Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
1 de
abril de 1965
Queridos
viejos:
Otra vez
siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi
adarga al brazo.
Hace de
esto casi diez años, les escribí otra carta de despedida. Según recuerdo, me
lamentaba de no ser mejor soldado y mejor médico; lo segundo ya no me interesa,
soldado no soy tan malo.
Nada ha
cambiado en esencia, salvo que soy mucho más conciente, mi marxismo está
enraizado y depurado. Creo en la lucha armada como única solución para los
pueblos que luchan por liberarse y soy consecuente con mis creencias. Muchos me
dirán aventurero, y lo soy, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el
pellejo para demostrar sus verdades.
Puede
ser que ésta sea la definitiva. No lo busco pero está dentro del cálculo lógico
de probabilidades. Si es así, va un último abrazo.
Los he
querido mucho, sólo que no he sabido expresar mi cariño, soy extremadamente
rígido en mis acciones y creo que a veces no me entendieron. No era fácil
entenderme, por otra parte, créanme, solamente, hoy. Ahora, una voluntad que he
pulido con delectación de artista, sostendrá unas piernas fláccidas y unos
pulmones cansados. Lo haré.
Acuérdense
de vez en cuando de este pequeño condotieri del siglo XX. Un beso a Celia, a
Roberto, Juan Martín y Patotín, a Beatriz, a todos. Un gran abrazo de hijo
pródigo y recalcitrante para ustedes.
Ernesto
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