Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Julieta Paredes
La
Semana Santa es un tiempo para hacer muchas cosas, desde dormir a pierna
suelta… viajar… vacacionar, visitar a la familia, comer rico, y también para
crear y leer memes divertidos como uno que encontramos en las redes que reza:
“Crucificamos a la única persona que podía convertir el agua en vino… Todo lo
hacemos mal. ¡Todo!”.
Ninguna
Pascua es tan linda como la mía, diríamos con nuestras hermanas tarijeñas;
bueno, quienes venimos de una formación católica vinculada con la teología de
la liberación; e incluso aunque hoy tenemos posiciones muy críticas,
especialmente ante una jerarquía católica intermedia que no ha aprendido de su
maestro, Jesús, ni de su líder, el papa Francisco, la compasión. El Sumo
Pontífice está dando muestras claras de este sentimiento, tan humano y tan
comunitario, al tratar de entender a las mujeres, que somos sus hermanas; al
tratar de ponerse en nuestros zapatos o abarcas; al compadecerse del drama que
es para nosotras el aborto, producto de las condiciones históricas y políticas en
las que las mujeres nos encontramos.
Quienes
recibimos parte de nuestra formación política, cuando muy jóvenes, en las
comunidades eclesiales de base aprendimos que la muerte es parte de la vida,
que no se puede tener miedo a quienes al matar nuestros cuerpos pretenden matar
nuestras organizaciones; o procuran matar nuestro pensamiento revolucionario o
hacernos desaparecer del planeta Tierra. ¿Qué podemos hacer? Pues solo reírnos
de semejantes pretensiones. La vida es un préstamo de nuestra Pachamama y es un
regalo de nuestras mamás. Por lo tanto, aunque muramos, volveremos a nacer.
La
resurrección de Jesucristo me hace reflexionar respecto a la hermosa realidad
que significa la lucha por cambiar el mundo, por ser coherentes con lo que
decimos, con lo que hacemos y con lo que soñamos. A veces somos muy duras con
nosotras mismas. Este aspecto de Jesús como ser humano me induce a la
reflexión. Ya que al plantearse ser el Mesías, el liberador, se exigió
demasiado y se hizo pomada. Lo traicionaron, se burlaron de él, lo lincharon,
lo desnudaron, le escupieron y, finalmente, lo crucificaron. ¡Pobrecito!, se
debió sentir muy solo y desconsolado. Mi solidaridad con el compañero Jesús. No
creo que para difundir las ideas y propuestas de cambiar el mundo y las relaciones
de poder haya sido necesario tanto dolor, tanto sufrimiento.
En este
proceso de cambios quisiera compartir estas reflexiones con mis hermanas y mis
hermanos de los movimientos sociales. Los ataques que nos hacen son producto de
la envidia, de la amargura y de la mediocridad de quienes no pudieron hacerlo
mejor que nosotras y nosotras cuando tuvieron el poder. Hoy, los mediocres y
abusivos se unen para querer crucificarnos. Hace tiempo escribo en las paredes:
“Nuestra venganza es ser Felices”, y les recuerdo, con la compañera María Elena
Walsch, que: “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí. Sin embargo estoy
aquí, resucitando. Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal, porque me
mató tan mal, y seguí cantando (…)”.
Es
feminista comunitaria.
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