Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
María,
de 30 años, degollada (junto a su madre, Aidé) por su esposo; América, de 19
años, estrangulada por su exnovio; María, de 24 años, asesinada con golpes de
piedra en la cabeza, propinados por su pareja; Ana María, de 37 años, fallecida
porque su concubino le puñaló en el muslo, cortándole una vena; Bertha, de 48
años, muerta a causa de las heridas punzocortantes que le provocó su concubino
con un cuchillo mariposa; Basilia, de 60 años, apuñalada en el cuello por su
concubino; Liliana, universitaria de 18 años, perdió la vida por 34 puñaladas
mortales, obra de su exnovio. A 5 días para finalizar 2016, los anteriores son
los siete casos de feminicidio que estremecieron a la población de Cercado
durante el año que termina. Junto a los 14 asesinatos cometidos en contra de
mujeres por razones de sexo en las provincias, Cochabamba se yergue como la
región con el mayor número de feminicidios registrados el 2016 en Bolivia. En
promedio, cada 15 días se registra un
caso de feminicidio en el país.
La
mayoría de los feminicidios son cometidos por la pareja o alguien cercano a la
víctima, y muchos casos ocurren en el claro oscuro del hogar y/o el amor
devenido en estrago. La brutalidad sobre el cuerpo de la mujer es otro rasgo. O
sea, no solo las matan, sino que además lo hacen dejando una impronta de
crueldad sobre el cuerpo inerte de la mujer asesinada. Entonces, surgen algunas
interrogantes insoslayables: ¿qué quiere comunicar el feminicida con esas
marcas sobre el cuerpo femenino inerte?, ¿a quién está dirigido ese mensaje?
En La
colonia penitenciaria, Franz Kafka ilustra cómo un sistema descomunal
convertido en una máquina de terror graba el castigo en el cuerpo del
condenado. Así, el cuerpo torturado se convierte en un espacio expresivo, donde
se deja la huella de la condena. Ese grabado, por lo tanto, comunica algo. Es
un mensaje. A su modo, Michel Foucault alude que el poder disciplinario se
aplica sobre el cuerpo por medios de vigilancia. Por lo tanto, el poder
transita o trashuma por el cuerpo. Es decir que es muy probable que las marcas
que el feminicida deja en el cuerpo de su víctima contienen un mensaje
subterráneo.
No
debemos olvidar que el feminicidio alude a la muerte de una persona por su
condición de mujer, en manos de un hombre; representa la expresión extrema del
patriarcado y de su ritual de marcar jurisdicción sobre lo femenino,
recrudecido por otros factores estructurales de la modernidad, cuya barbarie
también nos alcanza al resto, en nuestra constitución actual como sujetos
humanos.
En la
mecánica de la violencia de género, el feminicidio desde luego no es algo de
última data, pero, como varios advierten, trae algo nuevo en su modalidad,
traducida en el incremento inusitado de casos, como una escena que se reedita
sin límites, y en el grado copioso de crueldad que el victimario imprime sobre
el cuerpo de la víctima; casi como si se tratara de un tributo para el
espectáculo y el sensacionalismo mediático.
Esas
marcas en el cuerpo de la mujer se erigen como señales de “escarmiento”. O sea,
para disciplinar a otras mujeres y a sus pares, y, en consecuencia, a la
sociedad como tal. Esas señales corporales mediatizadas parecen decir,
siguiendo a Rita Segato, que los actos de violencia extrema contra las mujeres
son expresivos; es decir, los perpetradores, a través de su impronta en el
acto, nos comunican algo más allá de ellos mismos. De ser esto válido,
confirmaría que el ser mujer en un orden patriarcal y machista constituye un
riesgo. Cabe preguntarse entonces, ¿qué
nos dicen el feminicidio íntimo más allá de lo aparente?, ¿qué letrero nos
cuelga en su muro?
Síguenos en Facebook: Escuela Nacional de Formacion Politica
y Twitter: @escuelanfp
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios