas: mayor democracia social pero mayor potencial de tensiones entre aquella parte de la sociedad limitada en la práctica al voto individual y la parte reconocida políticamente en instituciones participativas.
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