Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Katherine
Fernández
La ciudad de La Paz está rodeada de nevados, glaciares y
agricultura, los dos primeros están desapareciendo, pero las familias
agricultoras continúan cultivando con sus propias estrategias de canalización
de agua que les permiten resistir las sequías por más tiempo que a las
ciudades.
En el pasado hubo muchos pronósticos que decían que la
agricultura familiar comunitaria desaparecería gracias a la modernización de
las urbes donde todos íbamos a depender de la industria para comer. Pero cuando
una sociedad tiene en la base de su patrimonio intangible los conocimientos
transmitidos de generación en generación sobre el cultivo de la tierra y el
autoabastecimiento alimentario, las distintas crisis económicas, sociales y
ahora hídricas se remiten a esa base, por lo tanto el retorno a la tierra es
una constante, no solo por la comida sino también por el agua [1] .
La crisis de agua que se ha producido en La Paz dio lugar a
un debate que saca a la luz nuestras intimidades urbanas más deplorables como
el derroche colectivo, la falta de conocimiento de la disponibilidad de fuentes
de agua y la incipiente planificación gubernamental.
Las represas que dotan de agua a la ciudad se encuentran en
zonas agropecuarias, donde las familias campesinas no tenían conexiones
domiciliarias hasta hace un año, cuando por primera vez se empezó a implementar
un proyecto que a la fecha todavía no cubre a todas las casas. La gestión rural
del agua siempre ha sido artesanal, con la organización de grupos de trabajo en
cada comunidad donde todos deben participar obligatoriamente en la
construcción, mantenimiento y búsqueda de nuevas tomas de agua cada vez que el
clima así lo determina.
A lo largo dela ruta que une la ciudad de La Paz con las
represas se aprecia el sistema de distribución de agua potable instalado para
abastecer solamente a la ciudad y paralelamente se ven los canales rústicos
construidos por las comunidades campesinas para su consumo y riego. La primera
es una infraestructura con diseño especializado de ingeniería de 40 millones de
dólares invertidos y la segunda es una inversión no calculada de trabajo
comunitario con mano de obra familiar, materiales precarios, muy decorativa del
paisaje pero sin potabilización, expuesta a la contaminación de transporte
motorizado y basura. Así y todo, es esta la instalación de agua que posibilita
el riego que seguirá produciendo alimentos para la ciudad durante este tiempo
de sequía que, por primera vez incluye a tantos barrios residenciales urbanos
al mismo tiempo.
En medio de la angustia la ciudadanía paceña lanza una
interpelación muy dura en contra de los campesinos que se declararon en
emergencia ante la instalación repentina de trasvases desde ríos aledaños al
sistema de distribución, porque temen quedarse sin agua para los cultivos. De
esta manera se sorprenden divididos campo y ciudad por el agua. [2]
Sin embargo, la preocupación de ambas partes es
comprensible: por una parte los campesinos agricultores tienen razón en
manifestar su angustia en la declaratoria de emergencia que incluye amenazas de
bloqueos camineros, pues ante los desastres naturales a ellos siempre les toca
invertir más tiempo, esfuerzo y recursos propios para canalizar el agua desde
mayores distancias, con los consiguientes conflictos entre comunidades o
familias que a veces ocurren, aunque al final no les quede más remedio que
unirse para enfrentar la necesidad. Por su parte la ciudad tiene razón en
recordarles que el agua no tiene dueño y el acceso es para todos.
Así las cosas, se pone en evidencia la improvisación
gubernamental donde las instituciones se sorprenden forcejeando vergonzosamente
entre familias urbanas y rurales.
Como en todas las regiones del planeta que sufren sequías,
el razonamiento sobre los usos del agua presiona sobre las prioridades y la
agricultura es justamente una de esas prioridades no solo por la producción de
alimentos, sino porque la inversión que hace del insumo agua se articula al
ciclo hídrico otorgando la capacidad de resistir a la sequía por un tiempo algo
más prolongado.
En un sistema orgánico de producción agropecuaria, el uso
del agua pasa por distintas etapas y no se desecha, el agua destinada al riego
queda en el cuerpo vegetal de cada tipo de planta de donde sale en un proceso
lento de evapotranspiración que humedece el ambiente dando su cuota de
contribución para la formación de nubes. Aquí las matemáticas agrícolas inducen
a calcular que mientras más vegetación más humedad en el ambiente.
Lo mismo pasa con los jardines urbanos, públicos o
privados, con la diferencia de que aplican fumigación sintética, sobre todo los
espacios a cargo del municipio que, si se sustituye por insecticidas orgánicos,
podría dar una contribución más sana.
Por todo esto, la agricultura se postula como el uso
productivo del agua para producir agua, aparte de
la comida. En La Paz se necesita diseñar una política hídrica que retenga el
agua justamente ahí en la vegetación agrícola y eleve aún más el nivel de
almacenaje y circulación del agua a través del fomento a la agroforestería que,
a su vez introduzca a la población en una dinámica económica de proximidad,
direccionando la preferencia de compra de alimentos a esos productores
circundantes para lograr sostenibilidad y consolidar entre la oferta y la
demanda una economía socioambiental que, como parte de un proceso ampliado,
ayude a recomponer y equilibrar el ciclo hídrico.
Notas:
[1] Además se dice que en el mar pasa lo mismo
con las culturas pesqueras, el retorno al agua es su propia constante.
[2] Las demandas de agua más grandes están por
supuesto en la ciudad donde no se recupera fácilmente, porque se desecha por el
alcantarillado que se junta con las descargas industriales que devuelven aguas
negras de costoso tratamiento, así que se reintegran a los ríos en ese estado.
y Twitter: @escuelanfp
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