Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Inti Peredo
El
programa preliminar del Ché, descansar varios días, para reponer energías
mientras se entrenaban loa nuevos compañeros, fue bruscamente alterado. El 17
de marzo (de 1967) alrededor de 60 soldados se habían metido por el camino de
Algarañaz y se llevaron preso a Salustio. Uno de los reclutas que debutaba como
mensajero. En el ataque a la Casa de Calamina, el Lorito había matado a uno de
los guardias. Al conocer la noticia, Marcos ordenó la retirada porque estimaba
que no se debía defender posiciones. En el Diario del Ché aparece descrito el
problema en la siguiente forma:
-Rolando
había sido enviado para organizar la retirada de todo, un clima de derrota
imperaba. Poco después llegó un médico boliviano recién incorporado con un
mensaje para Rolando en el que se le comunicaba que Marcos y Antonio estaban en
la aguada, que fuera a entrevistarse. Le mandé a decir con el mismo mensajero
que la guerra se ganaba a tiros, que se retiraran inmediatamente al campamento
y allí me esperaran. Todo da la impresión de un caos terrible, no saben qué
hacer.
Más
tarde el Ché me explicó su decisión. El criterio de que la guerra no defiende
posiciones es correcto, pero hay que tomar en cuenta una serie de factores que
se habían acumulado hasta ese momento.
En
primer lugar, nosotros no "defendíamos una posición" puesto que el
campamento no tenía ese carácter. Además en el trabajo preparatorio de las
acciones militares habían quedado demasiadas las por la falta de cuadros para
realizar una serie de labores preliminares. Eso nos obligó a "quemar"
compañeros. La misma Casa de Calamina se había convertido en un foco de
sospecha y Algarañaz incluso nos había enviado un cazador para que nos vigilara
constantemente. Retirarse en ese momento, sin dar batalla cuando la guerrilla había
sido detectada por los datos que habían entregado los desertores (dos hombres que
fueron apresados en Camiri), significa simplemente que se iniciara una
persecución contra nosotros por un ejército con energías, fresco, con moral
elevada. Por el contrario, combatir significaba foguearse para afrontar con decisión
las futuras batallas. Hay que tener en cuenta que de todas maneras, tendríamos
que combatir en los días subsiguientes, por los factores ya mencionados. Otra
alternativa, aunque parezca extremista, habría sido desaparecer como guerrilla
hasta crear las condiciones en la ciudad, tomar contactos nuevamente, reclutar
nuevos elementos para recomenzar. Esto era absurdo. Por otra parte, por las
penurias que nos ocasionó la marcha de exploración, veníamos con la moral no
muy alta, no con buena disposición combativa. El momento táctico se presentaba
ahora con todas sus perspectivas favorables para nosotros. Por eso el Ché
consideró un grave error retirarse en esos momentos y ordenó a Rolando tender
una emboscada río abajo. Enseguida ordenó la defensa en la entrada del
campamento y envió a un grupo de compañeros a explorar río abajo.
El día
22 de marzo fue de tensos preparativos. A las 7 de la mañana del 23, mientras
Rolando revisaba las posiciones de los guerrilleros emboscados, se sintió un
chapoteo por el río. Rápidamente se situó en su lugar y esperó que la tropa
fuera avanzando lentamente. Se mantuvieron en silencio hasta que penetró un
grupo grande. Rolando, como responsable de esta primera acción nuestra, abrió
fuego sorpresivamente. Muchos soldados se desplegaron en posición combativa.
Los pocos que hicieron frente fueron abatidos en forma rápida. El resto huyó.
El fuego duró aproximadamente unos seis minutos, según informó Rolando al Ché,
hasta que las fuerzas enemigas se rindieron.
En
estos combates participaron Rolando, Benigno, Coco, Guevara, Pablito, Ernesto,
Apolinar y Walter, los que mataron a 7 soldados, hirieron a 6 y tomaron 11
prisioneros. Otros 8 soldados escaparon. Como se puede apreciar las fuerzas
enemigas eran cuatro veces más grandes que la nuestra. Nosotros no tuvimos
bajas. Además quedaron en nuestro poder 3 morteros de 6O mm, y ocho cajas de
granadas, una ametralladora calibre 30 con 500 tiros, 2 ametralladoras BZ, 2
metralletas UZI, 16 Mauser con dos mil cartuchos, 2 aparatos de radio y otros
elementos.
