Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Francisco Navarro
En la actualidad, el sistema
capitalista tiene distintos mecanismos de apropiarse de la riqueza generada,
mecanismos que son complementarios a la explotación del trabajo asalariado. Con
el objetivo de recuperar y aumentar la tasa de ganancia, el poder de las
oligarquías y el dominio en el campo ideológico, el sistema genera toda una
serie de procesos que tratan de garantizar su reproducción material y de clase.
El geógrafo David Harvey lo ha denominado como la etapa de la desposesión,
entendida como una situación en la que se intensifican los mecanismos a través
de los cuales se expolia al trabajador del excedente que ha logrado retener mediante
su salario. Así, el capital logra recuperar en el ámbito de la circulación
parte de lo que se le ha escapado en el ámbito de la producción, que es donde
se reparte el excedente.
Las formas de desposesión son
múltiples y cada una puede tener distintos actores y procedimientos. El aumento
inducido de los precios de los productos necesarios para la vida, los procesos
de mercantilización y privatización de servicios públicos universales como la
salud y la educación, los sistemas impositivos regresivos e injustos, los
intereses de la deuda pública y privada, el control sobre los medios de
comunicación y la cultura, son ejemplos de estos mecanismos de desposesión
sobre los distintos espacios de nuestra vida personal y colectiva, tanto en el
ámbito material como en el político e ideológico.
En cada economía, y en
distintos momentos históricos, los mecanismos de desposesión utilizados con más
intensidad varían, por lo que es necesario analizarlos y sacarlos a la luz [1].
De hecho, cuando en el libro “La mano visible del mercado” Pasqualina Curcio
desentraña rigurosamente las armas económicas utilizadas contra Venezuela, está
vislumbrando los distintos mecanismos de desposesión del bienestar material y
derechos de soberanía que las clases dominantes están aplicando sobre las
clases populares venezolanas [2].
Uno de los mecanismos de
desposesión más efectivos y más utilizados es el del endeudamiento público en
coordinación con un sistema de impuestos regresivos. Este instrumento funciona
con más intensidad cuando debido a la crisis generada por las contradicciones
intrínsecas de la acumulación capitalista, el Estado ve disminuir
sustancialmente sus ingresos tanto por la caída de la recaudación de impuestos
como por la venta directa de productos, como es el caso de la mayoría de países
en Latinoamérica con la caída de los precios de las materias primas.
Simultáneamente, el Estado puede decidir políticamente aumentar el gasto
público para hacer frente a las consecuencias sociales de la crisis y la
reactivación económica. Es fácil entender que en esta situación un Estado pueda
incurrir en déficit fiscal y requiera financiación. Ésta puede venir del
sistema financiero nacional o internacional (deuda pública interna o externa),
sabiendo que para los países latinoamericanos la primera suele ser en moneda
nacional y la segunda en dólares, pero que por ambas habrá que pagar un tipo de
interés que viene determinado por los llamados “mercados” [3] con la estimable
colaboración de las agencias de calificación (a las que desentrañamos desde
Celag en un reciente artículo [4]).
Estas tasas de interés son
especialmente altas para América Latina y su determinación no se corresponde ni
con el nivel de endeudamiento público (un 34,7% en 2015, muy inferior al de los
países centrales y que tienen tasas de interés mucho más favorables), ni con
las cifras macroeconómicas de crecimiento, ni con la capacidad y el
cumplimiento de los pagos [5]. Estos elevados tipos de interés se corresponden
con la correlación de fuerzas existentes en el sistema financiero internacional
y que sitúa a Latinoamérica en una situación geoeconómica debilitada y frágil
frente a los movimientos financieros especulativos. Más adelante volveré a este
punto.
Toda esta situación descrita
intensifica el crecimiento de la deuda pública, para el pago de la cual tendrán
que destinarse cada vez una mayor cantidad de recursos públicos presentes [6] y
futuros. En última instancia, estos recursos se obtienen a través de los
impuestos y de la venta, principalmente, de materias primas. En otras palabras,
esta deuda pública son derechos que el sistema financiero tiene sobre la
riqueza presente y futura de la economía real. Por un lado, sobre el valor
creado por los trabajadores que tendrán que dedicar parte de su jornada de
trabajo futura a pagar unos impuestos que servirán para cumplir con las
obligaciones de la deuda. Y, por otro lado, es un derecho sobre los recursos
naturales del país que serán vendidos para hacer efectiva esta obligación.
