Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
El
tema del agua ha irrumpido en toda agenda posible. Y no hay forma de
evitar referirse a un tema que está afectando de tantas y varias maneras
nuestras vidas individuales y nuestra vida en sociedad. Y uno de los
enfoques que más se ha utilizado para hacer referencia a este asunto es
el de la responsabilidad pública de quienes tenían y tienen en sus manos
el abastecimiento del agua.
Creo
que siempre es posible y necesario dar cuenta ante la opinión de lo
difícil que es dedicarse a la función pública en estos tiempos en los
que de ninguna manera se han podido superar nuestras lógicas propias de
administración pública que se empecinan en medir el rendimiento de las
personas en servicio mediante ejecuciones presupuestarias, y no así
calidad de procesos o, más aún, de los servicios estatales. Menos aún
podemos decir que se ha podido avanzar algo en estos siete años de
vigencia de la Constitución Política del Estado hacia la tan anhelada
gestión pública intercultural, cuando nuestra idiosincrasia burocrática
sigue perpetuándose en el tiempo a través de sus más perversas lógicas y
procesos.
Y
aunque conozco varios de los matices que tiene el ejercicio cotidiano
de la función pública, sería imposible hacerlos parte de las opiniones y
análisis que tienen que ver con este tema porque, como ya se ha
señalado, los sucesos recientes son el peor síntoma de una enfermedad
estructural que se ha adueñado de las oficinas públicas de nuestros
gobiernos (con gran énfasis en el Gobierno central), y todo por una
línea de gobierno que se ha fomentado hasta el hartazgo.
Desde
el momento en que a nombre de la revolución y, más aún, de la
construcción estatal se ha optado por llevar hasta el absurdo la lógica
(plausible ocasionalmente) de que la militancia está siempre por encima
de la tecnocracia, el Gobierno Nacional ha iniciado un proceso de
desnaturalización sobre el rendimiento del Estado de cara a la
ciudadanía, con resultados como el que estamos viviendo.
Y
no se trata, claro, de pensar que como ciudadanía que consume estos
servicios nos podemos atrincherar inmaculadamente a protestar por estos
niveles de ineficiencia. No, porque claro está que hay responsabilidades
sobre nuestra casa grande que debieran pesarnos a todos y a todas. Pero
sí se trata de tener la humildad suficiente para encarar soluciones en
las que debe primar el sentido común, más aún cuando éste ha llegado a
sus niveles más primarios y básicos: ¿es tan difícil entender que
estamos en medio de una emergencia nacional y que debemos
trabajar/ayudarnos entre todos y todas?
Hace
falta humildad, un poco de humildad personal a tiempo de asumir que
nuestra forma de vida nos ha traído global y colectivamente a este
momento. Y, con urgencia, también se necesita una sobredosis de humildad
gubernamental, desde la gestión pública, para encarar este momento.
Pero ante todo, humildad a borbotones, porque es el único ingrediente en
esta ecuación tan complicada que podrá garantizar que todas y todos
nosotros, desde donde nos toca, hayamos aprendido algo cuando nos toque
ver la luz a la salida de este momento; y así evitar otro episodio como
éste en el futuro. Lo contrario es dirigirnos a un fracaso-país, que va a
estar lejos de las arengas y disputas políticas, pues será de tipo
humano-social.
y Twitter: @escuelanfp
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