Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Ricardo Aguilar
El
Katarismo de Javier Hurtado -reeditado recientemente por la Biblioteca del
Bicentenario de Bolivia (BBB) luego de 30 años de su primera y última edición
(Hisbol, 1986) hasta ahora- es en definitiva la historia de la representación
sindical y política de los indígenas campesinos durante el siglo XX).
La
narración de esta historia plantea la problemática del desarrollo de esas
representaciones, primero sindicales y luego político-partidarias, en términos
de grado de autenticidad o falsedad y de dependencia o independencia en
relación a un partido y a un gobierno dado.
El
autor, antes de entrar al siglo XX, repasa brevemente el desarrollo de la
representación política de los campesinos aymaras previa al siglo XX
calificando a las cabezas de los señoríos aymaras durante la Colonia como una
casta hereditaria que “legitimaba el poder de los grupos no productivos de los
curacas y mallkus” (pag. 44) [1], los cuales “tenían compromisos” con el régimen
colonial.
Esto
marca la tónica que atraviesa el libro de Hurtado en dos aspectos. Por un lado,
anuncia implícitamente que su abordaje se desmarcará del tratamiento de lo
indígena desde lo romántico, a contracorriente de lo que hiciera una buena
parte de las teorizaciones paternalistas de lo que el autor descalifica con el
sustantivo de “izquierda criolla”. Por otro lado, con ese juicio introduce la
cuestión de la representación de la autoridad indígena como falsa o verdadera,
legítima o no, independiente o dependiente, cuestión que explora a lo largo del
libro en diferentes momentos: las autoridades aymaras frente a la llamada
Revolución Nacional, frente a las dictaduras militares, frente a Juan José
Torres, a Banzer, a la Central Obrera Boliviana (COB) o frente a uno u otro
partido.
Ambos
aspectos se repiten cuando el texto aborda lo que sucedía con las autoridades
que representaban a los indígenas campesinos durante el primer gobierno del
Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Luego de la Reforma Agraria, el
MNR, “atizó el faccionalismo para sus propias luchas por el control del partido
y del poder” (52). Se creó la Confederación Nacional de Trabajadores Campesinos
de Bolivia (CNTB) y se proclamó a Ñuflo Chávez como Secretario General… Éste es
uno de los mayores problemas que denunció el movimiento katarista: una representatividad
inverosímil que continuará con las dictaduras, cuando el dictador de turno se
autonombraba “líder de los campesinos” bolivianos, tal como lo hiciera René
Barrientos o Hugo Banzer Suárez.
A
principios de la década de 1960 comienza a sentarse las bases para el katarismo
con el grupo secreto Movimiento 15 de Noviembre, compuesto por campesinos
aymaras de la provincia Aroma, de donde era oriundo Katari.
Pero
más allá de la interpretación de una herencia de patrimonio ideológico, es
importante destacar que Hurtado muestra cómo son los mismos aymaras kataristas
los que ponen en cuestión la representación sindical campesina durante el MNR y
se siembra la ruptura. Raymundo Tambo y Jenaro Flores, junto a otros líderes,
comienzan a difundir las ideas kataristas.
El
libro sigue con el relato. Tras el MNR, una verdadera representación sindical
de los indígenas campesinos fue desmovilizada con el pacto militar-campesino:
las autoridades campesinas que mediaban con el barrientismo eran cooptadas por
el oficialismo. Con Alfredo Ovando el modo de desmovilizar a los indígenas
campesinos siguió siendo el pacto militar-campesino.
Esto
cambió durante el gobierno de Juan José Torres. A esta altura los kataristas de
Jenaro Flores habían logrado la Federación Departamental de Trabajadores
Campesinos de La Paz (FDTCLP).
Con el
golpe de Hugo Banzer, los kataristas salieron al exilio. Banzer, dice Hurtado,
se mostró como campesinista, se proclamó su líder y, en cambio, favoreció a los
empresarios de la agroindustria…
No
obstante, es durante el septenio de Banzer que se da el momento en que los
kataristas reclaman por vez primera, en un documento, una representación
sindical y política independiente. En 1973, se reúnen los kataristas y sectores
progresistas de la Iglesia y escriben el Manifiesto de Tiwanaku. El documento
avanza del reclamo de la representación sindical a la partidaria: “Una
organización política, para que sea instrumento de liberación de los
campesinos, tendrá que ser creada, dirigida y sustentada por nosotros mismos”
(94).
En la
redacción de este documento participaron los sectores progresistas de la
Iglesia, Hurtado maneja dos hipótesis sobre la autoría: que un primer borrador
lo escribió el padre Gregorio Iriarte, o que lo redactaron Raymundo Tambo,
Rosendo Condori y J. Velarde.
Entonces,
si una lectura del primer Manifiesto pone sobre la mesa el tema de la expresión
propia, hay que coincidir con Hurtado cuando dice que la redacción del Segundo
Manifiesto de Tiwanaku es “más auténticamente campesino”. Sin ninguna tutoría por
parte de la Iglesia, el Segundo Manifiesto de Tiwanaku sostiene: “[…]nuestros
idiomas son el quechua y el aymara. Nos tildan de analfabetos, sin embargo
nosotros sabemos dos o tres lenguas y los que se dicen nuestros educadores
apenas una y mal” (105).
Años
después, en relación a la representación, los kataristas reclamaron el despojo
y luego la reapropiación de su discurso: “[…]los enemigos del campesinado, que
son aquellos que sacan comunicados a nombre nuestro sin ser ellos campesinos”
(131), dice una hoja informativa del VII Congreso Campesino en 1978, de donde
salió para Hurtado el documento con la expresión más completa del katarismo:
“La Tesis del Campesinado Boliviano”
En
cuanto a lo sindical, resolver la problemática relación de representación en la
COB, ente que tenía representantes indígenas diferentes al katarismo y copados
por el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML), fue otro asunto que ocupó
por años al movimiento campesino nacido en Aroma. Ya se dijo que el katarismo
reclamaba a la izquierda haberlos relegado por no considerarlos parte del
proletariado.
El PCML
no quería perder su monopolio de la representación indígena en la COB y se
oponía al ingreso de los kataristas que dirigían las poderosas federaciones
departamental y nacional de trabajadores campesinos.
Finalmente,
las organizaciones kataristas ingresaron a la COB a fines de 1978 con una
representación pobre. Meses después, la COB convocó al Congreso Extraordinario
de Unificación Campesina, donde se fundó la Confederación Sindical Única de
Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), un ente sindical nacional de los
indígenas campesinos, con el katarista Jenaro Flores a la cabeza.
Ésta es
la culminación del problemático desarrollo de una representación propia y
unitaria que buscó el katarismo. Los gobiernos y los partidos a partir de
entonces debían tratar únicamente con esta instancia nacional de los indígenas
campesinos.
Sin
embargo, la cuestión de la independencia respecto de los partidos y los
gobiernos que defendió el katarismo antes y después de la creación de la CSUTCB
se ha modificado en el presente. Queda ver el desarrollo de los hechos para
afirmar si esto aportó o no a la construcción de una representación propia del
movimiento indígena campesino y si coincide con la vocación expresada por el
katarismo de ir más allá de sólo los temas agrícolas y el los nacionales.
El
autor es periodista
1) La paginación corresponde a la edición de
El Katarismo de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia.
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