Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Alfredro Serrano Mancilla
Están de moda los golpes. El golpe de Estado en Honduras sacó a Zelaya en
2009; el golpe en Paraguay hizo lo mismo con Lugo; y hace días, en Brasil, se
produjo un golpe parlamentario contra Dilma. En Argentina, no necesitaron golpe
aunque sí hubo un incesante golpeo judicial y mediático contra Cristina
Fernández de Kirchner hasta lograr que Macri venciera en la última cita
electoral.
¿Por qué continúan gobernando Maduro, Evo y Correa a pesar del viento en
contra?
No es una casualidad que Venezuela, Bolivia y Ecuador sean los únicos tres
países que sobreviven a esta restauración neoconservadora en América latina.
Esto se logró teniendo que superar muchas dificultades, inclusive intentos de
golpes de Estado. ¿Por qué será? ¿Por qué han sido capaces de superar golpes de
Estado? ¿Por qué continúan gobernando Maduro, Evo y Correa a pesar del viento
en contra?
Nadie puede negar las adversidades que afrontan actualmente estos tres
países. Cada uno debe lidiar cotidianamente con un escenario interno y externo
altamente complejo. En Venezuela, luego de muchas victorias consecutivas, el 6
de diciembre del año pasado, la Revolución Bolivariana perdió las elecciones
legislativas. En Bolivia, en febrero de este año, Evo Morales fue derrotado en
las urnas en el referendo de re postulación. En Ecuador, la Revolución
Ciudadana todavía no ha sufrido un revés electoral aunque es cierto que en la
última contienda electoral a nivel municipal, en febrero de 2014, se perdieron
ciudades importantes, tales como Quito, Guayaquil y Cuenca. Es Ecuador
precisamente el país que más cerca tiene las elecciones presidenciales (febrero
2017) en el que se pone en juego la continuidad de la Revolución Ciudadana. El
Presidente Rafael Correa ha manifestado que por ahora no tiene ninguna
intención de presentarse, y eso abre un nuevo escenario electoral.
Cada país vive su propia disputa política en un clima de alta tensión.
Venezuela afronta la emergencia económica derivada de la caída de los precios
del petróleo, la insuficiencia productiva interna y la guerra económica que
sufre adentro y afuera. Ecuador enfrenta dificultades para superar la
restricción externa. Su economía dolarizada se lo pone aún más complicado. Y
Bolivia, a pesar que no tiene grandes dificultades económicas, aún no logra
digerir la reciente derrota electoral. Por primera vez, Evo perdió. Es época
para entender por qué pasó, y cómo se puede mirar hacia delante.
Ninguno de los tres países están libres de errores a lo largo de estos años
de gobierno. Sin embargo, el que fuera llamado eje del mal sobrevive a la
tempestad a diferencia de Brasil o Argentina. Seguramente, mucho tiene que ver
el proceso constituyente como fortaleza para esta etapa repleta de
adversidades. Pasar por alto esta cuestión es desconocer la significancia
trascendental en la disputa política de una Asamblea Constituyente. Las nuevas
constituciones son la garantía de un nuevo pacto político, social y económico.
Son salvaguardas en muchos casos para evitar golpes de Estado en clave
parlamentaria. La democratización del poder judicial, como consecuencia de la
implementación de las nuevas cartas magnas, también es determinante para la
defensa de la democracia. Las transformaciones institucionales constituyen otro
cinturón de seguridad en tanto reciclan de los nuevos y claves espacios, las
viejas herencias dictatoriales del pasado.
En lo económico, las nuevas constituciones son garantía de soberanía en
sectores estratégicos. Aunque no lo hayan podido hacer en su totalidad, sí
lograron romper cadenas lo que les dotó de mayor independencia de los poderes
económicos en comparación con lo que sucede con otros países que nunca
cuestionaron los Tratados Bilaterales de Inversión y ni siquiera procuraron
salir de los arbitrajes internacionales. Por otro lado, en relación a los
derechos sociales, éstos son parte fundamental del nuevo contrato social. Son
innegociables. Las políticas públicas han quedado en muchos casos plenamente
constitucionalizadas.
Pero también hay algo que va mas allá de la cuestión institucional,
judicial y económica. Y es que hay una mayoría social que se sintió protagónica
desde el comienzo constituyente, identificando como propias las nuevas
constituciones. Se sienten participe del cambio de época. Esto supone una gran
fuerza simbólica que aún sirve para trazar una línea divisoria con el pasado,
con lo que no se quiere a pesar del malestar y cansancio relativo de la actual
gestión gubernamental.
No es momento para dormir tranquilo. Ni mucho menos para pensar que está
todo hecho. Sin embargo, esta fortaleza constituyente no ha de ser
infravalorada. Hasta el momento, la arremetida destituyente en América latina
no puede con este trío constituyente. Ojalá dure.
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