Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Juan José Bedregal
El
empleo y el salario son uno de tantos temas recurrentes de cada año. Cada que toca
definir el incremento salarial, salen a relucir los mismos argumentos sobre la
precariedad del empleo, la baja proporción de la población que recibe el
incremento salarial, el sector informal y los derechos laborales. Al final, el
debate concluye con la cifra del incremento salarial y aparentemente todo
regresa a la normalidad hasta el próximo año.
Vayamos
un poco más allá y “destripemos” el problema empleo-salario. Empezando por el
empleo, en nuestro país el mercado laboral no es uniforme; existe un mercado
laboral formal donde se cumple el salario mínimo, se suscriben contratos
periódicos, hay beneficios sociales y derechos laborales; pero por otro lado,
existe un mercado informal donde los contratos son de palabra, donde el salario
es variable y puede estar por debajo del mínimo, sin beneficios sociales ni
derechos, donde prima el autoempleo y existen trabajadores no remunerados.
Estos
mercados laborales informales se encuentran en los sectores de la construcción,
manufacturas, transporte público (asalariados), agroindustria, comercio
informal, micro y pequeña empresa, gremiales y cuentapropistas, y los empleados
de las cooperativas mineras. Por si fuera poco, en este sector los sindicatos,
asociaciones, federaciones y demás formas de organización gremial las constituyen
y dirigen los empleadores y no los empleados.
El
mercado laboral formal no puede absorber a todos los trabajadores por más que
se flexibilice o se regule, mientras que en el mercado laboral informal hay una
alta flexibilización laboral: los salarios a destajo en las microempresas, las
comisiones de los vendedores, jornales en la construcción y oficios, rentas de
choferes asalariados y muchos otros, están determinados por la oferta y demanda
en los respectivos sectores, pudiendo estar o no por encima del mínimo.
Al
momento de analizar la interacción entre los salarios y la estabilidad
económica es necesario hablar de la “Espiral precio-salario”, un concepto de la
ciencia económica que relaciona el nivel de los salarios con el nivel de
precios, traducido en la inflación. Los teóricos ortodoxos por lo general, sostienen
que todo incremento salarial por encima de la tasa de inflación pasada se
traduce en incremento de los precios (inflación), y que por lo tanto el incremento
de los salarios debería estar lo más cercano posible a la tasa inflacionaria.
La
primera diferenciación que debemos hacer, es la que existe entre el salario
nominal y el salario real. Mientras que el salario nominal se expresa en
unidades monetarias, es decir en dinero, el salario real consiste en una medida
del poder adquisitivo del salario, es decir en aquello que se puede comprar con
el salario.
Por
ejemplo, a principios de siglo el salario mínimo era de 355 Bs., mientras que
el precio del pan de batalla estaba en 25 ctv. Dividiendo este salario nominal
de 355 Bs por el precio del pan, tenemos que por aquella época se podían
comprar 1420 panes de batalla si se gastara todo el salario en comprar pan
(nadie gasta todo su salario en pan, pero este es sólo un ejemplo). En nuestros
días, han subido tanto el salario mínimo como el precio del pan al punto que
hoy, con un salario mínimo de 1805 Bs y un precio del pan de batalla de 50
ctv., y haciendo el respectivo cálculo, resulta que se podrían comprar 3610
panes de batalla con este salario.
Como
muestra el ejemplo, el salario real nos permite verificar cuánto ha cambiado el
poder adquisitivo del salario a lo largo del tiempo, compensando el efecto de
la inflación. Por esto, cuando se fija un incremento del salario por encima de
la inflación, lo que resulta es una subida del salario real, es decir del poder
adquisitivo; mientras que si se fija un incremento salarial inferior a la
inflación, se está reduciendo el salario en términos reales.
Podemos
ver que los incrementos salariales generalmente siempre son superiores a la
inflación, pero teniendo como referencia la inflación del año pasado, tienden a
ubicarse alrededor de la inflación pasada. Desde 2009, los incrementos
salariales han estado muy por encima de la inflación y sobretodo, han sido
sostenidos, a diferencia del comportamiento errático de los incrementos
salariales en la era neoliberal.
Durante
los últimos años la política de incremento salarial por encima de la inflación
ha buscado el objetivo de incrementar el poder adquisitivo de las personas,
pero debido a la configuración del mercado laboral, este incremento sólo ha
alcanzado a la proporción de la población que se emplea en el mercado laboral
formal, que está alrededor de un 30% del total de la Población Económicamente
Activa.
En los
mercados laborales informales los efectos de la actividad económica y los
incrementos salariales son diversos; en el sector de la construcción los
jornales se han elevado considerablemente, mientras que los trabajadores
textiles siguen sin percibir incrementos en sus pagos a destajo (por prenda
costurada) y algunos optan por costurar y vender por su cuenta sus productos.
Los trabajadores del agro siguen igual de empobrecidos debido a que las
políticas de apoyo a la gran producción agroindustrial no han contemplado la
mejora de las condiciones ni la formalización de la relación obrero patronal.
Los
choferes asalariados que deben pagar rentas más altas a los propietarios
transportistas que prefieren adquirir más vehículos masificando el transporte
público a costa de la depauperación de sus asalariados; los vendedores por
comisión en las ferias populares, comerciantes informales, gremiales y
cuentapropistas se benefician del incremento en el consumo de los trabajadores
formales y también han visto incrementadas sus ganancias, lo que se ha
traducido en un incremento del comercio informal, en vía pública y también del
contrabando.
