Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Alfredo Serrano Mancilla
Están
de moda los golpes. El golpe de Estado en Honduras sacó a Zelaya en 2008; el
golpe en Paraguay hizo lo mismo con Lugo; y hace días, en Brasil, se produjo un
golpe parlamentario contra Dilma. En Argentina, no necesitaron golpe aunque sí
hubo un incesante golpeo judicial y mediático contra Cristina Fernández de
Kirchner hasta lograr que Macri venciera en la última cita electoral. No es una
casualidad que Venezuela, Bolivia y Ecuador sean los únicos tres países que
sobreviven a esta restauración neoconservadora en América latina. Esto se logró
teniendo que superar muchas dificultades, inclusive intentos de golpes de
Estado. ¿Por qué será? ¿Por qué han sido capaces de superar golpes de Estado?
¿Por qué continúan gobernando Maduro, Evo y Correa a pesar del viento en
contra?
Nadie
puede negar las adversidades que afrontan actualmente estos tres países. Cada
uno debe lidiar cotidianamente con un escenario interno y externo altamente
complejo. En Venezuela, luego de muchas victorias consecutivas, el 6 de
diciembre del año pasado, la Revolución Bolivariana perdió las elecciones
legislativas. En Bolivia, en febrero de este año, Evo Morales fue derrotado en
las urnas en el referendo de re postulación. En Ecuador, la Revolución Ciudadana
todavía no ha sufrido un revés electoral aunque es cierto que en la última
contienda electoral a nivel municipal, en febrero de 2014, se perdieron
ciudades importantes, tales como Quito, Guayaquil y Cuenca. Es Ecuador
precisamente el país que más cerca tiene las elecciones presidenciales (febrero
2017) en el que se pone en juego la continuidad de la Revolución Ciudadana. El
Presidente Rafael Correa ha manifestado que por ahora no tiene ninguna
intención de presentarse, y eso abre un nuevo escenario electoral.
Cada
país vive su propia disputa política en un clima de alta tensión. Venezuela
afronta la emergencia económica derivada de la caída de los precios del
petróleo, la insuficiencia productiva interna y la guerra económica que sufre
adentro y afuera. Ecuador enfrenta dificultades para superar la restricción
externa. Su economía dolarizada se lo pone aún más complicado. Y Bolivia, a
pesar que no tiene grandes dificultades económicas, aún no logra digerir la
reciente derrota electoral. Por primera vez, Evo perdió. Es época para entender
por qué pasó, y cómo se puede mirar hacia delante.
Ninguno
de los tres países están libres de errores a lo largo de estos años de
gobierno. Sin embargo, el que fuera llamado eje del mal sobrevive a la
tempestad a diferencia de Brasil o Argentina. Seguramente, mucho tiene que ver
el proceso constituyente como fortaleza para esta etapa repleta de
adversidades. Pasar por alto esta cuestión es desconocer la significancia
trascendental en la disputa política de una Asamblea Constituyente. Las nuevas
constituciones son la garantía de un nuevo pacto político, social y económico.
Son salvaguardas en muchos casos para evitar golpes de Estado en clave
parlamentaria. La democratización del poder judicial, como consecuencia de la implementación
de las nuevas cartas magnas, también es determinante para la defensa de la
democracia. Las transformaciones institucionales constituyen otro cinturón de
seguridad en tanto reciclan de los nuevos y claves espacios, las viejas
herencias dictatoriales del pasado.
En
lo económico, las nuevas constituciones son garantía de soberanía en sectores
estratégicos. Aunque no lo hayan podido hacer en su totalidad, sí lograron
romper cadenas lo que les dotó de mayor independencia de los poderes económicos
en comparación con lo que sucede con otros países que nunca cuestionaron los
Tratados Bilaterales de Inversión y ni siquiera procuraron salir de los
arbitrajes internacionales. Por otro lado, en relación a los derechos sociales,
éstos son parte fundamental del nuevo contrato social. Son innegociables. Las
políticas públicas han quedado en muchos casos plenamente constitucionalizadas.
Pero
también hay algo que va mas allá de la cuestión institucional, judicial y
económica. Y es que hay una mayoría social que se sintió protagónica desde el
comienzo constituyente, identificando como propias las nuevas constituciones.
Se sienten participe del cambio de época. Esto supone una gran fuerza simbólica
que aún sirve para trazar una línea divisoria con el pasado, con lo que no se
quiere a pesar del malestar y cansancio relativo de la actual gestión
gubernamental.
No
es momento para dormir tranquilo. Ni mucho menos para pensar que está todo
hecho. Sin embargo, esta fortaleza constituyente no ha de ser infravalorada.
Hasta el momento, la arremetida destituyente en América latina no puede con
este trío constituyente. Ojalá dure.
Director
CELAG
y Twitter: @escuelanfp
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