Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Carla Espósito Guevara
“A mí me gusta la democracia y no la
dictadura”, es uno de los tantos slogans sin sentido que forman parte del tedioso
repertorio de la oposición. Permítanme evitarme el trabajo de mencionar las
obvias diferencias entre una y otra, que resulta insulso repetir acá, para más
bien, proponer en este espacio, algunas reflexiones sobre el contenido de la
democracia.
Escuchando
a la oposición podría deducirse que antes vivíamos en una democracia y hoy ya
no, pero ¿era la democracia liberal representativa una verdadera democracia?
Unos dirán que sí, yo diría que era una democracia con rasgos oligárquicos, que
hacía una distinción muy clara entre masa, fuera del gobierno y clase
dirigente, en la que cierta elite sentía que tenía el derecho “natural” de
gobernar y dirigir el país.
La
democracia liberal representativa, centró sus esfuerzos en ampliar las libertades
civiles, garantizar el derecho al voto y el parlamentarismo, fortalecer el rol
de los partidos y la ciudadanía individual pero en desmedro de la colectiva, ya
que la dilución del poder popular era un ingrediente clave de ese modelo. Si
bien intentó ampliar lo público en los espacios locales, lo estrechó para las
decisiones estratégicas que quedaron siempre en manos de la partidocracia.
Una
gran paradoja de este modelo democrático, no solo en Bolivia, sino en toda América
latina, es que, si bien creció la igualdad política, las desigualdades
económicas también lo hicieron, produciéndose un nuevo fenómeno: más desigualdad social y económica en
tiempos de mayor igualdad política. Hay un relativo acuerdo respecto a que el
auge del neoliberalismo condujo en todas partes a un fuerte aumento de la
desigualdad. América Latina, en particular, hasta el 2010 se consideraba una de
las regiones en que la democracia estaba más consolidada, pese a ser la más
desigual en términos económicos.
Esta paradoja, en realidad ratifica una
contradicción inherente a la democracia liberal: el hecho de que ésta se
asienta sobre un principio básico y fundamental que es el reconocimiento de las
libertades jurídico políticas de los ciudadanos ante la ley, pero deja
subsistir, o mejor sería decir que necesita reproducir de forma ampliada la
desigualdad de las condiciones materiales de vida y de trabajo.
Ocurre que el modelo liberal
representativo, tan añorado por las elites bolivianas, carece de
algo fundamental que es la democracia social. La democracia, al ser invadida por el neoliberalismo fue despojada de todo su contenido social, convirtiéndose en puramente política. La ola de movimientos sociales ocurridos entre el 2000 y el 2005 fue, entre otras cosas, una crítica a este vaciamiento de lo social, que se expresó en las demandas de una mejor forma de distribución de la riqueza. Lo cierto es que la democracia no funciona en condiciones de desigualdad, su superación es condición básica de una verdadera democracia.
algo fundamental que es la democracia social. La democracia, al ser invadida por el neoliberalismo fue despojada de todo su contenido social, convirtiéndose en puramente política. La ola de movimientos sociales ocurridos entre el 2000 y el 2005 fue, entre otras cosas, una crítica a este vaciamiento de lo social, que se expresó en las demandas de una mejor forma de distribución de la riqueza. Lo cierto es que la democracia no funciona en condiciones de desigualdad, su superación es condición básica de una verdadera democracia.
El modelo democrático que surgió de
aquellas protestas, además de haber abierto lo público a otros sectores y temas
que antes estaban excluidos de la toma de decisiones, tuvo el mérito de incorporar
la dimensión social olvidada y avanzar en la reducción de la pobreza y las desigualdades.
Una sociedad más igualitaria es una de las condiciones de una sociedad más
democrática y más participativa.
Entonces, cuando la derecha reclama que
vivimos en una dictadura, remitiéndose únicamente al tema de las libertades
civiles y políticas, es que no aprendió nada de la historia y sigue enfrascada
en la visión estrecha y cercenada de la democracia liberal que era, ciertamente,
menos democrática que la actual.
Socióloga
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