Las
cooperativas mineras debido a la ausencia de regulación laboral, configuran un
escenario de mucha explotación laboral, sumada a las técnicas altamente lesivas
al medio ambiente. Finalmente, en los sectores formales se da el fenómeno de la
“informalización” de los trabajadores ante la imposibilidad de cubrir el
incremento salarial o los aguinaldos. Los trabajadores renegocian sus salarios,
renuncian a sus beneficios sociales o a los contratos formales, a cambio de
mantener su puesto de trabajo.
En
todos los sectores informales las condiciones del trabajo no han mejorado en
absoluto, a la par que la cifra del desempleo, que de acuerdo a las
estadísticas ha trepado al 4%; el desempleo abierto urbano resulta una
categoría muy poco apropiada para medir la situación real del empleo en
Bolivia, pues no toma en cuenta el autoempleo ni el empleo familiar no
remunerado. Por otro lado, no existe una sola medición estadística de la
calidad del empleo.
Los
trabajadores no calificados desempleados por el sector formal puede pasan al
empleo informal cuando crece el desempleo, y regresan al empleo formal cuando
suben los salarios. Los trabajadores calificados (profesionales, no
profesionales con experiencia) pueden «elegir» entre pasar al mercado informal
como pequeños emprendedores, o por otro lado pasar un tiempo de «desempleo
cuasi-voluntario» cuando los salarios del empleo informal son demasiado bajos
en comparación al salario que ganarían en un empleo formal (Harris – Todaro).
En este
juego de ida y vuelta entre incremento salarial y desempleo, o bien se favorece
el desempleo o bien se favorece la informalidad, ambas situaciones que
depauperan a los trabajadores no calificados y más vulnerables. Incluso los
trabajadores profesionales están expuestos a la explotación laboral por parte
del Estado, que cada vez prioriza más las formas de contratación informales y
flexibilizadas como las consultorías de línea, o los contratos eventuales donde
no existe estabilidad laboral.
La
gráfica de la tasa desempleo abierto urbano versus el índice del salario real
revela que ambas variables siguen el proceso cíclico descrito anteriormente:
los años en que el salario real cae producen también reducciones del desempleo,
mientras que tras una subida del salario real, el desempleo vuelve a crecer.
Utilizando esta dinámica como referencia, un procedimiento de pronóstico nos
permite proyectar un incremento salarial que tiene como límite inferior el 2%,
como valor más probable el 7,5% y como máximo un 13%.
El
Ministerio de Economía propone un incremento salarial ligeramente superior a la
cifra de la inflación (el 5% propuesto se coloca dentro del rango pronosticado),
mientras que la COB dominada por sectores trotskistas propone su clásica e
irreal canasta básica de 8000 Bs a la par que exige favorecer a los empresarios
y depreciar el tipo de cambio. Ambas posturas reivindican la estabilidad
económica sin reparar en que el verdadero debate no está en el incremento
salarial a los trabajadores formales, sino en el modo de mejorar las
condiciones del empleo, sobretodo en el sector informal que es el más
vulnerable ante los shocks negativos en la actividad económica.
La
postura tradicional de lucha contra la informalidad y de eliminación de este
mercado viene desde la época del neoliberalismo y de teóricos defensores de la
flexibilización laboral como Hernando de Soto, que han demostrado ser
ineficaces para resolver el problema del empleo en nuestro país. Es hora de
abordar un nuevo enfoque en cuanto a un sector informal que absorbe el
desempleo del sector formal, pero no tiene la capacidad de absorber todo el
desempleo. Al no absorber todo el desempleo, y si los empleadores dejan de
generar empleos, se genera estanflación y una depauperación acelerada de los
trabajadores que se quedan en la informalidad.
Ante
este panorama, la efectividad de la política de incremento salarial superior a
la inflación se ve limitada en primer lugar por el alcance limitado únicamente
al mercado laboral formal; por otro lado, la política de impulso a la demanda
interna se ve limitada a esperar el “goteo” por parte de los trabajadores
formales hacia los sectores informales mediante el consumo. Ambos factores
generan la depauperación de los trabajadores informales respecto a los
formales.
Si por
otro lado, en lugar de favorecer a los gremios patronales del sector informal
(cooperativistas, gremiales, transportistas, entre otros) el Estado se
propusiera la formalización del empleo en estos sectores separando a patrones y
propietarios de los trabajadores sujetos a condiciones de explotación, el
alcance de la política de estímulo a la demanda agregada podría ampliar su base
de acción a un nuevo y amplio grupo de trabajadores.
Por
otro lado, debería impulsarse el emprendimiento condicionado a la
formalización. Los sistemas de incentivos se están dirigiendo a las grandes
empresas y al sector financiero mientras se descuida la micro y pequeña
empresa, que no cuenta con asistencia técnica ni incentivos para generar
empleos formales. Un pequeño giro en la política de empleo – salario permitiría
no sólo mejorar las condiciones de los trabajadores, sino además ampliar el
margen de acción y efectividad de la política de impulso a la demanda interna.
y Twitter: @escuelanfp
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios