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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...

El relato del hacendado más mencionado en el diario del Che


Entrevista a Ciro Algarañaz

Se respiraba olor a selva. Estábamos con el hacendado más cono­cido durante la etapa de la guerrilla del Che. Cuando supo quiénes éramos y nuestro interés para hablar de los hechos de 1967, se esmeró en la atención y comenzamos una charla amena, que sirvió para que, poco a poco, el recelo y la desconfianza desaparecieran. Comprobó que nuestra visita era netamente para realizar una investigación histórica y que ningún otro motivo nos animaba.

Sus ojos grandes, escudriñadores, curiosos, inquietos, acoplaban con sus enormes bigotes. Nos contó que seguía recorriendo la serranía donde operó la guerrilla, compraba cerdos a los campesinos; pero que no le gustaba visitar El Pincal porque se llenaba de tristeza.

Nos invitó a pasar a la amplia casa con una especie de portal al fondo, donde la esposa, amable, no ocultaba su desconfianza y con ademanes de guardia protectora, nos miraba con insistencia, lista para ayudar a su compañero en caso necesario. Ciro, cortés y amistoso, nos pareció en ocasiones familiar. Relató:

“Yo vivía en Camiri, donde llegué a ser intendente, tenía un negocio de carnicería y ahorré bastante dinero; quería ser un poderoso hacendado, un importante agricultor y ganadero. Cuando lo logré, comenzó mi ruina.

“En el año 1964 compré a don Remberto Villa Mariscal una extensa propiedad agrícola ganadera, que estuvo abandonada por más de 30 años, llamada El Pincal, que se encuentra a 25 kilómetros de Lagunillas, que es la capital de la provincia Cordillera.

"Me dediqué a la crianza de chanchos (cerdos), de ganado vacuno y a la agricultura. Trabajé mucho. Introduje 100 cabezas de ganado vacuno, 100 chanchos y los correspondientes sementales. Tenía a mi servicio 30 peones y a los dos años, ya habíamos desmontado más de 60 hectáreas de terreno.

“Yo había creado las condiciones para producir 1 000 chanchos al año, ese era el propósito, por eso producía abundante maíz, jocos, zapallos, yuca, caña, papas y hasta arroz. Estaba feliz de los éxitos obtenidos. Luego supe que gente extraña había comprado Ñacahuasú, no tanto como gente extraña, porque antes conocíamos al señor Roberto Peredo (Coco) y al señor Jorge Vargas, que resultó ser Jorge Vázquez Viaña, (Loro).

“Estos señores iban y venían, no había por qué tenerles descon­fianza. Bueno, usted sabe, que el que nada hace, nada teme. Ellos querían comprarme mi finca, pero yo no quise venderla, ella constituía la culminación de la mayor ambición de toda mi vida. Yo me sentía seguro y sin miedo al porvenir.

“Ante mi negativa, estos jóvenes buscaron al mismo señor Villa que me vendió El Pincal; era un señor raro, que cazaba tigres, y le gustaba criar víboras. Villa fue quien vendió Ñacahuasú a los guerrilleros, que era una especie de prolongación de El Pincal.

“Coco Peredo y Vázquez, construyeron allí una casa, tipo beniana, que es conocida con el nombre de la casa de calamina. Ellos se movilizaban en dos jeeps Toyota. La propiedad no se notaba que prosperara, fue entonces que comencé a dudar de la sinceridad de ellos y pensé que la habían comprado para fabricar cocaína.

“Nadie en realidad conoció la verdad del plan guerrillero. La mejor prueba de ello, es que, en ese año, 1967, Coco Peredo y Vázquez Viaña pasaron la fiesta de carnaval, en la misma comparsa con el jefe de la Cuarta División de Camiri y otros jefes y oficiales también.

“Cierta vez, hablé con el subprefecto de Lagunillas, Ernesto Barba, y le dije mi preocupación sobre estos jóvenes, que estaban fabri­cando cocaína, él me respondió que esa plata iba a beneficiar a todos los que vivíamos en Lagunillas.

“Aquellos jóvenes charlaron conmigo, por unas cuatro veces. Laprimera para tratar de comprarme la propiedad, la segunda, para comprarme madera aserrada, para construir la casa de calamina, la tercera para comprarme algunas gallinas y pavos, y por último cuando uno de sus vehículos, se había caído a una quebrada, para que yo lo timoneara, en gratificación, lo recuerdo, me regalaron un quintal de azúcar, que muy bien lo necesitaba para endulzar la yerba (mate) de mi gente.

“En aquellas oportunidades en que charlábamos, no los escuché hablar nada de política, ni me hicieron preguntas que pudiera sospechar sus propósitos. Por eso, considero que muy bien se supieron mimetizar, así como también, después comprendí que es­tos jóvenes estaban bien instruidos o bien asesorados para la guerra de guerrillas.

“La zona de Ñacahuasú era inmejorable para estos fines, porque al final del río comienza la pradera de Masicurí, que es una zona muy buena porque posee agua, abundan los animales y las frutas, es una zona propia para la caza, donde parece que los guerrilleros pensaban trasladarse.

“En marzo, cuando llegaron el capitán Silva y Epifanio Vargas con 40 soldados… me pidieron permiso para quedarse en mi casa; momento fatal para mí, porque desde entonces comenzó mi ruina; el ejército me comió todo, declararon mi tierra zona militar, y desde ahí se condujeron a Ñacahuasú. En el momento en que hubo el choque con el ejército, el 23 de marzo, yo estaba en Camiri, de ahí me metieron preso y no me dejaron volver a El Pincal.

“Entonces agarraron a Tomás Rosales, mi peón, y le dieron palos,lo masacraron, después de varios días detenido, lo llevaron a la celda donde me tenían a mí preso. Le dije: "Don Tomasito, ¿qué pasa, por qué lo han traído a usted? Usted no ha tenido que ver nada con esta cuestión."

“Entonces él dice: "¿Qué quiere que haga? Quieren que yo hable en contra de usted, que yo diga que usted llevó víveres en abundancia para los guerrilleros y armamentos.Me han masacrado. Como yo no sé leer ni escribir, han escrito harto en máquina y me han hecho hacer, con los dedos, las huellas".

“Mire, ¡cuando me entero de la señora declaración leonina, que a su legado antojo ellos escribieron, me indigné! Entonces, don Tomás Rosales, se hace el desmentido, más o menos a las doce del día, cuando llevaban de comer nuestros familiares a las gentes, a los detenidos. Más o menos había 40 personas ahí presas, entonces yo me quedé estupefacto, no supe a qué atinar.

“Había allí un muchacho de Tarija, Eduardo Peña Garica, y dijo:"¡Señores, hoy por mí, por ti mañana! Se trata de un hombre que no tiene nada que hacer y estos sinvergüenzas quieren empelotar­lo y nada más. No tiene ningún delito. A ver, don Tomás, diga usted, ¿por qué lo han apaleado?"

“Eduardo Peña reunió a todos ahí y don Tomás relató todo. Los soldados intervinieron y lo incomunicaron y a los demás nos metieron juntos, como sardinas, en una celda.

“Al día siguiente, nos abren la puerta y salimos a hacer las necesidades. En la celda de Tomás Rosales Vargas no había nadie, ya eran las nueve, se arma un alboroto y dicen: "¡Ahorcado Tomás Rosales Vargas!" Apareció muerto.

“Él lo único que sabía, era dedicarse a la cacería para proveer de carne a mi casa, y apareció ahorcado con un cinturón, que deja mucho que desear y que pensar…”

En la entrevista que sostuvimos con Algarañaz, reconoció que el vallegrandino espiaba a los guerrilleros por órdenes suyas. Sobre este aspecto manifestó:

“A Tomasito yo le decía: "Oye, el movimiento que hay acá es excesivo y no se ve nada, cuando usted vaya, vea. Cuando usted vaya a cazar, fíjese"; pero nunca me dijo nada, ni del guante que se le perdió a Pombo y que él encontró, tal como dice el Che en su Diario. Parece que le encargaron que nunca me dijera nada, y él fue fiel a sus amigos.

“Yo no sé por qué tuvieron desconfianza en mí. Yo, sin ser un magnate, sin ser un terrateniente, nada más porque tenía unos cuantos peones, porque yo no soy de derecha, yo he sido del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) del sector de izquierda…”

“Después de nueve meses preso, mi finca estaba destruida. El 3 de mayo de 1968 salió el fallo del Tribunal Supremo de Justicia Militar, donde se plantea que salga absuelto y que me entreguen la finca, pero la habían hecho polvo, se llevaron hasta las puertas. No quedó nada.

“Ninguna de las veces que yo estuve en Ñacahuasú conocí ningún campamento guerrillero, ni me solicitaron ayuda los guerrilleros.Cuando el jeep de Roberto Peredo se volcó, dos veces, llegó a mi casa para que yo lo ayudara; así lo hice con mi gente y mí movilidad (vehículo) para sacarlo de una quebrada en que se metió, creo que es deber para cualquier persona que se encuentre en un trance de esa naturaleza…”

“A mí nunca me dijeron cuál era la intención, así que yo ignoraba absolutamente su finalidad. Para mí hubiera sido un honor haber aportado al gran ideal del señor Guevara, porque hombres como ese muy pocos quedan.

“Yo ni siquiera conocía al ilustre y magnánimo hombre don Ernesto Che Guevara, porque como le dije anteriormente, para mí, habría sido un orgullo haberlo conocido, pero no fue posible.

"Hubiera sido un orgullo colaborar en forma oficial. Si así hubiera sido, todos mis sufrimientos habrían sido justos y yo sería feliz, pero hubo un cierto hermetismo por parte de ellos, que no fue posible ni siquiera saber, ni remotamente de los planes que tenían.

“El asesinato de Tomás Rosales, el vallegrandino, fue conocido por todos los habitantes de Lagunillas, quienes cuentan que su cadáver, al igual que el de otros campesinos, fue lanzado a la selva desde un helicóptero…”
Entrevista realizada por Froilán González y Adys Cupull

Twitter: @escuelanfp


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