Coco
llegó a las 8 de la mañana a nuestras posiciones para dar cuenta del resultado
de la batalla. Inmediatamente Ché ordenó que Marcos saliera por el camino de
maniobras número 1 con el objeto de cortarle la retirada por detrás al ejército
si éste avanzaba por el cañón del río tratando de llegar al campamento y a
Braulio lo envió con la retaguardia por el camino número 2 para impedir que
saliese del cañón que era una verdadera trampa mortal. El centro atacaría desde
las posiciones que ya estaban ocupadas. Ché me ordenó interrogar a los
prisioneros y presentarme como jefe. Esta misión la cumplí durante todo el
transcurso de la guerra.
El
mayor Plata, jefe de las fuerzas prisioneras, lloriqueó largamente mientras los
soldados nos pedían que lo fusiláramos por los malos tratos y los abusos que
cometía. Por encargo del Ché le dije que todos los prisioneros quedarían en
libertad, que le dábamos plazo hasta el 27 a las 12 del día para retirar a sus
muertos. Muy asustado manifestó que se retiraría del ejército. Nos dio una
serie de datos importantes sobre las operaciones que se estaban realizando. Por
ejemplo, nos dijo que ese ataque estaba programado junto con un bombardeo que
se iniciaría a mediodía. Ellos debían dejar señaladas sus posiciones, con el
objeto de que no sufrieran bajas. La emboscada los hizo perder contacto radial
e impidió que la aviación actuara. En realidad, el bombardeo se realizó al día
siguiente. El capitán Silva, otro de los prisioneros, también habló mucho
informando que había reingresado al ejército por petición del PCB, que tenía un
hermano estudiando en Cuba y luego dio los nombres de otros dos oficiales que
podían ser colaboradores. Les quitamos toda la ropa a los prisioneros, excepto
a los dos oficiales que conservaron sus uniformes, y les dimos nuestras
vestimentas civiles que estaban guardadas en las cuevas. También curamos a los
heridos y les explicamos a los soldados los objetivos de nuestra lucha. Ellos
nos contestaron que no sabían por qué los habían mandado a combatirnos, que
estaban de acuerdo con lo que nosotros decíamos y nos reiteraban la petición de
fusilar al mayor Plata, oficial que tenía una actitud déspota en la unidad pero
que ahora, delante de la tropa, se comportaba como un cobarde. Le explicamos que
nosotros no matábamos a enemigos desarmados y tratábamos a los prisioneros como
seres humanos, con dignidad y respeto.
Los
días siguientes a la emboscada fueron de euforia y presión y alegría porque se
iniciaba una etapa histórica con una fuerza combativa, pequeña pero con la
moral muy alta. Además el resonante y sorpresivo triunfo revelando la presencia
de un foco guerrillero acaparaba el primer lugar de las noticias que
escuchábamos por radio. La presión era producto de la presencia de los dos
visitantes: Régis Debray y Ciro Bustos (el Pelao). Tania había sido detectada y
forzosamente tenía que quedarse con nosotros hasta esperar una oportunidad
adecuada para que saliera con la más absoluta seguridad. El Chino, que también
había quedado como visitante, decidió quedarse como combatiente. Pero Debray y
Bustos debían salir en el menor tiempo posible. En una reunión, realizada el 27
de marzo, Ché planteó que las tareas inmediatas eran:
a)
Sacar a los visitantes por un camino seguro, cercano a la ciudad.
b)
Esconder todo el armamento y materiales que habían caído en nuestro poder
después de la primera emboscada más algunas cosas nuestras para lo cual era
necesario abrir otra cueva estratégica, labor que estaría a cargo de Moisés
Guevara.
c)
Enviar 10 hombres a buscar maíz a la finca, tarea que debían realizar con mucho
cuidado para evitar que el ejército los sorprendiera.
Tomado del libro “Mi campaña junto al Che”
de Inti Peredo
y Twitter: @escuelanfp
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