Es así como la deuda pública
se convierte en un mecanismo muy eficiente de transferencia de renta y riqueza
de la población al capital financiero. Este mecanismo de redistribución a favor
del capital es más eficiente, y más injusto socialmente, cuanto más regresivo
es el sistema tributario, es decir, cuanto mayor es el esfuerzo y la
participación de las clases populares en la recaudación. El informe de la CEPAL
sobre el panorama fiscal de América Latina para el 2016 pone de manifiesto que
el sistema impositivo de la región se caracteriza por su regresividad y por no
recaudar lo que podría, en especial a las rentas más altas y al capital: la
recaudación impositiva en la región no llega al 19% del PIB (muy lejos del 35%
de media de los países de la OCDE), el grueso de esta recaudación recae en
impuestos indirectos suponiendo un mayor esfuerzo para las clases populares
[7], los impuestos directos no alcanzan un tercio del total recaudado siendo
muy baja la tasa media pagada por las rentas más altas (según el informe el 10%
más rico paga un 5,4% efectivo), los impuestos sobre el beneficio para las
grandes empresas son ridículos y llenos de bonificaciones, y el impuesto sobre
el patrimonio, que grabaría a las clases más acomodadas, es casi inexistente.
Con este panorama queda claro
el potencial de desposesión para la población de la región que supone el
mecanismo de endeudamiento público en coordinación con el sistema fiscal
latinoamericano. En este sentido, vale la pena destacar que durante la actual
crisis del sistema capitalista el endeudamiento de la región ha venido
protagonizado principalmente por un endeudamiento interno en la moneda nacional
de cada uno de los países. Este hecho ha provocado que en poco más de una
década el peso de la deuda pública interna sobre la deuda pública total haya
pasado de suponer el 35% al 70% actual [8]. Este hecho pone de manifiesto que
se está produciendo un cambio en cuanto a los actores protagonistas de este
mecanismo de desposesión, en el que el capital financiero-bancario de los
países de la región (o al menos, filiales de la banca internacional que operan
en territorio latinoamericano) ha ganado importancia como receptor de esta
riqueza desposeída a la población. Como se ha puesto de manifiesto desde Celag
en artículos anteriores, la banca es el gran ganador en este siglo XXI en
América Latina [9].
Para concluir, hay que tener
presente que la deuda pública como arma de desposesión no solo constituye un
mecanismo de transferencia de renta de abajo hacia arriba, sino que
históricamente ha sido un instrumento realmente poderoso para condicionar e
imponer a los países políticas económicas de corte neoliberal, y América Latina
tiene una amplia experiencia en la materia. Actualmente este instrumento sigue
más fuerte que nunca y debemos volver a mencionar el protagonismo en este campo
de las agencias de calificación. Agencias cuyos análisis están ampliamente
desacreditados y que estratégicamente en muchas ocasiones responden a factores
políticos e intereses del capital financiero. Esto supone una desposesión en el
ámbito de la soberanía política de los países y, por lo tanto, de su población.
Decía al comienzo de este artículo que la desposesión no se produce
exclusivamente en el ámbito material de la vida humana, sino que tiene una
incidencia directa en el campo de los derechos políticos de la población, que
lógicamente, en última instancia, tendrá un impacto sobre sus condiciones
materiales. Es imprescindible analizar estos procesos en su totalidad para
determinar el alcance de los distintos mecanismos de desposesión que operan en
la región, sacarlos a la luz y hacerles frente desde los distintos espacios de
lucha política.
1 En los años ochenta,
el endeudamiento externo fue uno de los mecanismos de desposesión más exitosos
en Latinoamérica, puesto que no solo generó una transferencia de renta colosal
hacia el capital financiero internacional sino que abrió la puerta a la
intensificación de otros mecanismos como la mercantilización y privatización de
servicios públicos y la apropiación de la explotación de los recursos naturales
por el capital privado.
2 La autora destaca principalmente cuatro mecanismos: el
desabastecimiento programado de bienes esenciales, la inflación inducida, el
boicot en el suministro de bienes de primera necesidad y el embargo comercial
encubierto.
3 Los mercados son un entramado de empresas del sector
financiero internacional: bancos, gestoras de fondos de inversión,
aseguradoras, fondos de pensiones, fondos soberanos, fondos de capital riesgo,
etc. El negocio de todos ellos consiste en la obtención del máximo beneficio
mediante la concesión de préstamos a los Estados (de todos los niveles
territoriales) y empresas públicas y privadas.
4 http://www.celag.org/agencias-descalificadas/
5 Es de sobra conocido, aunque siempre es necesario
recordarlo, que la mayoría de dificultades de pago de la deuda externa de los
países latinoamericanos han venido por factores especulativos y políticos con
intereses en los países centrales.
6 Por ejemplo, de acuerdo al Comité para la Anulación de la
Deuda del Tercer Mundo (CADTM) en el 2013 Brasil destinó el 42,2% del
presupuesto público al pago de la deuda, Argentina destinó el 38,4% y Colombia
el 24,3%.
7 Aunque hay excepciones como Venezuela, Bolivia y Ecuador que
se han apoyado más en la riqueza derivada de las rentas de los recursos
naturales que en los impuestos sobre el consumo. No obstante, estos últimos
siguen siendo más importantes que los directos.
8 Para una muestra de países de referencia de la región:
Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela.
9 http://www.celag.org/la-banca-y-su-mano-invisible/ y
http://www.celag.org/informe-las-ganancias-de-la-banca-privada-en-america-latina/
y Twitter: @escuelanfp
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios