Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Inicié el día leyendo una
desafortunada “opinión” emitida en el programa Café de la mañana.
Inmediatamente la memoria de mi niñez trajo al recuerdo lágrimas rabiosas de
una mujer consanguínea, adulta mayor, obrera y esforzada, que por su creencia
religiosa se obligó a soportar, en los mejores años de su vida, la violencia de
un esposo, miles de golpes y maltratos innumerables que la llevaban en
insistente peregrinación a la Iglesia Católica a solicitar al sacerdote que la
perdone y autorice el divorcio.
Ella y sus rodillas no podían
más de tanto suplicar, no a Dios, sino al representante de la institución
católica para que la eximan del sufrimiento y la dejen divorciarse. Imaginé la
cara negativa de ese sacerdote, se volvió con los años el rostro del señor Eduardo
Pérez, quien parecía sentirse en libertad de juzgar y determinar nuestros
destinos. Sentí impotencia por mi abuela, por las miles de mujeres y hombres
que tuvieron encima miradas críticas por pedir la autorización para separarse
de parejas violentas, inviables o simplemente sin amor; sentí impotencia por
los millones de hombres y mujeres que trabajan por sus hijos e hijas en todo el
mundo.
Cuánto nos emocionaron los
hermosos criterios del papa Francisco cuando pidió perdón por el asesinato de
nuestros tatarabuelos(as) y por la violación de nuestras tatarabuelas en la
colonial inquisición, junto a una nueva postura flexible ante el divorcio.
Estoy segura de que si el sacerdote Pérez lo hubiese escuchado, no habría
emitido tan desagradable apreciación.
Seguramente la retractación
sea una salida por tan innobles prejuicios hacia un presidente y su gabinete de
ministras(os) que tienen el derecho de mantener su vida personal en reserva, de
no ser juzgados por su estado civil. Quizás la vieja y hostigadora inquisición
de brujas, herejes e indígenas se encarnó en sus palabras al llamarnos
“desplazados de la vida”.
Me ofende al llamarme
“desplazada de la vida” porque estoy más viva que nunca, amo y río cada día.
Confieso que si solamente me hubiese llamado “desplazada” no me habría
indignado tanto, porque precisamente este periodo que vive nuestro Estado
Plurinacional de Bolivia está representado por autoridades que en su perfil
eternamente fuimos desplazados por las logias neoliberales y discriminadoras a
las cuales el sacerdote Pérez defendió. Debería pensar en sus palabras, ya que
la violencia a la mujer no solo es física y sexual, también es mediática, según
la tipificación de la Ley 348. Seguramente para usted mis seis pecados sean ser
mujer, joven, médica graduada en Cuba, feminista, comunista y soltera; por ello
dijo lo que dijo.
Por otra parte, ante la
existencia de alguna desinformación, recordar que el Estado hace entrega del
Bono Juana Azurduy y un Subsidio Universal Prenatal por la vida de las mujeres
embarazadas y puérperas. Aclararle además que las mujeres no somos “partes
ginecológicas”, somos seres humanos con derechos plenamente constituidos, y día
a día luchamos para que se respeten.
Por último, deseo mencionarle
que no le guardo rencor, solo me llenó de más fuerza para seguir la lucha junto
a muchas compañeras jóvenes, mujeres, lesbianas, indígenas, pobres,
divorciadas, solteras, madres y no madres, quienes hoy tenemos la posibilidad,
a diferencia de los tiempos neoliberales, de opinar, participar y ejecutar
proectos en nuestra patria, hoy una patria
inclusiva.
La autora es
ministra de Salud del Estado Plurinacional de Bolivia.
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