Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Carlos Aznárez
Hay hechos, imágenes, gestos
que sirven a la perfección para graficar lo que significa la intolerancia, la
bestialidad de ciertos individuos, incluido la buena dosis de fascismo que
circula por sus venas. La Argentina actual está infectada de esas y otras
lacras. Responden al tiempo político que ha caído como un golpe de maza sobre
los hombros de sus habitantes. No alcanza con decir tarifazo, inflación que se
desborda mes a mes, despidos al por mayor, destrucción de programas,
instituciones y servicios comunitarios. Todo ello sazonado con protocolos
represivos, detenciones arbitrarias, amenazas y otras enojosas variantes de
ataque directo a los derechos de cada persona. Sí, se sabe que el capitalismo
que hoy impera no puede andarse con sutilezas. Es transparente en su
brutalidad. Y a partir de allí, proclama ser impune y no preocuparse por ello.
Toda esta introducción no
alcanza para transmitir la vergüenza ajena que se pudo sentir este pasado
miércoles frente al tratamiento hostil y violento que sufrieron la Canciller
venezolana Delcy Rodríguez y su par boliviano David Choquehuanca. El resultado
no pudo ser más lamentable: en nombre de querer impedir que Venezuela
participara en la reunión del Mercosur (entidad que para más datos, preside desde
hace meses) la denominada Triple Alianza + uno (Argentina, Paraguay, Brasil +
Uruguay) optó por mandar a sus bulldogs a cortar el paso de una ministra que
además de ser insobornable discípula de Hugo Chávez, es mujer con agallas y
dotada de una conciencia política digna de imitar, y del canciller boliviano,
brazo fundamental en política exterior del gobierno de Evo Morales.
Delcy sabía muy bien que poco
podía esperarse de su concurrencia a una reunión de cancilleres de países
gobernados por dos mandatarios golpistas, otro que es furioso integrante de la
derecha más cerril y socio dilecto de ilegales empresas of shore y un cuarto,
individuo de comportamiento taimado, de esos típicos que suelen subir por
izquierda y bajar por derecha. Sin embargo, Venezuela Bolivariana es todo lo
contrario a lo que Washington y los medios hegemónicos propagandizan. La Patria
de Bolívar y Guacaipuro tiene tal apego a la legalidad, que impuso que la
Canciller no se arredrara ante los posibles desprecios que podría sufrir y se dispusiera
a reclamar diálogo y una mejor explicitación del comportamiento expulsivo
adoptado por sus otros agresivos colegas.
En el peor de los escenarios
imaginados podían caber todo tipo de chicanas y actitudes de desconocimiento
del rol importantísimo que viene jugando Venezuela en lo que hace a la
integración regional, pero de allí a que se pudiera pensar en lo que realmente
ocurrió hay un largo trecho. Es verdad que Macri no llegó por un golpe de
Estado, pero a partir de su instalación en el gobierno no se puede dudar que
hay golpes para todos y todas. Eso mismo habrá pensado la valerosa Delcy
Rodríguez (digna hija del fundador de la Liga Socialista venezolana, Jorge
Rodríguez, quien fuera asesinado por la policía política en 1976) cuando junto
con Choquehuanca y arropada por los vítores y consignas de una multitud de
manifestantes de organizaciones populares argentinas, intentó traspasar un
nutrido contingente de policías federales armados de pistola, cachiporras y
escudos que le cortaron el paso. De nada sirvió que se diera a conocer como “la
Canciller de Venezuela” para evitar que sobre ella cayeran golpes, violentos
zarandeos e incluso patadas para su comitiva diplomática. Tampoco salió airoso
el ministro de Bolivia que fue empujado y maltratado ostensiblemente. Pero
Delcy es Delcy y como a cualquier mortal del Bravo Pueblo no se la detiene
fácilmente. “No retroceder ni para tomar impulso” habrá pensado en el medio del
tumulto, mientras los federales repartían escudazos y golpes a montones. Siguió
para adelante, y una vez traspasada la muralla de uniformados giró sobre sus
pasos y mirando a los compañeros y compañeras que gritaban “Venezuela es
Mercosur”, levantó primero el puño y luego hizo el saludo de la victoria, con
una sonrisa que no pudieron quitarle de su rostro en ninguno de los tristes
momentos que tuvo que vivir.
En el interior de la
Cancillería no le fue mejor a la combativa mujer bolivariana. Allí, un típico y
servil “hombre de la Seguridad” intentó convencerla de que (como dijo la
ministra argentina recomendada por la Embajada de EEUU, Susana Malcorra) “no estaba invitada” a la
reunión. Delcy puso primera, y eludió que la tomaran del brazo, llegó hasta la
sala de reuniones, donde los súbditos brasileños, argentinos, paraguayos y
uruguayos del Imperio se disponían a deliberar, y de paso deglutirse los
sadwichitos y pasteles, además de beberse el té y los jugos que posaban sobre
la mesa. Al ver a ingresar a los dos cancilleres de la dignidad, sin mediar
palabras se pusieron de pie e hicieron mutis por el foro, como si hubieran
visto al mismísimo Belcebú.
Si no fuera trágico para
nuestros pueblos, todo lo relatado serviría de guión a una película, pero la
realidad es otra. Por el maltrato policial sufrido, la ministra Rodríguez hoy
exhibe un brazo entablillado, lleno de moretones. Lo que en otro siglo hubiera
derivado en una guerra, en Macrilandia solo produjo otra provocativa
declaración de Malcorra, donde justifica el accionar policial. No es
exageración decir que cualquier observador desprevenido podría pensar, sin
temor a equivocarse, que si a una ministra le magullaron un brazo por querer
transitar libremente, qué le puede esperar a una ciudadana o ciudadano común de
este país.
A pesar de lo ocurrido, Delcy
Rodríguez y también Choquehuanca, deben saber que los argentinos y argentinas
se sienten orgullosos de su rebelde comportamiento. De saber decir las cosas
por su nombre, de no dudar en qué sitio colocarse cuando se juegan los destinos
de la integración de los países del continente. De ser chavistas, bolivarianos,
revolucionarios. Pasarán los años y cada vez que alguien opte por rebelarse
frente a la opresión y alistarse en el campo de los que pelean por la
emancipación de los pueblos, seguramente recordará para animarse, esa imagen de
Delcy, magullada pero entera, con su puño en alto apuntando al cielo. Invicta,
como su padre.
y Twitter: @escuelanfp
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios